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Paz ahora

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Andrea Valdivieso
Por : Andrea Valdivieso Fundación Voces Católicas @vocescatolicasc
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La falta de diálogo social, la desconfianza, las descalificaciones y zancadillas constantes que vemos esparcidas en los medios de comunicación son una forma quizás más sutil, pero igualmente tóxica de agresión, que socava la paz social.


“El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, profetizó el Papa Pablo VI en 1967. Hoy vemos cómo en nuestro país proliferan de manera peligrosa y socavada grupos que abrazan ideologías que admiten la violencia como medio para alcanzar sus fines o, es más, que la utilizan como el medio privilegiado, como es el caso de los carteles del narcotráfico que poco a poco han ido extendiendo sus tentáculos en las poblaciones periféricas de nuestra capital y también en algunas regiones.

En un país que ostenta la menor tasa de homicidios de América Latina (de acuerdo al reciente estudio del diario El País “Termómetro económico y social de América”), la tentación de ser autocomplacientes y de minimizar las señales preocupantes que se han estado advirtiendo por varios meses y años, es peligrosa. Algunos de los países que hoy figuran con las más altas tasas de violencia social, tales como México y Honduras, vivieron en algún momento una realidad como la nuestra y, como nosotros lo estamos haciendo, la dejaron avanzar poniendo el grito en el cielo cuando ya era tarde.

Cuando la violencia se inserta en la cultura y se transforma en algo aceptado como “parte del juego”, se vuelve mucho más difícil de revertir y erradicar. Generalmente, los actos violentistas son un síntoma de otros problemas sociales. Es necesario y urgente generar un desarrollo más integral, equitativo y humano. Sin embargo, mientras ello se logra, no se puede ser ingenuo. Muchos sufren condiciones de vida injustas, pero pocos toman el camino de la violencia para salir de éstas (como el caso del narcotráfico) y, al hacerlo, empeoran aún más la calidad de vida de las comunidades donde se insertan, que además de la pobreza y falta de oportunidades, deben lidiar además con la amenaza constante de la delincuencia y la adicción.

[cita]La falta de diálogo social, la desconfianza, las descalificaciones y zancadillas constantes que vemos esparcidas en los medios de comunicación son una forma quizás más sutil, pero igualmente tóxica de agresión, que socava la paz social.[/cita]

La segregación territorial, que crea guetos de pobreza en la periferia y de riqueza también en ciertos barrios, es más grave incluso que la segregación en la educación, porque lleva aparejada la violencia y la inseguridad a la que se le permite avanzar con poco contrapeso debido a múltiples factores que, al parecer, nunca son abordados en su conjunto. Cuando estalla una bomba en una estación emblemática del metro, con heridos que son personas reales, se transforma en un caso símbolo que puede eclipsar otras formas de violencia en la sociedad, de consecuencias aún más graves. Ya que esta “otra violencia” socavada y escondida que los “excluidos del desarrollo” sufren cada día, puede ser incluso la causa que explique la acción de estos mismos grupos violentistas, sean estos anarquistas, encapuchados, etc. Es decir, la madre de los círculos viciosos.

Bajo una mirada de fe, la paz es el fruto de la amistad con Dios. La violencia, consecuentemente, representa vivir de espaldas a Él. Y la violencia no se manifiesta sólo en las armas de diferente calibre, en el narcotráfico y la delincuencia. También se manifiesta en el trato cotidiano con quienes nos rodean y, sobre todo, en nuestras palabras, reflejo de nuestro interior. La falta de diálogo social, la desconfianza, las descalificaciones y zancadillas constantes que vemos esparcidas en los medios de comunicación son una forma quizás más sutil, pero igualmente tóxica de agresión, que socava la paz social. Una paz que no surge por generación espontánea, sino que hay que construir con consistencia e inteligencia, pero, sobre todo, con la capacidad de escuchar, de llegar a acuerdos, de pasar por encima de las diferencias mutuas y trabajar en soluciones reales para los problemas reales. Sin caer en “cosismos”, sino resaltando en todo momento los ideales y valores que nos inspiran: una sociedad fraterna, libre, justa, y en paz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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