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Por qué la derecha debe llevar dos candidatos a primera vuelta Opinión

Por qué la derecha debe llevar dos candidatos a primera vuelta

Roberto Meza
Por : Roberto Meza Periodista. Magíster en Comunicaciones y Educación PUC-Universidad Autónoma de Barcelona.
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El argumento de un solo candidato por razones de éxito electoral no se sustenta por sí mismo y la pertinacia en dicha postura se debe encontrar en otras motivaciones.


¿Cuál es la lógica de levantar a todo evento un solo candidato para representar las ideas y posiciones del actual oficialismo? Tanto sus dirigentes como analistas y medios de comunicación han ido esbozando, al menos, las siguientes:

1.- Porque hay que presentar una posición competitiva en las elecciones presidenciales ante Michelle Bachelet, candidata “única” de la centroizquierda y triunfadora indiscutible de las recientes primarias legales de su sector, evitando que gane en primera vuelta.

2.- Porque hay que sortear una competencia abierta y previsiblemente dura entre candidatos de las corrientes y partidos que conforman la centroderecha, de manera de mantener el animus societatis del pacto electoral que la une, con miras a una mejor gobernanza ante un eventual llegada a La Moneda, soslayando, además, el castigo del sector, que exige unidad.

3.- Porque hay que aunar los esfuerzos financieros y orgánicos que se dividirían en caso que las colectividades en competencia no llegaran a acuerdo y decidieran ir con sus respectivos candidatos a primera vuelta para definir en ella quien representa al sector en un eventual balotaje.

[cita]Más allá de los nombres de los candidatos, disponibilidades, ambiciones personales y/o partidistas, parece llegado el momento de dar muestras de madurez política a ese mayoritario electorado independiente que en los últimos 13 años ha expresado su preferencia por la centroderecha, invocando su voluntad soberana en una primera vuelta, sin intermediaciones orgánicas cuya conformación es tan compleja, aleatoria e incierta como una Asamblea Constituyente.[/cita]

4.- Porque hay que impedir que en una “competencia total” de candidatos de derecha a la Presidencia y a cargos parlamentarios, la centroizquierda y la izquierda maximalista consigan, con sus respectivos aspirantes, llegar primero y segundo en primera vuelta, dejando sin representación a la centro derecha en la segunda y obligando al sector a abstenerse o apoyar a Bachelet.

5.- Porque hay que dar muestras de madurez al mayoritario electorado independiente y dejar sentado que la centro derecha puede conseguir acuerdos mediante la razón, lo que asegura gobernabilidad al país, dando continuidad a las políticas de crecimiento y desarrollo que se han ido materializando en el actual gobierno.

Es posible que haya otras razones, pero dejemos hasta allí los argumentos y veamos sus impactos político-electorales, advirtiendo, empero, que en todos ellos se observa subsumido cierto miedo a la competencia, aquella que el sector demanda a empresas y personas y que constituye una de las bases de un modelo liberal democrático exitoso. Primero revisemos lo que pasó en las tres últimas elecciones presidenciales, con voto obligatorio, para intentar prever lo que puede suceder en el actual contexto de voto voluntario y posibles cambios al sistema electoral antes de los próximos comicios.

Primero, no es exactamente cierto que un solo aspirante de la centro derecha sea más competitivo frente a la centro izquierda, que el hacer comparecer a dos candidatos en primera vuelta. En los comicios 1999-2000, cuando la centro derecha fue con un solo candidato a primera vuelta (J. Lavín), el sector consiguió 3.352.199 (47,51 %), contra 3.383.339 (47,95 %) de Ricardo Lagos, forzando a un balotaje en el que el candidato de la derecha subió a 3.495.569 (48,69 %) gracias a la agregación absoluta de otros 116.558 votos a la segunda vuelta y la migración de 26.812 votos del candidato independiente Arturo Frei. La Concertación, con Lagos, elevó sus preferencias a 3.683.158, (51,31 %) producto del desplazamiento de los 292.778 sufragios de primera vuelta de comunistas, humanistas y ecologistas (G. Marin, T. Hirsch, S.Larraín) y la agregación de otros 7.041 votos a la suma absoluta de segunda vuelta. El total de votos escrutados en primera vuelta fue de 7.005.128, mientras que en la segunda llegó a 7.178.727, es decir, 173.599 votantes adicionales.

En los comicios del 2005, en primera vuelta, yendo dos candidatos (J. Lavín, UDI, y S. Piñera, RN) el sector llegó a 3.376.302 votos (24.103 votos más que en 1999) contra 3.190.691 de Bachelet, forzando una segunda vuelta. Es decir, dos aspirantes sumaron. Pero en el balotaje, Bachelet curiosamente elevó sus preferencias a 3.723.019 votos (53,5 %). ¿Cómo? Si los números no mienten, su alza fue producto de la migración de los 375.048 votos que logró el candidato del pacto PC-Humanista, “Juntos Podemos”, Tomas Hirsh; otros 17.372 que se añadieron a la suma absoluta inicial y 139.908 de quienes habiendo sufragado en primera vuelta por la derecha, lo hicieron por la candidata centroizquierdista en el balotaje, reduciendo la votación del sector hacia Piñera a solo 3.236.394 (139.908 votos menos que en primera vuelta). El total de sufragios escrutados en primera vuelta fue de 7.207.278, mientras que en el balotaje la suma total bajó a 7.162.345, es decir, 44.933 que se abstuvieron, presumiblemente de izquierda comunista-humanista, lo que agrega aún mayor votación migrada desde la derecha hacia Bachelet.

