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2014: el ocaso de la TV El cambio más evidente está en los hábitos de consumo televisivo

2014: el ocaso de la TV

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Bastián Fernández
Por : Bastián Fernández Periodista de El Mostrador
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Es una industria de ciclos, donde un año se está en la cima y el otro en el suelo. La última encuesta del CNTV, junto a la baja en la inversión publicitaria del año que se va, reflejan que la industria no atraviesa su mejor momento. La gente se siente insatisfecha con la TV abierta y demanda más cultura. Pero la encuesta es “poco valorada” en la industria, porque sólo compone una mirada “caricaturizada” del medio y también es criticada por los expertos por la forma en que hace las preguntas.


“Porque soy la vida y la verdad, el dios de la prosperidad y soy un dios muy fácil de adorar”, escupía en 1996 La Polla Records, grupo punk español. Ese año en Chile triunfó la teleserie ‘Sucupira’ y en diciembre los canales cubrieron el ‘hollywoodense’ rescate en helicóptero que realizó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), de cuatro de sus militantes desde la Cárcel de Alta Seguridad.

Todo pasó por la pantalla que comenzó su reinado con el Mundial del 62 en Chile. Desde entonces, la TV impuso en las familias franjas de horarios: matinales, mediodía, tarde, prime y trasnoche. Pero algo está cambiando en la industria televisiva, que ya no gobierna como antes. Su capacidad para dictar horarios está cambiando.

Así lo demuestra la “VIII Encuesta Nacional de Televisión” que realizó este año el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), bajo la matriz de Adimark, empresa de Roberto Méndez. En Chile consumimos tres horas de televisión abierta diarias y 2,9 horas de TV de pago. Es un leve aumento en comparación a la encuesta anterior (2011), donde el consumo promedio diario era de 2,6 horas de televisión abierta, y 2,1 de TV de pago.

[cita]Los resultados consolidados de la industria al tercer trimestre de 2014 arrojan una baja del 0.79% en la inversión publicitaria, de $ 200.944 millones a $199.357 millones, según datos de la SVS. Entre julio y septiembre, TVN tuvo una disminución –de acuerdo a la misma fuente– de 3,8%; Canal 13, de 13,9%; Chilevisión, de 14,4%; y La Red, de 13%.[/cita]

Los resultados más llamativos que deja la medición son aquellos sobre el cambio en la forma y formatos de consumo televisivo. Un 36% de los jóvenes entre 16 y 25 años comentan en redes sociales lo que ven en TV. Un 26% chatea sobre lo que ve y un 25% escoge programas a partir de recomendaciones en redes sociales. Entre las personas de 26 a 45 años la tendencia se mantiene: 17,8% comenta lo que ve; 11,4% chatea sobre lo que ve y 25,2% escoge según las recomendaciones que lee en redes sociales. La encuesta no diferencia si es televisión abierta, pagada o regional. Tampoco diferencia a través de qué medio interactúan los televidentes: smartphones, tablets o notebooks.

¿Cuáles son los efectos de esa interacción? El individuo fragmenta la atención que le dedica a la pantalla. Así lo plantea el sociólogo, y consultor asociado de Impakta Consultores, Axel Callis. “Mientras veo un programa, pienso qué voy a poner en las redes sociales. Eso es distinto a ‘ver’ un programa. Entonces ocupo las tandas publicitarias como espacio de interacción social”, dice.

La televisión antes establecía un régimen de hábitos de observación, agrega Callis, lo que terminaba estructurando el día de las personas. “Las personas hacían una convención entre la TV y su vida cotidiana. Llegaba del trabajo, empezaba a cocinar con la telenovela, comía con las noticias, se acostaba con el tiempo y se dormía con la franja nocturna. Con el comienzo de la TV por cable y con la grabación, empiezas a adaptar la TV a tu verdadera vida. Es decir, tú puedes grabar las noticias y verlas, pero en otro horario. Desengancho la habitualidad de la TV con mi vida privada”.

“Al mismo tiempo puedo empezar a modificar mis conductas”, añade el sociólogo, “en la medida que interactúo en la red social. Es decir, si yo miro una señal A, pero todo está pasando en la B, me cambio. Porque mi segmento cultural está ahí”.

Los números de la industria también son un reflejo de que algo está cambiando. Este año la televisión ha tenido una baja en la inversión publicitaria que afectó a todos los canales menos a Mega. La estación de Carlos Heller le “pegó el palo al gato” con las teleseries turcas y hoy cosecha los frutos luego de haber movido la grúa el 2013 para fichar a ejecutivos y rostros claves de Canal 13 y TVN.

Los resultados consolidados de la industria al tercer trimestre de 2014 arrojan una baja del 0.79% en la inversión publicitaria, de $ 200.944 millones a $199.357 millones, según datos de la SVS. Entre julio y septiembre, TVN tuvo una disminución –de acuerdo a la misma fuente– de 3,8%; Canal 13, de 13,9%; Chilevisión, de 14,4%; y La Red, de 13%.

En una reciente columna publicada por El Mostrador Cultura+Ciudad, se analiza un ejemplo detallado de la crisis por la que atraviesa la industria: «La millonaria pérdida de Canal 13 tras el retiro de publicitada teleserie nocturna«.

PROYECCIÓN VS. PANTALLA

En el trabajo del CNTV hay un capítulo entero con preguntas sobre la evaluación de los encuestados a la TV abierta, de pago y regional. El 65% dice estar insatisfecho con la TV abierta. De ese total un 35% señala que es porque hay muchas peleas, escándalos, problemas, farándula y chismes; 17,6% responde que es porque hay muy pocos programas culturales; y 16,8% porque hay muchas teleseries, novelas y comedias.

