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La exposición de una stripper: el loop de un abyecto deseo CULTURA

La exposición de una stripper: el loop de un abyecto deseo

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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No sólo busca hurgar en la relación con el universo masculino, sino que apela a desmitificar esa construcción histórica que niega los apetitos derivados del deseo proscrito, y esa carga valórica totalizante y estigmatizada que se tiene de estas mujeres que trabajan con su cuerpo, normalizando las disidencias sexuales de la mano de la transgresión


Secularmente se nos ha hecho creer que la ritualidad que circunda el deseo es algo prohibido, íntimo y privado. Pero, además privativo de quienes están en pareja. Aun cuando, existen oficios que más allá del sesgo cultural moralizante, revitalizan el deseo, amparados en la sensual gestualidad de la fantasía. Un voluptuoso gesto técnico que las strippers manejan a cabalidad, pues están conscientes de su poder, pues son ellas quienes controlan el loop de una fugaz conquista, que siendo efímera acaba en una consensuada entrega o un “no touch”, que dura mientras dura el rito, y el mito de ese falso amor que se despliega.

Casual juego de seducción que aun hoy se pretende invisibilizar, pero que con la exposición “Si no te follo me muero” de Romina Pistolas, curada por Elisa Massardo, da cuenta de una lasciva realidad, que por cierto se oculta en la trastienda de esta circunspecta sociedad caracterizada por un doble estándar, que ya Pistolas había develado con anterioridad en “Carmen: o cómo me inicié en el negocio de bailar sin ropa” (Editorial Cuneta-2022), novela autobiográfica que cuenta su experiencia como stripper. Registro testimonial que ahora aborda con una puesta en escena que estará abierta hasta el 23 abril en Oma galería, ubicada en Espacio Bustamante, con una crítica reflexión frente a la marginación social que sufren las strippers, a través de sensuales fotografías del backstage, más un video en loop de un baile en el caño y un lapdance en tamaño real que se ofrece al espectador como si estuviese en una privada cabina. Representación que denota el esfuerzo psicológico, emocional y físico que implica enfrentar situaciones para las que nadie te prepara y que enfrentas, casi siempre, sola. Lo que puede perfectamente resumirse con la frase de Marcelo Mellado – “Ese potito es un poema”, dejando entrever la óptica sesgada y picarona de los habituales clientes.

Aun cuando todo está encapsulado en la intimidad de sus protagonistas, tal como lo remarca Elisa Massardo – “Todo ocurre en un solo lugar, cerrado, que para Romina Pistolas debe existir como “un espacio seguro para explorar el deseo propio y ajeno, que es lo más parecido al cielo que debe existir en la tierra”. Nadie juzga y nadie más que los clientes la miran. Nadie que no apruebe la desnudez”.

Un metafórico cambio de piel que deja entrever como las strippers asumen esa condición de ser otras. Descubriendo, mediante el autoerotismo, la otredad de su propio cuerpo. Porque, esta muestra no sólo busca hurgar en la relación con el universo masculino, sino que apela a desmitificar esa construcción histórica que niega los apetitos derivados del deseo proscrito, y esa carga valórica totalizante y estigmatizada que se tiene de estas mujeres que trabajan con su cuerpo, normalizando las disidencias sexuales de la mano de la transgresión, ya que según Foucault, “si el sexo está reprimido, es decir, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de hablar de él, y de hablar de su represión, posee un aire de transgresión deliberada”.

Lo mejor de todo es que propone un cruce entre lo permitido y lo abyecto, y de paso reconoce una hermandad o familia extendida, conformada por otras strippers que viven o subviven, inmersas en esta oblicua y marginal realidad; donde se auxilian en un sólido clan -al que no le entran balas-porque se conocen, toman café, se maquillan y se enseñan a seducir, porque viven y disfrutan lo que hacen. Transcurrir que destaca Massardo en su texto curatorial, incluso citando a Paul B. Preciado: “Esa noción de libertad que vive Pistolas, rechaza con ganas al feminismo abolicionista, al feminismo “de la buena mujer (blanca, heterosexual, de clase media) y al de la víctima inofensiva”.

Lo que por cierto nos invita a repensar ciertas perspectivas hegemónicas instaladas en nuestro inconsciente y que me hacen recordar de Touch me again (Tócame de nuevo) de Petrol girls –“My domain my temple and my territory my pleasure. Cut cut cut it out. My desire my right to choose or to refuse this encounter (Mi dominio, mi templo y mi territorio, mi placer. Corta, corta, corta. Mi deseo mi derecho a elegir o rechazar este encuentro)”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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