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(Cultívate) Mundo literario lamentó fallecimiento del escritor Antonio Skármeta CULTURA

(Cultívate) Mundo literario lamentó fallecimiento del escritor Antonio Skármeta

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“Siempre mezcló géneros, mundos, formas de escritura, encontrando un cierto hábito por la felicidad, una cierta elección por la felicidad, que creo que se agradece y se va a echar de menos”, afirmó el escritor Rafael Gumucio.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El mundo literario lamenta el fallecimiento del destacado escritor chileno Antonio Skármeta, autor de obras icónicas como *Ardiente paciencia*, que inspiró la película *Il Postino*. Diversas figuras de la literatura y la cultura han expresado su pesar por la pérdida de un autor cuya obra dejó una profunda huella en la narrativa latinoamericana. Skármeta fue reconocido por su capacidad para abordar temas de amor, política y resistencia, y su legado perdurará en las letras chilenas e internacionales.
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Tristeza causó en el mundo literario el fallecimiento del escritor Antonio Skármeta, a los 83 años. Como destacaron varios medios, es uno de los pocos narradores chilenos –junto a Roberto Bolaño e Isabel Allende– que puede vanagloriarse de haber alcanzado por igual el éxito de crítica y de lectores, cuyos libros además fueron llevados al cine, como es el caso de “Ardiente paciencia”.

Tuvo además un intenso contacto con el mundo literario chileno, la Academia de las Letras en el Instituto Nacional, pasando por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, hasta un taller literario en el Goethe Institut, sin olvidar su desempeño como embajador de nuestro país en Alemania durante el Gobierno de Ricardo Lagos.

«Estoy demasiado desolado…. y tan, tan agradecido por lo que pudimos compartir con él», señaló Ariel Dorfman a El Mostrador.

Los años 60

Muchos de sus contemporáneos se manifestaron en términos elogiosos sobre él, entre ellos, la crítica literaria Raquel Olea, quien recordó su época en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, cuando «todos estábamos entusiasmados, quizás demasiado entusiasmados y entusiasmadas, con la Unidad Popular, el cambio cultural».

«La literatura para el pueblo y todo lo que significó esa potencia juvenil de esos años. Antonio era un joven escritor que se inspiró mucho en los autores, en los cuentistas norteamericanos como (William) Saroyan, como (Raymond) Carver, (Ernest) Hemingway, esos grandes cuentistas, porque Antonio fue un gran cuentista», recordó.

En aquella época, producto de la Guerra Fría, muchos rechazaban todo lo que viniera o tuviera que ver con los Estados Unidos, con el imperialismo, «pero Antonio tenía esa veta», alejado del dogmatismo.

En términos parecidos lo recordó su colega Soledad Bianchi.

«Antonio fue mi profesor por allá, por el año 68, creo. Me hacía clases de literatura hispanoamericana y chilena. Me acuerdo que me pasó Don Segundo Sombra y Rayuela, sobre todo. Antonio era profesor nuestro, pero además era muy considerado por nosotros y le teníamos mucho respeto por su gran libro que había publicado, si no me equivoco, el 67, El entusiasmo. Tiene cuentos extraordinarios, hizo escuela en varios jóvenes. Sus cuentos eran muy libres y llenos de humor, fantasía, libertad», rememoró.

Además, «se comprometió mucho durante el Gobierno de la Unidad Popular. Era muy amigo de Ariel Dorfman, pertenecieron al MAPU e hicieron actividades culturales fundamentales», como la revista La quinta rueda de Editorial Quimantú.

Golpe de Estado y exilio

Tras el golpe de Estado y en su exilio en Berlín Occidental, fue además «un nombre fundamental en la solidaridad hacia Chile. Me acuerdo que hizo una antología de poesía que apareció en una revista que era buenísima y se comprometió también con Nicaragua», contó también Bianchi.

Mónica Barrientos, académica de la Universidad Autónoma de Chile, dijo que «en sus obras refleja varias realidades complejas, donde sus personajes muy jóvenes, a veces casi preadolescentes, están marcados por una historia, por la historia política de Chile, sobre todo durante la dictadura», me comentó.

Para ella, en esa línea una de sus obras más emblemáticas es La composición, uno de sus textos más trabajados últimamente, sobre todo en el género de la literatura infantil y juvenil (LIJ).

«Es una novela muy bonita, una novela corta, donde se narra la historia de un profesor que les pide a sus estudiantes que escriban sobre un tema libre. El problema es que ese día que tienen que entregar la composición, hay un militar en la sala de clases para ver qué es lo que están escribiendo los niños. Y el niño, sin que se lo dijeran, logra inventar una historia para no contar lo que realmente hacían en su casa en las noches, que era escuchar la Radio Moscú», relató.

Y continuó: «Entonces, él dice que jugaba ajedrez con sus papás. En este texto, se rescata un mundo interior, el miedo del niño, el entender los momentos complejos que se están viviendo, y también rescata esta realidad social y política que nos tocó vivir, estos silencios, y muestra cómo muchas cosas se tuvieron que ocultar por el miedo a lo que pudiese pasar».

Nuevas generaciones

Su deceso también caló hondo entre los que fueron sus alumnos, como Alberto Fuguet.

«’Mala onda’ no se hubiera publicado sin él que me defendió ante los ataques del taller y le comentó el proyecto de libro a Planeta, y me llamaron. Recuerdo a Antonio en el Goethe y en Salvador de Brasil y en St. Louis Missouri, donde me invitó a Washington University y me llevó a escuchar jazz. Todos van a hablar de ‘El cartero’, pero Chile fue sacudido con ‘El entusiasmo’ y ‘El ciclista del San Cristóbal’, y siempre amaré ‘No pasó nada’. Skármeta se atrevió a explorar lo pop, el viaje, el cuerpo, los jóvenes y la felicidad, todos temas tabúes. No le tenía miedo a sonreír y su prosa sonreía», escribió Fuguet en sus redes sociales.

Para el escritor Rafael Gumucio, Skármeta también «fue un hombre muy importante en mi carrera y en mi vida, y al mismo tiempo un escritor entrañable, altamente divertido, sensible y visionario. Siempre mezcló géneros, mundos, formas de escritura, encontrando un cierto hábito por la felicidad, una cierta elección por la felicidad, que creo que se agradece y se va a echar de menos».

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