La insatisfacción viene a demostrar, según la jefa del departamento de Estudios del CNTV, María Dolores Souza, que hay una saturación con la farándula. “Está contaminando la opinión en distintos ámbitos. Ponen todo en un mismo saco. Esa saturación con la farándula sigue en la TV, pese a que objetivamente hay pocos programas de ese género. Esto es nuevo respecto de 2011, ya que aparece en primer lugar”, dice Souza.

Quienes están satisfechos con la TV (35%) dicen que es por la buena y entretenida programación (36%); la cobertura amplia, de calidad y oportuna de los noticiarios (17,3%); y porque la televisión los acompaña, entretiene y distrae (16,7%).

Otra pregunta interesante que realizó la encuesta fue sobre los actores que aparecen poco. Los indígenas lideran las menciones con el 62%, seguido por los sectores populares (45%) y los homosexuales (42%). Por contraste, quienes aparecen mucho para los encuestados son: los personajes de la TV y el espectáculo (67%); los partidos políticos y parlamentarios (54%); las autoridades de gobierno (48%); y los empresarios y sectores acomodados (42%).

El estudio también pregunta por quiénes son los actores más influyentes y la respuestas es: auspiciadores y empresas que publicitan en los programas (66,1%); empresarios o personas con poder económico (54,3%) y el propio CNTV (53,6%). Los menos influyentes son las minorías (79%), los sectores populares (69%) y los estudiantes (67%).

Estas preguntas –sobre razones de insatisfacción, presencia en pantalla e influencia– abren el espacio para que el encuestado “proyecte” su imagen de la sociedad en las respuestas. Por lo tanto, el resultado no es cuantitativo sobre lo que pasa en la pantalla sino que una percepción de ésta.

Así lo cree el investigador de la industria y académico de la Universidad Católica, Luis Breull: “Cuando la gente dice que hay mucha farándula o que los poderosos tienen mucha influencia, lo que está haciendo es traspasar o proyectar la visión de sociedad a la pantalla y eso es algo de lo que el estudio no se hace cargo. Es una fraseología difícil que no diferencia lo que es proyección versus lo que está en pantalla. Las preguntas recogen un estado de percepción que no necesariamente es lo que muestra la TV”, dice.

Para Axel Callis ese tipo de preguntas refleja “el famoso triángulo cognitivo que tiene que ver con: lo que deseo, lo que repito y lo que hago. La repetición es por recordación, lo que deseo es por aspiración y lo que hago es lo que me pasa”.

Más allá del resultado, la medición del CNTV no cae muy bien en la industria, donde el comentario general es que este tipo de encuestas “aporta poco”, que los departamentos de estudios de los canales “apenas las revisan” y que solo confirman una crítica general y caricaturizada del medio, sostienen fuentes del rubro.

¡QUIEREN CULTURA!

 Otro tema que aborda la encuesta es la evaluación sobre la nueva ley de televisión que exige a los canales transmitir cuatro horas semanales de programación cultural. El 45% cree que la norma “es lo adecuado”, un 42% que se debiera exigir más horas y solo un 7% dice que la norma no debiera existir.

Además, un 31% señala que pediría más programas culturales a la TV abierta, seguido por un 17% que pediría programas educativos y un 16% que pediría programas infantiles.

“Estamos acostumbrados a un cierto tipo de televisión, así como nos acostumbramos a las hamburguesas y papas fritas”, explica Souza. Según la experta, entre los televidentes empieza a haber una “conciencia más grande, porque la gente está diciendo que cuando se satura cambia de canal, algo que antes no se veía. La gente era muy fiel a su propio hábito y a como normalmente veía TV, sin cambiar y no cambiaba mucho de canal. Pero en otros estudios nos está saliendo que o se está viendo menos o se está cambiando más de canal. Entonces, quiere decir que sí hay una cierta conciencia de que hay otro tipo de programas que pueden ser más interesantes y no tan desechables. En el fondo, la gente quiere de todo un poco, pero no mucho de lo mismo”.

Una mirada más crítica sobre estos datos tiene Axel Callis, quien cree que reflejan pura “culpa cultural”. “Lo que hacen es confirmar siempre la culpa que tienen tanto las audiencias como los medios del entretenimiento basura”, dice.

A raíz de esta demanda por más cultura en la pantalla, es interesante releer el ensayo que en 1990 escribió David Foster Wallace sobre la televisión y la narrativa norteamericana titulado “E Unibus Pluram: televisión y narrativa americana”. Foster Wallace analiza en más de setenta páginas la importancia de la cultura televisiva estadounidense en la narrativa, los puntos en que ambas confluyen y colisionan.

En el subtítulo, «Metaespectadores», aborda las ironías y conflictos del televidente. Aunque el ensayo es de hace dos décadas y sitúa como objeto de estudio la realidad de Estados Unidos, algunos de sus pasajes no dejan de tener vigencia a la luz del deseo de “más cultura” que expresan los encuestados por el CNTV.

“A pesar de que una parte de los críticos de la cultura pop presuponen que el pobre público televisivo, en el fondo, ‘desea novedades’, todas las pruebas indican, más bien, que el público realmente desea lo de siempre pero cree, en el fondo, que tendría que desear novedades. De aquí la mezcla de devoción y burla por parte de muchos espectadores. (…) Sobre todo en la última década, esta tensión en el público entre lo que queremos y lo que creemos que tendríamos que querer ha sido el aliento y el pan de la televisión. La invitación autoparadójica de la televisión a que aceptemos su indulgencia, su transgresión, su ‘rendición’ gloriosa (tampoco ajenas a los ciclos de la adicción), es una de las formas ingeniosas en que ha consolidado su presa durante seis horas al día sobre las agallas de mi generación”, escribió Wallace.

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