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Kenia: el paraíso de la vida salvaje Viajes

Kenia: el paraíso de la vida salvaje

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María José Terré
Por : María José Terré Directora Mundial de Comunicaciones Water is Life
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Una experiencia única para vivir al menos una vez en la vida.


La palabra “safari” que en el español relacionamos con el paseo de ver animales salvajes en la sabana africana, en realidad es una palabra que viene del suajili, uno de los idiomas que se habla en algunos países de África del este como Kenia y Tanzania. En esta lengua significa “viaje” y es por esto que aquí se utiliza cada vez que uno se va por algunos días a otro lugar.

Llegué a Kenia en febrero para desarrollar algunos proyectos que venía trabajando desde el año pasado con Water is Life, fundación que se dedica a entregar soluciones de agua potable en lugares donde no la hay ,y en la que soy responsable de las comunicaciones a nivel internacional. La idea era quedarme un mes, ya que debía volver a Chile por otros temas laborales. Sin embargo, debido a razones que están de más volver a mencionar, terminé quedándome “atrapada” aquí.  

Hace algunos meses atrás me contactó Richard Watkinson, fundador de Black Balloon, una agencia de viajes boutique que se dedica a crear viajes a la medida para sus clientes con un sello muy característico que fue lo que capturó mi atención: la experiencia detrás del viaje. Me dijo que a través de las historias de mi Instagram me había visto cruzar la frontera desde Kenia a Tanzania por tierra junto a otras aventuras y que le había gustado mi forma de contar y mostrar situaciones tan distintas a lo que estamos acostumbrados a ver.

Richard, que está enamorado de África, de su gente, de su diversidad cultural y de su fauna única en el mundo, me propuso trabajar juntos con el fin de poder abrir una ventana a este lugar del planeta que todavía está tan poco promocionado y conocido, sobre todo, por nosotros en Sudamérica.

De alguna manera era lo que venía haciendo, pero a través de sus contactos y alianzas con los mejores tour operadores de la zona, se me abría una posibilidad infinita de ampliar mi recorrido por el continente y vivir aventuras que me permitirían seguir aprendiendo y compartiendo este lugar del planeta. Debido a que África es el continente del reino animal y es aquí donde se pueden ver los “cinco grandes” (el león, el búfalo, el elefante, el leopardo y el rinoceronte), el primer viaje que hicimos fue para mostrar la mayor atracción turística de Kenia: los safaris. 

Considerando que más del 20% ingreso total de Kenia corresponde al turismo alcanzando US1.6 billones, cada año más de dos millones de turistas vienen a buscar  la imagen que todos hemos visto alguna vez sobre las grandes llanuras de pastos dorados en las que se pueden llegar a ver casi todos los grandes mamíferos de este maravilloso continente. Elefantes, jirafas, manadas de cebras y cientos de herbívoros son los que atraen a grandes depredadores como leones, hienas y leopardos que, con un poco de suerte, se pueden ver y escuchar de cerca, lo que constituye uno de los espectáculos naturales más impresionantes del mundo.

Ol Donyo – Chulu Hills

Ubicado entre los parques de Tsavo y Amboseli, en el corazón de las montañas Chyulu, se ubica “Great Plains Conservation: Ol Donyo”, un lodge perteneciente a Dereck y Beverly Joubert, dos reconocidos fotógrafos y conservacionistas pertenecientes al grupo de grandes exploradores de National Geographic que han recorrido, protegido y cuidado la vida salvaje de África por mas de 30 años. 

Son 275,000 hectáreas de terreno salvaje que pertenecen a 4 mil miembros masai, la tribu más conocida de Kenia. A diferencia de las reservas naturales, al ser ésta una reserva privada, los masai se transforman en socios con los que se establece una relación simbiótica mediante la cual reciben beneficios aparte de lo que generan por arrendar sus tierras. Acceso a educación, deporte y proyectos comunitarios que principalmente están enfocados en mejorar la calidad de vida a través de los ingresos que conllevan el turismo y la conservación. Solo a modo de ejemplo, hace algunos años la cantidad de leones en la reserva iba decreciendo considerablemente. ¿La razón? Los leones se acercaban a las aldeas para cazar parte del ganado de los masai. En respuesta y para prevenir futuros ataques, éstos salían a cazarlos a ellos.

