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Se llamaba «autoridad moral»

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En el moralmente decaído Chile de hoy, donde los delincuentes se ríen de los jueces, los jueces se ríen de las leyes y los políticos –y Piñera en particular- se ríen de todos los demás, lo único que importa es “captar cámara”. De modo que ha sido un éxito su “mise-en-scéne” en Caracas.


En el pasado solía exigirse a quienes adoptaban posiciones públicas algo que, en nuestra contemporaneidad, ha caído completamente en desuso: se llamaba “autoridad moral”.

Por ejemplo, si usted había hecho uso y abuso de artilugios vedados, con fines propios o electorales, no podía erigirse después en severo Catón para juzgar a otros que hubieran hecho lo mismo. Pero hoy vemos a los otrora activos emisores de boletas y facturas por servicios imaginarios a Enap, Gendarmería u Obras Públicas, como también a ex receptores de “sobres con billetes”, condenando enérgicamente a quienes las han emitido en el caso Penta. ¡Qué falta de autoridad moral! Sobre todo que en este último episodio se trata de dineros privados que sus dueños voluntariamente donaban y, en cambio, en el otro, de dineros públicos que le sustraían al distraído fisco abusando de su inadvertencia.

Pero quien más recientemente ha prescindido por completo de toda noción de autoridad moral ha sido el ex Presidente Piñera, que ha viajado muy publicitadamente a Venezuela para enrostrar a Maduro la ilegalidad de la prisión política del líder opositor Leopoldo López, en circunstancias que él mismo acá ha sido artífice de la prisión política de 71 uniformados en el presidio de Punta Peuco y de la de una decena de otros en penales transitorios en el norte y sur del país. Todos ellos son presos políticos porque, tal como Leopoldo López, están en esa condición sin ley que lo autorice.

Cabe precisar que en el caso de los presos políticos chilenos Piñera ha jugado diferentes papeles. En el de algunos, los más antiguos, el de cómplice pasivo de gobiernos de la Concertación anteriores al suyo y de jueces de izquierda que, pasando por sobre las leyes y, en muchos casos, la verdad de los hechos, procesaron y condenaron a decenas de uniformados antes de 2010. Su complicidad pasiva está agravada en ese caso por haberles prometido él a las víctimas, como candidato, remediar su situación, cosa que no cumplió. Al contrario, se la agravó, como se verá.

Pues en otros casos posteriores Piñera fue cómplice activo: durante su gobierno triplicó el número de querellas en contra de uniformados, a través de su Ministerio del Interior, a sabiendas de que ellas no tenían sustento legal y sólo podían prosperar con el respaldo político de la Concertación, de sus jueces de izquierda y del activismo judicial comunista.

Y, en fin, en otros casos más ha sido coautor de las prisiones políticas, como en el de la condena a cinco años y un día de cinco oficiales del cuartel Ancla 2 de Talcahuano, que habían sido sancionados con 541 días de pena remitida en primera y segunda instancia, e iban a cumplirla en libertad, dado que la parte querellante comunista también se había conformado con el fallo (le interesaba primariamente el cobro de la indemnización). Pero entonces fue la odiosa persistencia del Ministerio del Interior de Piñera y su oficina de Derechos Humanos la que insistió en presentar, por sí y ante sí, un recurso de casación para que la sala penal de la Corte Suprema, con reconocida mayoría izquierdista y Kerensky, aumentara ilícitamente la condena a cinco años y un día de presidio efectivo, que actualmente esos presos políticos están cumpliendo.

Entonces, en resumen, cómplice pasivo de algunas, cómplice activo de otras y coautor material de unas terceras prisiones políticas en Chile, con un total de decenas y un potencial de centenares sino miles (pues su gobierno triplicó y llevó a más de mil el número de querellas, que sigue aumentando), Piñera carecía por completo de autoridad moral para ir a enrostrarle a Maduro UNA prisión política bajo su gobierno.

Sin embargo, en el moralmente decaído Chile de hoy, donde los delincuentes se ríen de los jueces, los jueces se ríen de las leyes y los políticos –y Piñera en particular- se ríen de todos los demás, lo único que importa es “captar cámara”. De modo que ha sido un éxito su “mise-en-scéne” en Caracas. Era lo que él buscaba. Y seguramente le permitirá remontar la ventaja que ME-O (otro captador de cámaras) le lleva en las encuestas.

Pero los que recordamos que alguna vez en el país al menos se respetaba la exigencia de “autoridad moral”, añoramos ese clima mejor, aunque los protagonistas de entonces no hubieran sido tan vivos, audaces ni astutos.

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