El Presidente de la Asociación de ISAPRE, don Gonzalo Simón, está preocupado. Conocemos a don Gonzalo desde hace muchos años, desde que fue gerente de la Corporación Lautaro, entidad que estuvo a cargo de la gestión del Hospital San Borja Arriarán, en aquellos entonces denominado Paula Jara Quemada sin que nadie supiera muy bien por qué. Después trabajamos con él en varias comisiones en que se exploraron caminos para el devenir del sistema que hoy coordina. Se le nota preocupado, los números son muy elocuentes, las pérdidas arrecian. Y lo peor de todo, nadie parece salir al rescate, lo que Gonzalo reclama. De hecho, el empresariado que está detrás de la industria corresponde hoy preferentemente a capitales extranjeros y la empresa patria ya no parece interesada en el asunto.
En cuanto a las causas, difieren hoy Simón y Sánchez, el último especialista en estas materias, Director del Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello, el primer Superintendente de Isapres desde que tal agencia fue creada en 1990. Estoy con Sánchez, porque esta situación era una “bola cantada”, como dicen los parroquianos en el “pool”. Se hicieron -hicimos- enormes esfuerzos para no llegar a este punto, se sostuvieron centenares de conversaciones, se trabajó sistemáticamente desde la gestión del Ministro Massad en los noventa hasta la fecha en múltiples comisiones de las cuales abundan los registros -no quiero dejar de mencionar el proyecto precoz del 1% para la vejez del propio Sánchez- pero la industria fue ciega, testaruda, arrogante e irresponsable. Tuvieron la ocasión de transformarse en Instituciones de Seguridad Social pero prefirieron la mezcla encantadora del 7% asegurado y el mercado, con sus stakeholders. Y henos aquí, al borde del abismo.
Pienso que casi no habrá tiempo para la calma que requeriría la configuración del Seguro Universal que el Presidente Boric ha comprometido. La gradualidad que tal reforma necesita, para no dañar los intereses y necesidades de la población en éste delicado componente de la protección social, se verá comprometida. Señoras y señores, se nos viene el mundo encima, las ISAPRE se desfondan y nadie vendrá en su auxilio, ni el estado ni el empresariado -mal negocio-; por otra parte, las clínicas privadas recibirán el manotazo de la industria que se desploma y gracias a la cual financian principalmente su actividad. FONASA, sin la mejor preparación, ha de recibir a los afiliados mucho antes de lo esperado. Mala cosa.