Gracias al aporte que “Great Plains Conservation” realiza a este tipo de iniciativas y en conjunto con “Big Life Foundation” es que hoy en día existe un fondo para retribuir el valor económico de los animales. Un gran logro para la conservación si consideramos que en los últimos 20 años la cantidad de leones venía disminuyendo a pasos agigantados y hoy se ha evitado un 91% de la caza de esos leones aumentando su numero a cifras bastante esperanzadoras. Es por esto que al elegir quedarse en un lugar como éste, se contribuye directamente a proteger la vida salvaje y las comunidades locales. 

Por su parte, el lodge supera cualquier expectativa que se pueda tener. Cinco miembros de un sonriente staff nos esperaban para darnos la bienvenida, tomarnos la temperatura y ofrecernos un trago que combinaba con la decoración africana de una gran sala que se usa como recepción.  Artefactos de safari, muebles de cuero, una gran biblioteca con libros de África y gigantografías de fotos tomadas personalmente por Beverly capturan tu atención y te hipnotizan por su belleza y majestuosidad. Todo perfectamente ubicado en un espacio abierto que ofrece una vista en 180 grados hacia una planicie en la que a la distancia se ven los elefantes tomar agua de un pozo. El sol ya comenzaba a caer por lo que luego de dejar nuestro equipaje en la habitación aprovechamos inmediatamente para salir al primer safari y capturar imágenes bañadas por la luz dorada del atardecer. 

Un jeep completamente equipado y abierto por los lados nos llevó a un lugar desde donde podríamos maravillarnos con una bola de fuego que se escondía en el horizonte. Mientras tanto, Jeremiah, el guía que nos acompañaría durante nuestra estadía, desplegaba un servicio de champaña y gin tonics sobre una mesa cubierta con una manta masai que es una especie de frazada a cuadros característica por sus fuertes colores rojizos, infaltable en cualquier tipo de safari. Es entonces cuando admiras el paisaje, lo que sucede a tu alrededor y aparece esa risa nerviosa, sientes que los ojos se te nublan y te dan ganas de gritar de emoción. Cuesta creer que lo que estás viviendo es real.

Cuando ya había oscurecido volvimos al lodge para una ducha antes de cenar. Las habitaciones se encuentran decoradas al más puro estilo africano y están diseñada para que cada una tenga su propia ventana a lo que le llaman “el alma de África del este”: el monte Kilimanjaro. La terraza también cuenta con su propia piscina y en el techo hay una “star bed” o cama de estrellas para poder dormir a la intemperie y deleitarse con un cielo estrellado de vía láctea mientras escuchas a los leones y a las hienas a lo lejos. O a veces no tan lejos. Esa misma noche, después de cenar vino Graham Mckittirck, el manager, a decirnos que dos leones machos se encontraban bebiendo agua de la piscina principal por si queríamos ir a verlos a lo que accedimos de inmediato. Una de las reglas en todos los hoteles que se encuentran en medio de los parques consiste en no caminar solo de noche entre las habitaciones por la misma razón. Los animales salvajes son los dueños mientras que nosotros, los invitados a su espacio por lo cual puedes encontrarte con ellos en cualquier lugar. Guardias masai hacen de escoltas acompañándote y sabiendo qué hacer en caso de un encuentro. 

A la mañana siguiente y como sería la costumbre los próximos días, nos levantamos a las cinco de la mañana para poder estar arriba del jeep y en la locación perfecta para captar ese sol saliente que vemos en las postales. Nos esperaba Jeremiah con su característica sonrisa y en cada asiento un guatero de agua caliente, una frazada y un termo con café preparado exactamente a gusto personal. Las temperaturas en los parques varían considerablemente desde temprano en la mañana al medio día cuando el sol pega fuerte y hace calor, por lo que se recomienda llevar ropa para ambos climas. ¿Lo mejor de todo? Adentro del jeep también había una maleta con equipos de fotografía profesional con lentes de acercamiento que están a disposición por si quieres entretenerte sacando fotos como si trabajaras para la National Geographic. 

Durante toda la mañana estuvimos buscando a los animales salvajes mientras escuchábamos una completa explicación de nuestro guía quien conocía a la perfección el comportamiento de cada una de las especies con las que nos íbamos cruzando. Sabía exactamente donde encontrarlos, cómo influye la hora del día, las condiciones climáticas y todos los factores para dar con su ubicación. 

