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La mano invisible del mercado versus los intereses del país

Andrés Romero
Por : Andrés Romero Andrés Romero Celedón, socio Sustentank y ex director del Programa País de Eficiencia Energética.
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A los “grandes” les conviene financiar y desarrollar un gran proyecto como Hidroaysén, más que decenas de proyectos que aporten unos cientos de MW cada uno. En otras palabras, hay tanto potencial a precios competitivos como Hidroaysén, pero no son interesantes de desarrollar para los que tienen el poder del mercado eléctrico.


Somos un país que quiere crecer, pero esto requiere más energía. Según las estimaciones de la Comisión Nacional de Energía (CNE), la demanda eléctrica subirá un 5,14% anual en los próximos años y no contamos con la generación suficiente para lograr cubrir este porcentaje de aumento. En definitiva, para el 2030 necesitaremos doblar la capacidad instalada actual que tiene el Sistema Interconectado Central (SIC).

Pero, ¿hoy quién decide cuánta energía y con qué fuentes generar electricidad? Muchos no saben que «la piedra angular» del desarrollo eléctrico del país en los últimos 30 años, ha sido el principio de «neutralidad tecnológica» que nuestra ley eléctrica establece. Según este principio, es el mercado el que «decide» los medios de generación, de acuerdo a las señales de precios.

El efecto de esta regulación es la concentración de la generación en tres actores que han definido un desarrollo eléctrico a la medida de su conveniencia, la que no necesariamente corresponde a los intereses de todos los chilenos. La participación de las tres más grandes empresas (Endesa, Colbún y AES Gener) significó un 83% del mercado total en el año 2008. En otras palabras, el mercado de la generación puede considerarse como altamente concentrado, lo que se ha mantenido invariable en los últimos 10 años. Solo Endesa abastece casi la mitad de la energía, haciendo que no tenga un competidor equivalente e Hidroaysén profundiza la concentración del mercado eléctrico en manos de Colbún y Endesa (3000 MW más para ellos).

[cita]A los “grandes” les conviene financiar y desarrollar un gran proyecto como Hidroaysén, más que decenas de proyectos que aporten unos cientos de MW cada uno. En otras palabras, hay tanto potencial a precios competitivos como Hidroaysén, pero no son interesantes de desarrollar para los que tienen el poder del mercado eléctrico.[/cita]

La falta de competencia trae malas noticias para los chilenos: altos precios; aumenta el riesgo de captura a la autoridad política (a cargo de regular y fiscalizar a estas empresas); desarrollo de medios convencionales para generar electricidad (mega proyectos hidroeléctricos o termoeléctricos que les acomoda como modelo de negocio a los «grandes») con daños sociales y ambientales que pagan todos los chilenos -porque no son internalizados en los costos de los proyectos-; escaso desarrollo del uso eficiente de la energía y nulo aprovechamiento de fuentes renovables no convencionales de energía, entre otros aspectos.

La situación actual de Chile es particularmente favorable para el aprovechamiento de nuestro potencial en energías limpias, ya que estamos recién empezando a desarrollar lo que tenemos. Pero, ¿por qué no se han desarrollado? simplemente porque a los “grandes” les conviene financiar y desarrollar un gran proyecto como Hidroaysén, más que decenas de proyectos que aporten unos cientos de MW cada uno. En otras palabras, hay tanto potencial a precios competitivos como Hidroaysén, pero no son interesantes de desarrollar para los que tienen el poder del mercado eléctrico.

Por ello, podemos decir que Chile puede evitar la construcción en esta década de miles de kilómetros de líneas de transmisión -que cada uno de los chilenos pagará en sus cuentas eléctricas por decenas de años- y la construcción de las cinco represas, aplazando estas inversiones por proyectos con menos impactos que el reseñado, sin que eso signifique quedar a “oscuras”, como tratan de hacernos creer desde el Gobierno y la empresa.

Chile requiere tomar definiciones políticas en materia energética y no dejarlo todo al mercado. Los factores más relevantes que marcarán nuestra competitividad como país serán los costos de la energía eléctrica y la huella de carbono que tienen nuestros productos. Muchos consumidores y corporaciones que demandan nuestros productos han anunciado que adoptarán exigencias en materia de huella de carbono. Eso será pronto un estándar de competitividad al que estará sometida nuestra industria.

¿Qué podemos hacer? Lograr que no solo el mercado decida sobre nuestro desarrollo; privilegiar aquel desarrollo que permita mejorar la competencia en el mercado de generación eléctrica, bajar la huella de carbono, evitar la contaminación local y tener costos competitivos de la energía. En este sentido, debemos modificar el “paradigma de la neutralidad tecnológica”, cambiándola por una planificación integrada de recursos a cargo de la autoridad energética y ambiental.

La planificación integrada de la energía es el análisis sistemático de todos los factores que influyen en la evolución de los sistemas energéticos; determinar las opciones y evaluar sus puntos fuertes y débiles; comparar las alternativas y calcular los costos y beneficios de las distintas hipótesis; examinar los factores limitativos y analizar los límites de los marcos actuales o futuros (financieros, de políticas, etc.); evaluar los resultados posibles y valorar las posibilidades de éxito a corto y largo plazo.

¿Cuál desarrollo se debería privilegiar? Aquel que aproveche fuentes autóctonas y limpias, las cuales deben transformarse en el sello distintivo del país en el mundo, un líder indiscutido en la lucha por el cambio climático, la protección del medio ambiente, la equidad y el desarrollo económico, en otras palabras, un líder en desarrollo sostenible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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