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Republicanos dio inicio a la campaña por el Apruebo Opinión

Republicanos dio inicio a la campaña por el Apruebo

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El partido de Rojo Edwards, no solo les dio un verdadero empujón a los indecisos para migrar al Apruebo –inconscientemente, y aunque tenga dudas, una persona de centro o centroizquierda jamás querrá que la encasillen junto a los Republicanos–, también le hizo un tremendo favor al Gobierno al presentar una acusación constitucional contra la ministra del Interior, que le ayuda a La Moneda a alinearse frente al rival e, incluso, afirma a Siches. Y, por supuesto, fue un segundo golpe a la estrategia de la derecha –en menos de una semana– que sabe que, acusar a un ministro que lleva solo dos meses en el cargo, es desperdiciar cartuchos.


Sí, leyó bien el título. Es una ironía, por supuesto, pero la verdad es que el anuncio del partido de derecha, la semana pasada, le dio un empujón importante al Apruebo. Veamos por qué.

Hasta antes de la entrega del primer borrador de la propuesta de nueva Constitución, presentado por la Convención Constitucional (CC), las encuestas mostraban una distribución más o menos pareja entre el Apruebo, Rechazo –algo más alto– e indecisos. También, indicaban que el Apruebo había detenido su caída, a diferencia del Rechazo que comenzaba a bajar. Sin ir más lejos, la semana pasada, Cadem mostró una subida de 3 puntos entre quienes dicen estar a favor del nuevo texto y una baja de 2 puntos entre los que lo rechazan. En resumen, se acortó la distancia en 5 puntos.

¿Por qué ese fenómeno? Principalmente porque, desde que la CC entró en tierra derecha –hace unas tres semanas–, se comenzó a observar un menor nivel de controversias, además que el Pleno fue rechazando aspectos polémicos –que ocuparon excesiva prensa– que habían sido aprobados en las comisiones. La nacionalización de todos los metales es el mejor ejemplo de ello. Es decir, en la medida que la Convención despejaba las incertidumbres, que dejaron de circular fake news –como esa de que se cambiarían la bandera y el himno nacional– y los convencionales se concentraron más en el trabajo –de lunes a domingo, por lo demás– y menos en las declaraciones, la ciudadanía volvió a mirar el proceso, que ya culminó en su primera fase con la entrega del borrador que contiene 499 artículos vs. los 143 de la Constitución actual.

De aquí en adelante, se debería producir un cambio en la tendencia en las encuestas. Teniendo un texto preliminar concreto al frente –el final estará recién el 4 de julio, luego de pasar por Armonización, Normas Transitorias, Preámbulo y nuevamente el Pleno– e iniciándose la difusión del mismo, las personas tendrán la oportunidad de formarse una opinión personal, sin que esté condicionada por cierta prensa, ni la campaña feroz en RRSS que ha tenido la Convención. También es probable que los indecisos, que corresponden en un 100% a gente que votó Apruebo en 2020, vayan migrando al Apruebo. Porque una cosa es tener una diferencia con algunos de los 499 artículos, pero otra es pasar la barrera y alinearse con quienes, como Republicanos, votaron Rechazo en la entrada y declararon que no querían ningún cambio de la Constitución de Pinochet.

Es probable, también, que el ambiente que rodee a la Convención se parezca más al espíritu que se observó en la gira a Antofagasta –muy cuidada en imagen y buena conexión con la gente– y que la racionalidad de las personas empiece a jugar a favor de la nueva propuesta de texto. Partamos de la base de que la invitación el 4 de septiembre será a votar una Constitución “en general”, que además tendrá un largo período de adaptación –normas transitorias– y leyes complementarias. La psicología de las personas opera en términos globales en estos procesos. Así como usted y yo no estamos 100% conformes con nuestro trabajo, la casa que elegimos o incluso las relaciones afectivas con otros, tampoco votamos estando totalmente de acuerdo con el programa de un candidato(a) a Presidente(a), diputado(a), alcalde o alcaldesa.  Votamos en general.

Lo que hizo el partido liderado por Rojo Edwards, al desahuciar el texto borrador –cosa que iban a hacer saliera lo que saliera de la CC–, fue no solo un error, para una derecha que diseñó una estrategia para evitar salir a rechazar directamente –piensan utilizar solo organizaciones sociales en su campaña y franja, porque saben que, cuando empiecen a aparecer los Kast, tío y sobrino, los Allamand o RN transparentando su opción, las personas que históricamente han votado por el centro y la centroizquierda, asumirán una conducta reactiva a esa derecha anticambios–. En un ambiente polarizado, como el que tendremos desde el 4 de julio al 4 de septiembre, se producirá un alineamiento natural.

Tal es el temor que existe en la derecha de que se produzca un giro de este ambiente de “rechazo” que ayudaron a instalar –con la ayuda de los errores y conductas de varios convencionales, partiendo por Rojas Vade–, que incluso la UDI ha sido extremadamente cauta, evitando un pronunciamiento oficial de rechazo al borrador. Además, saben que la volatilidad de las encuestas ya se demostró en el plebiscito de entrada, cuando la misma Cadem pronosticaba, un par de meses antes, un “empate técnico” en la segunda papeleta, aunque la realidad terminó 80 a 20.

Pero el partido de Rojo Edwards, no solo les dio un verdadero empujón a los indecisos para migrar al Apruebo –inconscientemente, y aunque tenga dudas, una persona de centro o centroizquierda jamás querrá que la encasillen junto a los Republicanos–, también le hizo un tremendo favor al Gobierno al presentar una acusación constitucional contra la ministra del Interior, que le ayuda a La Moneda a alinearse frente al rival e, incluso, afirma a Siches. Y, por supuesto, fue un segundo golpe a la estrategia de la derecha –en menos de una semana– que sabe que, acusar a un ministro que lleva solo dos meses en el cargo, es desperdiciar cartuchos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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