De vuelta en el lodge nos esperaba Graham para llevarnos al “hide” (o escondite) donde almorzaríamos. A medida que caminábamos en dirección al sitio que habíamos visto desde la recepción el día anterior, nuestro manager bajaba la voz y comenzaba a susurrar diciendo que ya nos acercábamos a los animales por lo que no debíamos hacer ruido. Una vez adentro el escenario es increíblemente sobrecogedor. Una especie de ventana abierta solo hecha con troncos y palos era lo que nos separaba de cebras, jabalíes, impalas y cinco enormes elefantes que bebían agua del pozo que habíamos visto la tarde anterior. Una mesa puesta con el almuerzo listo y unas cervezas Tusker bien frías nos acompañarían en esta experiencia de poder ver Animal Planet en vivo a solo diez metros de distancia. Se preguntarán ¿qué se siente? Una sensación de pequeñez, de admiración y de profundo respeto. Sientes que todos esos animales te miran y la extrema cercanía permite ser consciente de ese contacto visual con el ojo de un elefante que te observa fijamente. Es una experiencia surreal. 

Por la tarde tuvimos el safari en bicicleta terminando en la cima de un monte donde nos esperaba el staff del hotel que ya había arreglado un mirador con alfombras y cojines para ver la puesta de sol. De a poco la oscuridad comenzó a traer las estrellas que invadieron el cielo por completo dejando el recuerdo de una noche mágica en algún lugar de la sabana africana.

Una de las particularidades de Great Plains Ol Donyo es la diversidad de actividades que ofrece para todo tipo de edades y gustos. Además de todo lo que habíamos vivido hasta ese entonces, terminaríamos con algo que personalmente me provocaba una emoción especial, ya que lo había practicado durante mucho tiempo desde niña. Realizaríamos un safari a caballo para poder experimentar otra forma de acercamiento a la vida salvaje. Debido a que habíamos probado los equipos el día anterior ya se encontraba todo listo para salir.

Nos acercamos a una familia de jirafas con sus crías y pudimos ver como amamantaban desde tan solo unos cuantos metros. Los ñus, gacelas y demás animales parecían no tener ese miedo que le tienen al sonido del jeep y debo decir que cabalgar por esa planicie infinita provoca una sensación de adrenalina y libertad como pocas veces he experimentado. Finalmente y cuando crees que no puede ser mejor, una mesa puesta bajo un gran árbol de acacia nos esperaba con un completo desayuno de frutas con yogurt, granola, café, tostadas y un chef que se acercó a preguntar cómo quería mis huevos. Mientras tanto, el mismo mesero que nos había atendido durante esos días en el hotel, nos sorprendía con una botella de champaña a las nueve y media de la mañana. 

Masai Mara

Nos despedimos del maravilloso staff y con sentimientos encontrados por no querer irnos seguimos nuestro viaje hacia otra de las locaciones de “Great Plains Conservation” en la reserva más conocida de Kenia: la Reserva natural del Masai Mara. El nombre viene del Río Mara y de donde reside una de las tribus más populares del continente: los masáis, quienes todavía conservan su cultura y tradiciones a pesar del número de visitantes que cada año viajan a visitar sus tierras.  

Viajamos en auto de vuelta a Nairobi para tomar una pequeña avioneta desde el aeropuerto de Wilson al aeródromo del Mara Nyika, una reserva privada de cincuenta mil hectáreas en la región de Naboisho, nombre que en el idioma masai significa “todos juntos” y representa a los 500 locales dueños de las tierras que venimos a conocer. Es impresionante aterrizar entre medio de búfalos, antílopes y otros animales que se hacen a un lado cuando viene el avión. No hay ninguna estructura de concreto, solo una pista y un jeep de Great Plains esperándonos. Kevin, como se presenta, será nuestro guía y el que nos llevará al campamento donde nos quedaremos durante los próximos días.

En el camino vemos jirafas “masai”, las que son típicas de esta zona y cuentan con una particular forma de pintas irregulares por las que son fáciles de identificar. Pasamos por un río lleno de hipopótamos y cientos de ñus galopan y se cruzan en el camino mientras los rayos de sol buscan una salida a través de las nubes cayendo como destellos fulminantes en este paisaje que parece de otra galaxia.

