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Incoherencias diplomáticas Opinión

Incoherencias diplomáticas

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Si Chile pierde una parte de territorio en el diferendo con Perú, no será solo una lejana derrota jurídica. Se verá afectado el capital diplomático del país, y una interrogante surgirá en torno a nuestra voluntad disuasiva. Esta posibilidad está al corto plazo y requiere asumirse que estamos frente a la posibilidad de una crisis y que para evitarla, debemos iniciar una maniobra ad hoc.


Las relaciones vecinales, en especial con nuestros vecinos andinos, constituyen el principal desafío de nuestra diplomacia.

La existencia de pretensiones territoriales de parte de dos de ellos no es un tema menor. Los indudables éxitos en materia de inserción internacional construidos en el pasado reciente no bastan para resolver este desafío que proviene de las heridas del siglo XIX. Se requiere de una política específica que aborde estos temas, obviamente desde la óptica del interés nacional.

A inicios del presente siglo nuestra diplomacia diseñó una estrategia vecinal. Se buscó emular con Perú la construcción de confianza mutua siguiendo la exitosa experiencia con Argentina. Con Bolivia se inició un proceso de diálogo que partió con la declaración de Algarbe, a fines del siglo pasado, de ahí nació la llamada “Agenda de los 13 puntos”.

[cita]Todos conocimos el incidente de los tres soldados bolivianos detenidos en la frontera. ¿Qué hacen nuestras autoridades ante los varios casos de buques peruanos que han sido interceptados en nuestro territorio? Uno de ellos a la altura de Antofagasta, más de mil kilómetros al sur de la frontera.[/cita]

Con Perú costó avanzar, eran los tiempos en que su Cancillería promovía “la prohibición de misiles en Sudamérica”, en aparente respuesta a la renovación de nuestra flota de combate, alegando desarme y pacifismo. Pero todo quedó al descubierto cuando el propio ministro de Defensa peruano de entonces, David Weissman, confesó públicamente que el Perú poseía desde hacía tiempo una gran cantidad de misiles R-77, los cuales ofreció desactivar con tal de que Chile no adquiriese los F-16.

Luego, después de permanecer engavetada por muchos años, la diplomacia peruana decidió reactivar su demanda sobre el límite marítimo desconociendo los tratados vigentes.  Comprensiblemente, nuestra respuesta no pudo ser otra que considerar esa maniobra como una acción inamistosa de parte de la diplomacia peruana. Conforme con ello se enfriaron las relaciones y se suspendieron los incipientes mecanismos de confianza mutua que se habían iniciado (como la reunión del llamado 2+2).

¿Por qué la diplomacia limeña desató tal acción? Una de las hipótesis más difundidas es que temió el avance de las negociaciones entre Santiago y La Paz, lo cual en su momento fue denunciado por el propio mandatario boliviano.

El cuadro varió cuando en un movimiento súbito, nuestra diplomacia decidió “abuenarse” con Lima, pese al desafío planteado. Nuestras más altas autoridades viajaron a Lima para proclamar que había que “dejar en La Haya lo que es de La Haya”, y abrazamos las tesis limeñas de las llamadas “cuerdas paralelas” y del “encapsulamiento” del tema. Idealistamente se afirma —hasta hoy en día— que vivimos la mejor etapa de nuestra relación bilateral. Lo que es totalmente falso dado que toda la relación se resquebrajó cuando se desconoció un tratado vigente.

Pero junto a ello nuestra actitud hacia Bolivia se endureció, hasta el punto de llegar casi hasta los epítetos, desgraciadamente, desde ambos lados. La Agenda de los 13 puntos se congeló y nuestra diplomacia muestra con poco disimulo su decisión disuasiva. De paso, al aceptar las “cuerdas paralelas” con Lima, resentimos nuestra histórica alianza con el hermano Ecuador, el otro país firmante del Tratado del 52.

¿Cómo se puede entender esto? Un país vecino —Perú— desconoce un tratado vigente, y nos demanda ante La Haya, y hoy estamos brindando con ellos, condecorándonos, y llamándonos a la calma.  Mientras otro país —Bolivia— anuncia que nos va a demandar y antes de que lo haga, mostramos los dientes con decisión. ¿Quién entiende esta incoherencia?

Defender el Interés Nacional es una tarea permanente, defender la soberanía es una obligación. Pero eso debe ser parejo y coherente, además, en cada caso, no basta con las afirmaciones sino que deben ser acompañadas de diseños de políticas, con objetivos concretos, junto a las estrategias para alcanzarlos.

¿Qué hay en Perú que no hay en Bolivia? ¿Por qué esa actitud de bonhomía al norte y esa dureza hacia el noreste? No son pocos los que advierten el temor por las inversiones chilenas, obviamente muy superiores en Perú a las que tenemos en Bolivia. Defender nuestras inversiones es obviamente parte de nuestros intereses, pero no son los únicos ni siempre los prioritarios.

Si Chile pierde una parte de territorio en el diferendo con Perú, no será solo una lejana derrota jurídica. Se verá afectado el capital diplomático del país, y una interrogante surgirá en torno a nuestra voluntad disuasiva. Esta posibilidad está al corto plazo y requiere asumirse que estamos frente a la posibilidad de una crisis y que para evitarla, debemos iniciar una maniobra ad hoc. Como muchos han señalado, sería altamente conveniente que la diplomacia peruana formalizara, antes del fallo, que ya no tiene más demandas territoriales respecto a Chile, como muchas veces han dicho en la historia reciente. Sería más conveniente que nuestras autoridades lo demandaran.

Tener visión de Estado no es sólo convocar a los partidos políticos, lo que no está mal, pero es insuficiente.  Asimismo, azuzar una actitud de dureza, ante un país que como Bolivia no representa un desafío estratégico mayor, contrasta con las maneras versallescas frente al Perú. Dentro de poco se realizará un 2+2. Tomemos un solo ejemplo, todos conocimos el incidente de los tres soldados bolivianos detenidos en la frontera. ¿Qué hacen nuestras autoridades ante los varios casos de buques peruanos que han sido interceptados en nuestro territorio? Uno de ellos a la altura de Antofagasta, más de mil kilómetros al sur de la frontera.

Aún es tiempo de construir una autentica visión de Estado, que supere visiones basadas más en efectos mediáticos que en los intereses permanentes de nuestro país, pero para ello es preciso dar coherencia a nuestra diplomacia, donde desgraciadamente, las decisiones políticas consideran muy poco la opinión profesional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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