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“Nuestra historia de la adicción” de Carl Erik Fisher, un viaje al corazón de la adicción CULTURA|OPINIÓN

“Nuestra historia de la adicción” de Carl Erik Fisher, un viaje al corazón de la adicción

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José Miguel Ruiz
Por : José Miguel Ruiz Escritor, poeta y profesor de Castellano (UC). Ha publicado, entre otros libros, “El balde en el pozo” (poesía, 1994), “Cuentos de Paula y Carolina” (narrativa, 2011) y “Gramática de nuestra lengua” (2010). Mención Honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago, 1975. Primer Premio en el Concurso de Poesía de la P. Universidad Católica de Chile, 1979. Premio Municipal de Arte, Mención Literatura, de la I. Municipalidad de San Antonio (1998).
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Un relato autobiográfico que nos permite adentrarnos en el misterio, la complejidad, el rostro de “callejón sin salida” de la adicción, pero también en el de la esperanza de que se abran las ventanas hacia el sonoro y armonioso nuevo amanecer, hacia la vida que esperaba.


Llegué a este libro sin saber nada de él ni de su autor, mientras buscaba en una librería de Santiago una novela que no encontré. Este no estaba en la sección literatura, pero di con él, me interesó el tema y algo me dijo que ese era quizás lo que debía leer. La intuición, esa suerte de “amor a primera vista” también es un factor a tener en cuenta en la selección de un libro. Su autor, leo en la solapa, Carl Erik Fisher, es un médico psiquiatra especializado en adicciones y bioética, profesor adjunto de Psiquiatría en la Universidad de Columbia, y actualmente vive en Nueva York, Brooklyn, con su pareja y su hijo.

No me equivoqué al elegir este libro que trata de la historia de adicción al alcohol del mismo psiquiatra, quien da testimonio de lo que ha sido su experiencia. Pero no es solo lo testimonial, sino una visión muy potente sobre la que es la historia de las diversas adicciones que han acompañado (o asolado) al ser humano desde antiguo; de las distintas formas que ha tenido la medicina de enfrentarlas, desde considerar que ellas son productos de situaciones que se han vivido en la infancia, o después, o ser abordadas como una enfermedad y que deben ser tratadas como tales.

Los tratamientos, las experiencias que el autor ha tenido con sus propios pacientes, con los Alcohólicos Anónimos, los Narcóticos Anónimos son parte de este extenso relato. El autor “bucea” en la historia de la droga en diversos momentos históricos y en la de personajes famosos que fueron consumidores de sustancias adictivas. No pretende, sin embargo, dar lecciones, sino narrar su caso que se transforma en el de muchos, universalizándose (es una lectura testimonial muy amena además, que atrapa al lector, es mi caso). Ahonda en las razones, efectos, consecuencias, caminos posibles, tratamientos, recaídas, anécdotas, sin juzgar a nadie, simplemente asomándose  a esa dura realidad de quien ha sido arrastrado por la droga: cocaína, opio (de esto muestra cómo grandes figuras de la literatura fueron consumidores), metanfetamina, y otras cuyo nombre no recuerdo, y el alcohol por cierto.

Un libro que es “un viaje al corazón de la adicción”; uno para conocer la historia de esta, esto es, la de tantos hombres y mujeres que existen bajo esa dependencia arrasadora; para saber sobre quiénes han querido buscar la recuperación, la salida; los intentos, los logros y fracasos; un relato que se sumerge en el alma de los adictos. Cuando uno lee estas páginas, comprende que ya no se trata de un asunto de voluntad, esa se quebró traspasado un límite.

Tengo el libro subrayado en muchas partes, quisiera citar frases, párrafos, pero no es la finalidad de este artículo. Espigo, sin embargo, algo:  “El abril de 1884, Sigmund Freud […]  consumió la droga en abundancia para motivar su escritura, pero, de forma más significativa, la usó en un intento por tratar la adicción a la morfina de su buen amigo Ernst von Fleischl-Marxow […] Al contarle a su amigo Wilhelm Fliess que le estaba costando controlar su consumo, confesó: ‘necesito una gran cantidad de cocaína” […] El tormento, la mayor parte del tiempo, es superhumano’” (págs. 221, 223). Y sobre sí mismo, señala: “Sufrí unas convulsiones provocadas por la abstinencia del alcohol que me llevaron al hospital, donde creí que el equipo de médicos eran unos seres malignos que me perseguían” (p. 237).

Recomiendo especialmente los capítulos finales “Entender la adicción” (cap. 11) y la conclusión “Recuperación”, en aquel leemos: “Millones de personas antes que nosotros se han enfrentado con ferocidad y desesperación a la adicción. Cuando aceptamos que la adicción es una parte más de la vida y que no tiene una sola solución, les damos a aquellos que sufren una mayor oportunidad para alcanzar el alivio” (p. 334). “Intentar hacerlo provocará unos grandes beneficios, pues, especialmente en el caso de la adicción, lo que le pasa a una persona afecta al resto, y la recuperación no es un viaje individual, sino una experiencia comunitaria” (p. 336), se entiende la necesidad de la ayuda de otros. Y una cita última, en los “agradecimientos”, respecto de lo que piensa que puede ocurrir con su libro: “En palabras de Mark Kleiman, no cabe duda de que habrás estado en desacuerdo con al menos una de mis opiniones hasta ahora, y así es como debería ser: este libro es un punto de partida, una pequeña ofrenda en una búsqueda con siglos de antigüedad para tratar de comprender la adicción. Si he provocado que pienses de un modo más profundo sobre el fenómeno, o si he proporcionado siquiera un atisbo de ánimo o de paz mental, este libro habrá cumplido su propósito“(p. 340).

Para mí, un libro de aquellos indispensables; un relato autobiográfico que nos permite adentrarnos en el misterio, la complejidad, el rostro de “callejón sin salida” de la adicción, pero también en el de la esperanza de que se abran las ventanas hacia el sonoro y armonioso nuevo amanecer, hacia la vida que esperaba.

 

Ficha técnica:

Carla Erik Fisher, Nuestra historia de la adicción, traducción de Daniel Casado Rodríguez, Editor original: PENGUIN PRESS, 1ª edición 2022, Madrid, España.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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