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BDS en Chile: antisemitismo restringiendo la libertad académica

Gabriel Colodro y Hernán López
Por : Gabriel Colodro y Hernán López Presidente y director ejecutivo, respectivamente, de la Comunidad Chilena de Israel.
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Entidades ligadas al conglomerado pro-yihadista en Chile, como «BDS UChile», han dedicado los últimos meses a instaurar una ideología de repudio a Israel en la Facultad de Salud de la Universidad de Chile, donde en un referéndum sin real peso fáctico, lograron convencer al núcleo estudiantil de negarse a aceptar cualquier influencia proveniente de Israel, mediante un discurso con base antisemita, disfrazado de compromiso social, a punta de argumentos incongruentes y con altas dosis de posverdad. Una triste realidad para los futuros responsables de la salud del pueblo de Chile.

El activismo BDS en Chile se sustenta en un perfil único, repetitivo, contradictorio y simplista a la vez.La primera carta en juego, es instaurar la idea de que Israel sustenta un régimen de «apartheid», ya que los palestinos no gozan de los derechos que posee un ciudadano israelí.

«Apartheid» se define como segregación racial, una norma formal de discriminación política y económica.

Características clave de la segregación racial sudafricana, implicaban baños separados, accesos de agua separados, sistemas de transporte separados, políticas nefastas que jamás se han visto en Israel. No existen en Israel leyes que excluyan a los ciudadanos de acuerdo a su raza, religión, orientación sexual o cualquier otra identidad.

Los israelíes son quienes reciben los beneficios y responsabilidades de la ciudadanía israelí, mismo sistema que la mayoría de los países del mundo, ¿por qué un ciudadano palestino, que vive en Ramallah, que se acoge a la legislación y la soberanía de la Autoridad Palestina, debiese recibir beneficios de parte de otro país?

Diferenciemos la «ciudadanía palestina» de la «etnia árabe». Se estima que en Israel viven 1.7 millones de ciudadanos de etnia árabe; musulmanes, drusos, cristianos, beduinos, etc. Sobre esto, existen 17 miembros del Parlamento israelí de origen árabe, jueces en la Corte Suprema, alcaldes, actores, deportistas, modelos e incluso soldados de las FDI.

[cita tipo=»destaque»]Acusar a Israel de apartheid y apoyar la creación de un Estado Palestino son actos incompatibles, por ende el verdadero objetivo de estos activistas es la destrucción del Estado de Israel para la creación única de un Estado Palestino. No es casualidad que el grupo terrorista Hamas bendiga al BDS.[/cita]

Adicionalmente, Israel permite a miles de ciudadanos palestinos (no israelíes), mediante la obtención de permisos de trabajo, cruzar la frontera a diario para trabajar en un país diferente al suyo.

Entonces, ¿se refieren los activistas BDS a los ciudadanos palestinos cuando dicen que no reciben los mismos derechos?
¿Quieren que desaparezca la esperanza de creación de un Estado Palestino y que todos los ciudadanos que hoy dependen de la Autoridad Palestina (y Hamas en Gaza), se conviertan en ciudadanos israelíes? Lo dudo.

Acusar a Israel de apartheid y apoyar la creación de un Estado Palestino son actos incompatibles, por ende el verdadero objetivo de estos activistas es la destrucción del Estado de Israel para la creación única de un Estado Palestino. No es casualidad que el grupo terrorista Hamas bendiga al BDS.

El activista BDS chileno recurre de forma reiterada a un discurso sobre derechos humanos, acusando a Israel de violarlos reiteradamente para realzar su carácter progresista y pseudo-heroico. Pero olvida que su causa no es una lucha por los derechos humanos palestinos, boicotear cultural, comercial, política o académicamente a Israel no soluciona ninguna crisis interna del pueblo palestino, ni pretende hacerlo.

Lo que logra el BDS en el área cultural y académica es restringir la libertad de acceso a cultura y educación a los estudiantes. No existe forma de ligar el BDS con la defensa de los derechos humanos.

Dentro de los DD.HH., el derecho educativo comprende literalmente que se debe «favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos». Bajo este prisma, el activismo BDS es en sí, una violación al derecho educativo según la ley internacional.

No es casualidad que se haya legislado en contra de este movimiento segregador de base antisemita en múltiples países. Francia, Canadá, España, Estados Unidos, Suiza, entre otros poseen legislaciones explícitas en su contra, la Unión Europea ha condenado el movimiento, e incluso La Autoridad Palestina no lo adopta ni alaba.

En las tácticas del activista BDS, continúa la argumentación con información tergiversada, abogando a cifras de palestinos abatidos sin entregar información sobre las circunstancias, igualando al terrorista abatido con la víctima civil, calificando al yihadista de 17 años (o más), de «niño», o simplemente omitiendo el ataque y acusando un asesinato (del atacante) al azar.

El juego de la posverdad es el mejor aliado de un partidario del BDS, los detalles, las razones y los hechos no tienen validez en su cruzada.

La última estrategia del partidario de este movimiento odioso es la acusación personal, cuando encuentra un bloque que no comparte su ideología o pone en juicio legítimo sus argumentos, entra la acusación clave y que se ha convertido en cliché lapidario en nuestro siglo: «fascista».

Todo quien se opone a su forma de ver la evidente imposición de restricciones antisemitas, cabe en este adjetivo, instalando previamente el concepto erróneo de sionismo, desde la simple defensa de la existencia del Estado de Israel, relacionándolo de forma malintencionada con el concepto de fascismo a través de tergiversaciones y mentiras.

El diálogo debe ser siempre prioridad, incluyendo el debate de ideas y las legítimas diferencias políticas merecedoras del máximo respeto, pero cuando la ideología se acaba y se terminan los argumentos, lo que mueve es el odio puro, este es el caso del movimiento BDS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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