
Entusiasmo literario: “Ciudad espiritual”, el libro de Luis Kong
Se comenta que en el Cementerio General hay una tumba que dice: “Quiso ser escritor, pero terminó siendo escritor chileno”. De Kong se podrá decir “quiso ser escritor y empezó siendo escritor universal”, de la línea de Benjamín Labatut. Lo universal -mas que lo nacional- es lo propiamente humano.
A veces la literatura o un libro nos depara una sorpresa inesperada. Me refiero a un sobre en qué recibí un libro de Luis Kong titulado Ciudad espiritual, 2024. Recuerdo vagamente que fue un alumno de postgrado a quien hace décadas le dirigí su tesis. Le decían “el chino”, era del norte, no sé bien si de Taltal, Chañaral o Iquique. Tal vez me puede refrescar la memoria la Inteligencia Artificial: “Es posible -dice- que sea un autor emergente o no muy conocido, o que no tenga una presencia significativa en las fuentes literarias a las que tengo acceso”.
Se trata de un libro especial, único, que incluye referencias literarias enciclopédicas y muy creativas (Dadá, Pessoa, Gonzalo Rojas, Cesare Pavese, el poeta dadá Walter Serner, De Rokha, Vladimir Ilich Lenin, Rimbaud, Munch, Breton y Felisberto Hernández, entre otros), incluye también microrrelatos como el siguiente: “Gregorio Kafka es el seudónimo de Franz Samsa. Uno es el imaginario escritor checo, nacido en Praga. El otro, el insecto que amaneció convertido en un horroroso Kafka”, y que viene acompañado de las Cartas de Berlín, nueve brillantes misivas apócrifas que le envía Felice a su “Querido Franz”.

Además el juicio y debido proceso que le hace el Tribunal Revolucionario del Espíritu Libre a André Breton y cuyos fiscales son Rene Magritte y Louis Aragón, y en medio de todo esto, cuentos notables de cierto sabor local como “El abrazo”, “El regreso”, “El super héroe marginal”, ”Aniversario de matrimonio” y sobre todo “Cosas que pasan” y “El alumbramiento”, relatos en que la muerte y la vida se saludan o colindan furiosamente. Finalmente un par de escuetas crónicas sobre crímenes de la dictadura. Todo esto en apenas 160 páginas.
Se comenta que en el Cementerio General hay una tumba que dice: “Quiso ser escritor, pero terminó siendo escritor chileno”. De Kong se podrá decir: “quiso ser escritor y empezó siendo escritor universal”, de la línea de Benjamín Labatut. Lo universal -mas que lo nacional- es lo propiamente humano.
Hay escritores cuchillos como Joyce, Kafka, Carlos Droguett, Fernando Aramburu, Diamela Eltit, otros son escritores jalea, o bavaroise, sabrosos y de gran éxito. Kong es de los primeros, hay frases que son verdaderos latigazos, como cuando un hablante se retrata a si mismo: “Yo soy el retórico feto de la orfandad”. O personajes que a media noche buscan una funeraria que les ofrezca a buen precio, “una copa de vino y una salida decente a esta angustia existencial”.
Las posibilidades son dos, o estamos ante una pequeña gran obra o a mis 82 años mi entusiasmo casi delirante se debe a que los aires patagónicos (donde vivo) me han convertido en un vetusto algo gagá, y me han hecho perder la capacidad de distinguir entre lo negro y lo blanco… En la duda abstente.
Pero no me abstengo, en la contraportada del volumen viene una carta de Hernán Rivera Letelier que avala la primera opción. Se disculpa por no poder escribir el prólogo que le pide su colega nortino. “Estos relatos, amigo mío, además de sorprenderme, me han deslumbrado, me han intrigado, me han hecho temblar, y te digo que no es por mi Parkinson”.
Luego agrega: “Cuantas veces no me he quedado extrañado frente a una reproducción de El Grito de Munch, sin saber descifrar el espanto que me produce y vienes tú y me lo descifras y me lo muestras como si tal cosa. Y para lograr esta maravilla, solo has necesitado un texto de media cuartilla. Ya lo sabes, amigo mío, no es por falta de tiempo (que, en tiempo, soy millonario) ni por falta de interés que no podré escribir el ‘breve prólogo’ que me pides. Es solo que tus escritos me sobrepasan”.
Gloria y honra a La Furia.
Gloria y honra a la pequeña editorial Das Kapital y Glück Libros.
Gloria y honra a Luis Kong.
Vaya, vaya rápido a comprar el libro antes que se agote, que solo se imprimieron honestos 200 ejemplares.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.