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Que se vayan todos… pero a la chilena Opinión

Que se vayan todos… pero a la chilena

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Chile no se incendia, en todo caso, y no lo hará sobre todo porque no hay ninguna resistencia organizada, ni ningún movimiento social fuerte, y los disidentes que se cuentan por mares en las redes sociales tampoco representan un riesgo de incertidumbre institucional.


El voto de desconfianza que la ciudadanía le ha otorgado a Michelle Bachelet continuará con este o con cualquier otro gabinete de ministros. Nadie menos que ella puede frenar ese proceso. Ya su universo de legitimidad era bajo cuando asumió la Presidencia (la abstención fue en verdad la nueva mayoría), qué decir ahora de su universo de confianza: por los suelos o a tumbos. La suma de la desconfianza hoy en Chile, que afecta a todo el sistema de representantes políticos, a la clase empresarial y a la élite en general, también afecta de manera dramática a Michelle Bachelet, toda vez que somos testigos de una caída en aquello que más se valoraba en ella como atributos. El efecto de este coup de théâtre (“que se vayan todos”… todos los ministros) será por lo mismo breve y sólo para las cámaras de TV, pues la conformación política del sistema de desconfianza en la ciudadanía llegó para quedarse y sólo estamos en presencia de sus primeros actos.

También es fácil percibir en el Chile de hoy gobernado por Michelle Bachelet lo irreversible del proceso neoliberal inaugurado en los 80, sobre todo en los hilos más sensibles de las políticas sociales. En consecuencia, sumado al poder mágico que otrora tuvo Michelle Bachelet pero que hoy no alcanza para encorsetar o disminuir a una ciudadanía desengañada, está el franco embuste del reformismo que ella y el Programa de la Nueva Mayoría prometieron al país. Así, al desengaño debemos sumar la desilusión: las reformas en educación constituyen el mejor ejemplo de lo que estamos diciendo.

[cita] Chile no se incendia, en todo caso, y no lo hará sobre todo porque no hay ninguna resistencia organizada, ni ningún movimiento social fuerte, y los disidentes que se cuentan por mares en las redes sociales tampoco representan un riesgo de incertidumbre institucional.[/cita]

En este sentido, reducir el rol político de la ciudadanía al momento electoral es tan miope como considerar que los medios de comunicación están sólo para editar los caprichos de la agenda gubernamental, sin considerar, en el primer caso, que lejos del fenómeno electoral-representativo hay una ciudadanía que vigila, controla y enjuicia; y en el segundo, hay una prensa que acompaña el imaginario de esos juicios de opinión pública con la misma actitud crítica y vigilante. En este caso, la “guardia vieja” de la política chilena, así como sus creaturas (los jovencitos de la G90 que se hacen del poder –es lo que creen– a través de ocupación de la burocracia y el poder estatal) se tienen bien ganada la mirada que controla y juzga a los honorables.

Chile no se incendia, en todo caso, y no lo hará sobre todo porque no hay ninguna resistencia organizada, ni ningún movimiento social fuerte, y los disidentes que se cuentan por mares en las redes sociales tampoco representan un riesgo de incertidumbre institucional. Como hemos dicho, el libreto neoliberal sigue, el cambio de actores es nada más que otra fórmula para “ganar tiempo” como la del “proceso constituyente”, sólo que se diluirá apenas conozcamos quiénes son los nuevos rostros en cada una de las carteras ministeriales: ¿qué, van a cambiar el guión del sacrosanto Programa acaso? ¡Para nada!

Se trata de un “que se vayan todos”, pero a la chilena. A medias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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