En las elecciones de 2010, también yendo con un solo candidato (S. Piñera), el sector consiguió 3.074.164 de votos (302.138 votos menos que en 2005), contra 2.065.061 de Eduardo Frei R-T. y 1.405.124 de Marco Enríquez-Ominami (que sumados implicaban 3.470.185 sufragios), forzando una segunda vuelta en la que la centro derecha logró la mayoría absoluta, con 3.591.182 de votos (517.018 votos más que en primera vuelta), frente a Eduardo Frei R-T. que subió a 3.367.790, gracias a la migración de 433.195 votos de Jorge Arrate, candidato del PC, más 869.534 votos de Enríquez Ominami, aunque con una peregrinación inversa (eventualmente sólo posible con un candidato como Piñera) de 102.395 votos de ME-O hacia el aspirante RN, en una masa total de votantes que alcanzó a los 6.977.544 en primera vuelta 6.958.972 en el balotaje, es decir, 18.572 votantes menos que se abstuvieron, presumiblemente partidarios del propio ME-O o Arrate.

Es decir, de las tres últimas elecciones, cuando la centroderecha ha ido con un solo candidato a primera vuelta ha logrado menos sufragios que cuando fue con dos candidatos, oportunidad en la que alcanzó su mayor votación de primera vuelta, con 3.376.302 votos en conjunto. Es cierto que cuando el sector fue con un solo candidato de consenso, en el balotaje aumentó su votación en más de 140 mil votos (en 2000) y sobre 500 mil en 2010. Es decir, la caída de votación de 2005, cuando fue a dos candidatos, fue resultado de la voluntad política de uno de los aliados que redujo activamente los sufragios del balotaje en 140 mil votos.

Pero la centroderecha muestra en la última década un potencial electoral de entre 3,3 a 3,5 millones de votos entre primera y segunda vuelta, sin importar si va con uno o dos candidatos, aunque, por cierto, las heridas de la competencia generan odiosidades que disminuyen sus opciones en segunda vuelta. En consecuencia, el argumento de un solo candidato por razones de éxito electoral no se sustenta por sí mismo y la pertinacia en dicha postura se debe encontrar en otras motivaciones.

No obstante, el verdadero problema de las elecciones de noviembre son las parlamentarias, lo que no significa que los partidos del sector no buscarán alcanzar los 3,3 o 3,5 millones de votos potenciales logrados en elecciones anteriores, máxime en un escenario de voluntariedad de sufragio que podría hacer caer la masa de votantes desde los promedios anteriores de 7 millones, a 6 o 5,5 millones. De allí que en estos comicios los resultados presidenciales de primera vuelta son decisivos, porque es en la primera vuelta —y no el balotaje— que se definirá el nuevo Congreso. Entonces, parecería más lógico que la centroderecha enfrente noviembre con dos candidatos fuertes a la Presidencia, así como con duplas de aspirantes competitivos en cada distrito y circunscripción, sea cual fuere el sistema electoral con el que deba asumir dichas elecciones, porque con dos candidatos saca más votos en primera vuelta, sumando más voluntades a las parlamentarias.

Por lo demás, la papeleta presidencial opositora de noviembre de 2013 tendrá, junto a Bachelet, a Marco Enríquez-Ominami, por el PRO, a Marcel Claude, por el Partido Humanista, así como a un par de candidatos más por el Partido Ecologista (Alfredo Sfeir) y el Independiente, Franco Parisi, si consiguen inscribirse.

Considerando el potencial electoral de la Nueva Mayoría-Concertación en la última década, de entre 3,3 y 3,7 millones de votos y suponiendo una masa votante de entre 5,5 y 7 millones en noviembre, la presencia de competidores de izquierda a Bachelet puede impedir su victoria en primera vuelta, mientras uno de los dos aspirantes de centroderecha ocupa el segundo lugar y posibilita un balotaje con buenas expectativas. Pero, aún más relevante es una campaña parlamentaria competitiva, con dos presidenciables que den su pleno y sincero apoyo a sus candidatos a parlamentarios de sus partidos, permitiendo, a su turno, la expresión de esa vivificante diversidad de corrientes e ideas que nutren la pluralidad de la nueva derecha que emerge y cuya más obvia evidencia son las permanentes dificultades para consensuar candidatos que muestren todos los matices ideológicos, sociales, culturales, valóricos y económicos que dan cuenta de la existencia e identidad de dichas corrientes, no sólo en la derecha, sino en toda la política nacional.

Y si es que los números de las tres elecciones anteriores se proyectan, no existe, tampoco, el peligro que un candidato de izquierda pueda superar al mejor de los candidatos de la centroderecha. No ha ocurrido y la voluntariedad del voto lo hace más difícil aún. Solo una competencia desleal, sin ética sectorial, así como la incomprensión de sectores de poder relevantes para la estabilidad del sistema democrático liberal de mercado sobre la necesidad de impulsar el fortalecimiento de los partidos políticos, podría frustrar las posibilidades de un escenario de evolución y ajustes moderados y progresistas.

Por eso, más allá de los nombres de los candidatos, disponibilidades, ambiciones personales y/o partidistas, parece llegado el momento de dar muestras de madurez política a ese mayoritario electorado independiente, que en los últimos 13 años ha expresado su preferencia por la centro derecha, invocando su voluntad soberana en una primera vuelta, sin intermediaciones orgánicas cuya conformación es tan compleja, aleatoria e incierta como una asamblea constituyente, y que las corrientes y partidos de la centroderecha puedan expresar, sin temores y trasparentemente, sus convergencias y diferencias, asegurando la ulterior gobernabilidad del país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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