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Obra «El rapto» de Norton Maza: Ella ante el Estado Opinión

Obra «El rapto» de Norton Maza: Ella ante el Estado

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La joven nos da las claves de dónde se halla: en medio de una protesta, porque va encapuchada y de negro, como una ninja. Levitando en medio de la oscuridad, con la llama de oro de su cóctel molotov, recibe en pleno vientre el haz de luz estatal, y bajo la hebilla dorada asoman en tatuajes de mariposas y golondrinas los signos migratorios. Pero alrededor de ella no hay nadie excepto nosotros, los espectadores/protagonistas. Arriba, fuera del alcance, está la situación, el humo y la utilería.


Cuando entramos a la sala oscura, desde el total desconocimiento del artista y su obra, nos damos cuenta que la película está a más de la mitad. Porque la heroína ya esta siendo llevada. Conforme nos acercamos nos damos cuenta que la escena está detenida: ella es una escultura hiperrealista de tamaño natural. Tenemos tiempo de observar y tratar de entender, tal vez de hacer algo; podemos entrar en el recorte de periódico.

La joven nos da las claves de dónde se halla: en medio de una protesta, porque va encapuchada y de negro, como una ninja. Levitando en medio de la oscuridad, con la llama de oro de su cóctel molotov,  recibe en pleno vientre el haz de luz estatal, y bajo la hebilla dorada asoman en tatuajes de mariposas y golondrinas los signos migratorios. Pero alrededor de ella no hay nadie excepto nosotros, los espectadores/protagonistas. Arriba, fuera del alcance, está la situación, el humo y la utilería.

La cúpula con nubes y azules empieza a proyectar figuras, a insinuar materias, tumulto. Una mirada diáfana, cercana a la superficie del agua, donde flotan submarinos y helicópteros sobrevuelan, y hay buzos tácticos o tal vez cuerpos arrojados al mar, entre las nubes. Evoca al Bosco pero no es caótico porque está enmarcado, primero con una serie de siluetas oscuras, luego por una forma ornamental, como de gillette.

¿Por qué hay una mujer y no un hombre en esta obra de un solo acto? El rapto es un tema religioso y un tema que desde el arte da cuenta de una tensión: robarse a la persona. Entre los mitos de la fundación de Roma se encuentra el rapto masivo de las Sabinas, mujeres de un pueblo vecino que invitadas a una fiesta en la ciudad fueron secuestradas, para aumentar la población. En algunas regiones de Latinoamérica todavía hay familias que se fundan en el rapto.  Desde la escultura y la pintura el rapto es una atmósfera, un gesto dramático de fuerzas desequilibradas en resistencia, diferente de la guerra de opuestos, donde la superioridad física del raptor forcejea con la voluntad de la raptada. En la obra de Maza, la heroína aparece en cambio abandonada a la abducción, secuestrada por la creencia.

¿Quién es ella, cómo llamarla? En su crítica de El Mercurio Waldemar Somer la bautiza como joven terrorista. Hace 10 años algunos la hubiéramos llamado globalifóbica; hoy, activista. ¿Es ella rival efectiva del Estado, del sistema?¿Puede el espectador hacer algo más que mirarla, a ella, a la crisis que enfrenta? Este mapa de guerra también puede leerse desde abajo, desde la postura que cada quien adopta.

La mujer de nuestro tamaño se encuentra bajo el dominio total de una conspiración de figuras pequeñas, juguetes de guerra. Los planos se confunden. No sabemos si ella estaba en la protesta, esa que vemos arriba, cuando la atrapó el haz de luz; o si ella llegó a la sala, como nosotros, un momento atrás, queriendo quemar la ficción, la utilería, el juego de niños dioses, deliberadamente. Entonces descubrimos atrás de nosotros, en la penumbra, unas figuras demoniacas. No son muchas, pero entre todas sostienen, por medio de unas cuerdas, como en los barcos, la trama del cielo infernal. Podríamos desatarlas y estrellar los planos. Pero al salir de la sala se hace evidente que estamos en Bellas Artes, viendo una obra bajo la firma de Norton Maza. Y al salir de Bellas Artes nos vemos en el mundo; un mundo en tensión, detenido no se sabe por qué cuerdas invisibles, ni a cuál escenario daría sucesión, en caso de caer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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