Nuevamente el staff completo nos espera para darnos la bienvenida y nos lleva a nuestras carpas que parecen campamentos de la reina Elizabeth II por su lujo y ostentosidad. Apenas entras hay un pequeño living decorado con muebles de madera, un gran sillón, un escritorio con lámparas antiguas y maletas de las que se deben haber usado hace décadas cuando los colonizadores llegaron a Kenia. Un espacio contiguo forma la habitación principal con una cama extra King de resplandecientes sábanas blancas que mira hacia el parque desde una altura en la que no puedan subir los animales que, por supuesto, andan sueltos. En el espacio adyacente se encuentra el baño, del mismo tamaño que la habitación, donde lo primero que capta tu atención es una enorme tina de cobre que resplandece con la luz del atardecer. Una ducha amarrada a una antigua puerta tallada con llaves de bronce hace juego con el lavamanos y el espejo reflejando un espectáculo sublime. 

La cena está lista en una mesa cercana al fogón donde nos ofrecen algo para beber mientras cansados y sin poder creerlo, contemplamos las llamas bailar al son de los ruidos de insectos y sonidos que hacen los animales a lo lejos. El escuchar la risa de una hiena o el rugir de un león ya se empieza a hacer común, pero apenas lo sientes te quedas en esa quietud absoluta que deleita tus oídos y acelera el corazón. Lo mismo cuando sucede mientras en plena noche, cuando todo está oscuro desde tu cama escuchas la respiración de un búfalo que come pasto cerca de tu carpa. Muy cerca.

Y es este tipo de experiencia el que ofrece la cadena “Great Plains Conservation” en distintos países de África donde su principal misión es ayudar a desarrollar las comunidades locales a través de la conservación. Todos sus lodges buscan generar el mínimo impacto al ecosistema en base a energía solar, reciclaje y armando las carpas sobre construcciones que no dañan la tierra, entre otras medidas.

Al día siguiente salimos temprano como de costumbre y luego de buscar por algunas horas nos encontramos con dos leones machos que acababan de terminar de comer. Hienas, jirafas y cientos de ñus, antílopes e impalas pastan y toman el sol. Horas después vimos un grupo de cebras bebiendo agua de un lago y al final encontramos a una leona amamantando a su cría recién nacida lo que realmente es una de las situaciones más conmovedoras dentro de la vida salvaje. Nos acercamos de a poco sin hacer ruido, respetando su espacio e intimidad y su comportamiento me conmueve. Reconozco que los leones siempre me han llamado la atención por su forma de contacto. Se acercan y con el cuello buscan acariciarse mutuamente, juegan con las garras, se lamen, se muerden a modo de juego y permanecen siempre en grupo. Jeremiah nos cuenta que las leonas se organizan para dar a luz en la misma época de forma que todas puedan amamantar a las crías sin importar de qué madre vengan. De esta forma se turnan para cazar sin la preocupación de que sus cachorros queden sin alimento. 

Luego de un largo día volvemos al campamento donde se encuentra el fogón prendido y de inmediato se acercan a ofrecernos algo para tomar. En esto aparece David, de quien ya nos habíamos despedido, para decirnos que hay algo que quiere que veamos, por lo que nos volvemos a subir al jeep y nos lleva por otro camino hacia una mesa puesta en la mitad de la reserva donde ya se encuentra gran parte del staff esperándonos para sorprendernos con una cena diferente. Cada desayuno, almuerzo y comida se organiza en distintas locaciones con el fin de nunca repetir el mismo. Y de alguna forma, siempre encuentran la manera de sorprenderte. 

Este viaje ha sido literalmente un sueño. Tener la posibilidad de visitar estas reservas y aprender acerca de la conservación ha sido una experiencia tremendamente gratificante. Hasta este entonces, sabía muy poco sobre lo importante que es el crear conciencia sobre el rol que jugamos en la preservación de la vida salvaje y de la naturaleza que aun se conserva intacta en algunos pocos lugares de nuestro planeta. Es por esto que hoy muchas compañías y empresas turísticas están apostando por s actividades sostenibles y respetuosas con el entorno. Es una asignatura obligatoria, pero para cuidarlo, tienes que quererlo. Y para quererlo hay que conocerlo. Solo puedo recomendarles este rincón del planeta que ofrece una experiencia única en la vida, de esas que quedan para siempre en la memoria y pasan a ser parte de nuestra historia. Y para que busquemos en los viajes un sentido, un aprendizaje y la forma de aportar a ese mundo del que dependemos. 

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