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Regeneración del mundo político, un mandato público Opinión

Regeneración del mundo político, un mandato público

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Carolina Altschwager
Por : Carolina Altschwager Directora Ejecutiva de Almabrands
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El rotundo resultado del plebiscito, con la aprobación de la redacción de una nueva Constitución para nuestro país y que este proceso se realice bajo el sistema de Convención Constitucional, son una elocuente muestra del profundo cuestionamiento y malestar existente en la ciudadanía respecto al mundo político. Este último, aparece como la categoría peor evaluada y la que más ha caído en los últimos años en nuestro estudio ICREO, que mide la confianza de la ciudadanía hacia las instituciones y empresas de nuestra sociedad.

Detrás de esta elección se revela con claridad la necesidad urgente de regeneración de la política, de una refundación desde sus bases, para reconstruir las confianzas quebradas que se manifiestan en todas las dimensiones medidas, especialmente en la honestidad, responsabilidad y preocupación genuina por los intereses de las personas (empatía). Tener los menores niveles de confianza es una cuestión altamente sensible si consideramos que este es el sector que debiera representar legítimamente la voz de los ciudadanos para diseñar el futuro y resolver las innumerables necesidades y brechas que hoy tiene nuestro país.

La elección de una comisión constituyente y el proceso constitucional representan una verdadera prueba para la política y, con ello, una tremenda oportunidad para reconstruir su confianza en distintos aspectos: lo primero a considerar para la regeneración de las confianzas es el QUÉ de la política: la gran participación y decidida elección del Apruebo pone un claro foco en el qué de los próximos años. Este foco tiene que ver con hacerse cargo de los temas sociales más urgentes que aquejan a los chilenos, y que están en la base de su malestar, como salud, educación y pensiones, entre otros. Hoy la expectativa del qué es clara, amplia y profunda: dialogar, debatir y consensuar respecto a las bases que nos constituyen como sociedad.

Lo segundo es el PARA QUÉ de la política, es decir, cuáles son sus motivaciones, intereses o propósito último. Hasta ahora la política parece obedecer solo a sus propios intereses o, al menos, a los de unos pocos. El mundo político necesita recuperar con urgencia su sentido de propósito más profundo: el servicio público, entendido como aquel que pone el bien común por sobre los intereses particulares, incluyendo los propios.

El tercer aspecto clave es el CÓMO de la política, el modo en que esta opera, se relaciona y toma decisiones. El mundo en que las grandes discusiones y decisiones se reservaban a una cúpula, a un grupo selecto que determinaba el devenir de todo el resto, simplemente ya no cabe en este mundo. La tradicional discusión derecha-izquierda resulta absolutamente extemporánea en un contexto en el cual los ciudadanos no se sienten para nada representados. La participación directa ciudadana es lo que se exige y toca, y el mundo político debe entender que para legitimar su rol y asegurar su sustentabilidad a futuro, no solo debe ser capaz de evolucionar, sino también de facilitar las herramientas necesarias para permitir que ello suceda, promoviendo la emergencia de nuevas voces, ideas y acuerdos.

Tenemos el enorme desafío de operar bajo una nueva ética, que gobierne con una lógica distinta, de apertura, diversidad, colaboración y ganar-ganar, poniendo a las personas y su bien común al centro. Solo así podremos regenerar la debida confianza del mundo político y confiar en que la dirección del país será auspiciosa e irá en beneficio de todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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