Publicidad
El día que Boric se graduó de Presidente Opinión

El día que Boric se graduó de Presidente

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
Ver Más

Pese al balance positivo que dejó la Cuenta Pública para el Gobierno y para Boric, fue notorio que se optó por bajarle protagonismo a la ministra del Interior. Sin duda, este sigue siendo el flanco más débil de La Moneda, por lo que, de seguro, el Presidente debe estar planificando un ajuste que debería materializarse a partir del 4 de julio y antes del 4 de septiembre. Por ahora, varios deben estar cruzando los dedos para que la ministra Siches no tenga ningún contratiempo durante los días en que estará de Vicepresidenta, mientras el Mandatario se encuentre reunido con personajes de la talla de Trudeau o Biden. Bueno, mal que mal, recién la semana pasada, Boric se graduó de Presidente de la República.


Lo cierto es que la Cuenta Pública marcó un punto de inflexión para Gabriel Boric. No solo logró –por fin– apropiarse de la agenda, sino que proyectó también un hecho simbólico importante: se instaló como Presidente en régimen. Fin al complejo proceso de instalación –con varios autogoles–; fin a solo concentrarse en la administración de los problemas heredados de Piñera –delincuencia, migración, La Araucanía–; fin a la proyección pública de un millennial voluntarioso. El 1 de junio, Boric comenzó su verdadero período presidencial. Esto, proyectando la estatura de un Mandatario, una puesta en escena impecable, el reencuentro con su estilo –que desató en el verano la Boricmanía– y presentando una hoja de ruta que obligó a todos los actores, partiendo por una debilitada oposición, a encuadrar el debate en los términos impuestos por el Presidente. Siempre es mejor imponer la agenda, aunque eso implique críticas.

Simbólicamente, el 1 de junio Boric se graduó de Presidente. Un discurso con bastante épica, anuncios en todos los ámbitos, reconocimiento a sus antecesores –aquellos de “los 30 años”, incluido Piñera–, gestos a los partidos que lo sustentan, pero especialmente a la ciudadanía. Sin eludir los temas complejos –como la eutanasia–, pero al mismo tiempo abordando los problemas heredados, como la seguridad, pese a la crítica de la oposición de que fue insuficiente. Pero, lo más importante, volvió a sintonizar con los temas que inquietan a la gente, como el acceso a la vivienda digna –se construirán 260 mil viviendas–. Fue también audaz, al personalizar los abusos con el caso Metrogas o anunciar el Fondo Universal de Salud y la jornada de 40 horas.

Y aunque desde la oposición intentaron descalificar el financiamiento de proyectos como Trenes para Chile o el fin del CAE, no lograron instalar un relato que contrapesara anuncios como el de la construcción de 12 centros de Salud Mental –uno de los grandes problemas agravados por la pandemia– o del proyecto de ley que obligará al pago efectivo de la pensión de alimentos. Tampoco ayudaron al posicionamiento de la derecha las declaraciones de Iván Moreira, quien, previo a la Cuenta Pública, señaló que Boric “podría no terminar su período”. ¿Cuándo aprenderán en ese sector que las campañas del terror siempre terminan jugándoles en contra?

Pero más allá del listado de proyectos o la oferta presentada para los próximos cuatro años, lo más relevante fue que Boric logró hacer un giro. Además de dotar de contenidos a un Gobierno al que no solo le costó el arranque, sino que careció además de un relato inicial potente, La Moneda parece haber asumido que debe jugar mucho más a la ofensiva en lo comunicacional. Por primera vez vimos a prácticamente todos(as) los(as) ministros(as) desplegados en distintos medios de comunicación dando cuenta de lo que será la carta de navegación. A ello se sumó la decisión de realizar una cadena nacional esa misma noche, que le permitió al Presidente instalar los ejes de su propuesta al país, adelantándose a los noticieros de TV. Sin duda, ganó la interpretación. En pantalla se vio a un Mandatario cercano y suelto. Acertada, también, la opción de combinar la solemnidad del Palacio de Gobierno –flanqueado por dos banderas chilenas– con un Presidente que se proyectó muy auténtico, muy él. Con un escritorio algo desordenado, un libro encima y el jarrón con la imagen de su perro Brownie. Un acierto cuando exhibió un dibujo regalado por una niña. Porque la verdad es que la emocionalidad de Boric –qué contraste con Piñera– es un atributo al que le sacó provecho en la etapa previa a asumir, pero que había abandonado, tal vez con el afán de apropiarse del cargo.

Por otra parte, sabiendo que las cosas no están aún claras para la Convención, el Primer Mandatario fue más cuidadoso de lo esperado con el órgano que está a menos de un mes de entregar el texto definitivo. Pese a dejar a claro su apoyo al proceso, tomó precauciones, acaso buscando evitar que la oposición aprovechara la ocasión para acusarlo de parcialidad o, bien, porque sabe que debe separar la premisa que instaló en la campaña, entre el éxito de su Gobierno y el de la Convención.

Pese al balance positivo que dejó la Cuenta Pública para el Gobierno y para Boric, fue notorio que se optó por bajarle protagonismo a la ministra del Interior. Sin duda, este sigue siendo el flanco más débil de La Moneda, por lo que, de seguro, el Presidente debe estar planificando un ajuste que debería materializarse a partir del 4 de julio y antes del 4 de septiembre. Por ahora, varios deben estar cruzando los dedos para que la ministra Siches no tenga ningún contratiempo durante los días en que estará de Vicepresidenta, mientras el Mandatario se encuentre reunido con personajes de la talla de Trudeau o Biden. Bueno, mal que mal, recién la semana pasada, Boric se graduó de Presidente de la República.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias