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Arrogancia y superioridad moral Opinión

Arrogancia y superioridad moral

Rafael Caviedes
Por : Rafael Caviedes Socio fundador Consultora MC2salud. Asesor de empresas y académico. Ex presidente de la Asociación de Isapres.
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En este mismo medio en una columna titulada “Las Isapres se desfondan”, el señor. Marcos Vergara se muestra preocupado por la difícil situación financiera que enfrentan esas instituciones y por la posibilidad de ser sustituidas por un sistema único de salud y culpa a la industria de ser “ciega, testaruda, arrogante e irresponsable. Tuvieron la ocasión de transformarse en Instituciones de Seguridad Social pero prefirieron la mezcla encantadora del 7% asegurado y el mercado, con sus stakeholders”.

Evidentemente las Isapres no hacen las leyes ni tienen la capacidad ni las facultades para “transformarse” como sostiene el columnista. Pero lo relevante es que desde los tempranos años 90, muchos quienes fueron autoridad soñaron con un seguro único estatal, aunque sabían que no había consenso en su propia coalición para reformar el sistema, y otros, más pragmáticos, reconocían que no habían recursos suficientes en el sistema público de salud para acoger a los nuevos beneficiarios. La dura realidad  paralizó por decenas de años la modernización que requería el sistema y, de alguna forma, generó una pugna ideológica —que dura hasta hoy— entre quienes aprueban la participación del sector privado en salud y quienes prefieren un sistema estatal único. Muchos argumentaron que no era necesario corregir el modelo de aseguramiento privado pues, en algún momento las “abusivas isapres” morirían asfixiadas por su propia legislación: era mejor dejar las cosas como estaban. Una entidad eficiente y, además de gestión privada sería muy incómoda para quienes postulaban a un servicio estatal único.

Los aseguradores, —previendo tiempos difíciles y atendiendo las frecuentes críticas— realizaron innumerables propuestas: portabilidad de subsidios; planilla de comparación de beneficios; cobertura enfermedades catastróficas; estandarización de condiciones generales del contrato; plan garantizado de salud; plan preventivo; evaluación de tecnología en salud; fondo de compensación de riesgos; mecanismo de regulación de ajuste de precios; tarifas compensadas por sexo, licencias electrónicas, plena movilidad inter-isapres, separación de la gestión de las licencias médicas en un ente diferente, por mencionar algunas de los últimos 20 años. También, entregaron data incuestionable para contra argumentar otras propuestas inconducentes que hubiesen significado limitar a miles de personas su derecho a elegir en salud. Sin ir más lejos, la asociación que las agrupa recientemente insistió con una nueva versión de propuestas.

Sin duda cometieron errores y muchas de las ideas reseñadas no fueron del agrado de todos. Esas y otras propuestas las discutieron con todos los gobiernos y con diferentes autoridades en muchos comités de trabajo y comisiones presidenciales; todo quedó bien documentado. Solo unas pocas de esas iniciativas llegaron a puerto. Varios proyectos de ley quedaron sin tramitar en el parlamento y otros se aprobaron tardíamente. Una clara prueba de ello es que el legislador tardó 12 años en entregar una solución mediocre para corregir el problema de judicialización por alza de precio. Esto significó varios cientos de miles de juicios y miles de millones de pesos regalados a abogados en costas judiciales. ¡Ni siquiera se atendió con urgencia el exhorto de los Tribunales del año 2010 para resolver tan grave problema!. A juzgar por lo anterior, pareciera que ha habido negligencia, incapacidad de lograr acuerdos o simplemente intencionalidad política en la negativa de perfeccionar este sistema. Ahora, agravado por la pandemia, se ven los resultados de una mala e inoportuna regulación.

Hace algunos años, el mismo autor de la columna mencionada haciendo gala de su ironía, me dio por muerto; ahora aparece investido de sacerdote para juzgar con superioridad moral, utilitaria y arbitraria a un sector industrial muy complejo y que pocos entienden. Un análisis ecuánime requeriría investigar al menos las responsabilidades de todos quienes participan de tal pugna ideológica y política y que, por años, ha obstaculizado los intentos de corregir los problemas del sector salud. Ya no sirven las opiniones livianas, los juicios ni los sarcasmos; las personas esperan soluciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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