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“No country for young scientists”

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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Este es el título (que hace referencia a la novela No country for old men) de una columna sobre la crisis de financiamiento para los investigadores jóvenes en Canadá. Los llamados a abordar la crisis de oportunidades laborales para los científicos jóvenes en países desarrollados se han vuelto frecuentes, y la crisis es de tal magnitud que incluso uno de los últimos números de la revista Nature dedicó un reportaje especial al tema.

¿Por qué no vemos la misma preocupación en Chile? Después de todo, el estancamiento que el programa Fondecyt ha experimentado en los últimos años está afectando principalmente a los investigadores jóvenes, quedando muchas veces sin financiamiento en una edad en la que es fundamental mantener la productividad científica.

Un dato ejemplifica esta realidad. De acuerdo a un reciente estudio del Ministerio de Economía, cerca del 60% de los graduados de doctorado residentes en Chile tiene menos de 45 años; sin embargo, en los últimos tres años solo el 34% de los proyectos Fondecyt se ha adjudicado en la categoría “Iniciación en Investigación”, orientada a los investigadores jóvenes.

Por otro lado, los académicos de trayectoria son los que se ven mayormente beneficiados por los instrumentos de investigación asociativa, como FONDAP, PIA y la Iniciativa Científica Milenio (ICM). En el caso de la ICM, menos del 30% de los investigadores de los centros tiene menos de 35 años (de acuerdo a una reciente evaluación del programa, para una muestra de centros activos y finalizados).

Lamentablemente, es escasa la preocupación que puede apreciarse al respecto de parte de la comunidad de investigadores ya establecidos (y, lo que es más preocupante aún, del Gobierno). Una posible explicación es que quienes se encuentran en una posición laboral estable pueden no apreciar la gravedad del problema. La encuesta aplicada a doctores residentes en Chile por el Minecon indica que la tasa de ocupación de los doctores supera el 90%, lo que puede llevar a algunas personas a concluir que no existe tal crisis.

Lamentablemente, la encuesta no evalúa si la ocupación de esos doctores corresponde al nivel real de formación profesional, lo que es especialmente crítico en el caso de los postdoctorados.

Como comenté en una columna anterior, el objetivo de la formación postdoctoral es que el investigador lidere un grupo o línea como investigador principal e independiente, a cargo de su(s) propio(s) proyecto(s), formando a estudiantes, postulando a financiamiento, contando con su propio espacio físico, etcétera. Los pocos datos existentes (por ejemplo, de la reciente evaluación del programa Milenio) sugieren que en realidad muchos “postdocs” no se desempeñan posteriormente en puestos acordes a su nivel de formación. Por otro lado, existen dudas respecto a los datos de ocupación de la encuesta, ya que la consulta fue contestada por una parte menor del universo de doctores.

[cita tipo= «destaque»]Ante el restrictivo escenario actual, las oportunidades de los jóvenes de iniciar una carrera de investigador una vez finalizado su postdoctorado se han visto severamente reducidas, ya que las escasas ofertas laborales suelen estar condicionadas a la “capacidad comprobada de obtener fondos” de investigación.[/cita]

Por otro lado, la falta de oportunidades puede estar acentuada en algunas disciplinas. Por ejemplo, no existe coherencia entre las áreas en que se concentran las becas de postdoctorado y los Fondecyt de Iniciación. Mientras más del 25% de las becas de postdoctorado nacional se han otorgado en las subdisciplinas de “Biologías” y “Ciencias Médicas”, estas mismas áreas se han llevado en conjunto apenas el 17% de los Fondecyt de Iniciación (cifras corresponden a la suma de los tres últimos años).

Por otro lado, las áreas de “Ciencias Sociales” y “Humanidades” (que incluyen 10 subdisciplinas) se han adjudicado el 19% de las becas de postdoctorado nacional, pero cerca del 43% de los proyectos Fondecyt de Iniciación. Las cifras de postdoctorado en el extranjero apuntan en la misma dirección: entre el 50% y el 70% de estas becas se adjudicaron en años recientes en las áreas “Ciencias Naturales” y “Ciencias Médicas”, agravando la brecha respecto a las oportunidades.

Si bien se puede argumentar que el Fondecyt de Iniciación no está –ni debiera estar– orientado únicamente a los “postdocs”, las cifras de doctores residentes en Chile muestran la misma tendencia: el número de doctores en las áreas de “Ciencias Naturales” y “Ciencias Médicas” excede al porcentaje de proyectos Fondecyt de Iniciación adjudicados en dichas áreas, mientras que lo opuesto ocurre con las “Ciencias Sociales” y “Humanidades”.

Lo anterior sugiere que la crisis de oportunidades para los científicos jóvenes afecta con mayor dureza a los investigadores de disciplinas biológicas y médicas, lo que en ningún caso significa reducir el apoyo a otras disciplinas, pero al menos refuerza la idea de pensar en instrumentos que fortalezcan áreas específicas, especialmente considerando que en dichas áreas existen escasas oportunidades laborales fuera de la academia.

Una posible forma de contribuir a una solución de la actual crisis, es una renovación del actual sistema de financiamiento.

El programa Fondecyt existe desde los años 80, mientras que los programas de investigación asociativa se crearon en las décadas siguientes. Aunque el que un investigador de trayectoria pueda contar con múltiples fuentes de financiamiento es positivo, cabe preguntarse si podemos optimizar la distribución de recursos destinados a la investigación en el restrictivo escenario actual, otorgando oportunidades a científicos jóvenes que hoy se están quedando fuera del sistema, considerando también una mirada regional y de género.

Sin embargo, no debemos olvidar que una salida a la crisis laboral de los científicos jóvenes pasa necesariamente por fortalecer el financiamiento a la investigación a nivel individual. Otro dato ejemplifica inequívocamente este punto. El reportaje de la revista Nature aborda el tema de las tasas de adjudicación de cuatro grandes agencias de financiamiento de países desarrollados, hablando de un “financiamiento en declive”, pero dos de las agencias mencionadas poseen tasas de adjudicación similares a las que actualmente tiene Fondecyt. Es decir, Fondecyt alcanzó tasas que en el caso de países desarrollados están siendo consideradas hoy como críticas y, por ende, como “parte del problema”.

Lo anterior es relevante por otra razón. Ante el restrictivo escenario actual, las oportunidades de los jóvenes de iniciar una carrera de investigador una vez finalizado su postdoctorado se han visto severamente reducidas, ya que las escasas ofertas laborales suelen estar condicionadas a la “capacidad comprobada de obtener fondos” de investigación.

Con un bajo número de proyectos Fondecyt de Iniciación, se produce un círculo vicioso, el que también se ha advertido en otros países: el investigador que no recibe un proyecto no logra un puesto laboral, lo que implica inactividad como investigador, disminuyendo sus posibilidades de publicar, lo que a su vez puede implicar menores probabilidades de adjudicarse un proyecto en una nueva postulación.

Esto nos lleva además a otros factores que influyen en la actual crisis. Por ejemplo, existe una creciente preocupación por las deficiencias del sistema de “revisión por pares”, al igual que críticas al excesivo énfasis en la productividad. Incluso en otros países existen llamados a apostar por los investigadores (en vez de apoyar proyectos).

Chile necesita una agenda, liderada por el Estado y los actores relevantes, para que dejemos de afirmar que este “no es país para científicos jóvenes”. Esta no puede ser una misión para la futura institucionalidad, sino que debe ser impulsada hoy, pues nuestros investigadores jóvenes no pueden esperar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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