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Por una Negrita… se están volviendo locos Opinión

Por una Negrita… se están volviendo locos

Rodrigo Álvarez Quevedo
Por : Rodrigo Álvarez Quevedo Abogado de la U. Adolfo Ibáñez. Profesor de Derecho Penal, Universidad Andrés Bello. Abogado Asesor, Ministerio del Interior (2015-2018)
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Es obvio que el lenguaje cambia y ha cambiado, al igual que la publicidad. Hubo publicidad antaño que hoy, enhorabuena, sería impresentable. Basta recordar cómo era posible que una leche en polvo pudiera mostrar solo niños blancos jugando, mientras en el embace se apreciaban esclavos negros trabajando. Así, las empresas pueden ir cambiando y ahora fue el turno de Nestlé y su famosa Negrita, que ha cambiado de nombre, despertando humor y polémica. Muchos memes han sido realmente originales y divertidos, pero ha habido provocaciones y comentarios bastante incomprensibles, como la foto de los constituyentes y de J.A. Kast, y los dichos de Warnken.

Nestlé decidió cambiar el nombre de su famosa galleta bañada en chocolate, luego de, según comunicaron, una “evaluación impulsada por la compañía que busca identificar conceptos que pudieran considerarse inapropiados, a la luz de la mayor conciencia sobre las marcas y su lenguaje visual respecto del uso de estereotipos o representaciones culturales”. Considerando las sensibilidades de distintos grupos sociales en “todos los países en que la compañía está presente”, agregando que una cultura diversa e inclusiva es la base de la compañía, con valores como el respeto y apoyo “al término de acciones racistas o discriminatorias”.

A propósito de esto –nada más, ni nada menos— se provocaron diversas reacciones. Pero hay que distinguir, una cuestión es el humor en redes sociales; otra es hacer un punto político de esto, como hicieron Kast y los Constituyentes, con mucha burla y provocación, y muy poco humor. También es otra cuestión realizar criticas manifiestas, como hizo el supuesto experto Cristián Warnken.

Warnken, dijo que esto “era parte de la cultura de la cancelación”, que “evidentemente que la decisión está dentro de lo que se llama una guerra cultural”, por imponer lo que él llamaría una suerte de “neo lengua”. Remata diciendo que: “La marca Negrita y la expresión ‘negrita’ no tienen asociado, como connotación, algo despectivo, sino que es algo afectuoso, cariñoso, como cuando uno le dice a alguien: ‘mi negrita’ o ‘mi negro’ (…). La Negrita tiene ese valor, nunca ha sido algo que alguien haya usado como discriminación o con desdén o como un acto de racismo, entonces, es una medida absurda”. Dijo que había una “pulsión totalitaria en ciertos ambientes culturales” y que lo de los convencionales le parecía “un gesto de humor”. Supongo que a Warnken, el poeta, le tenemos que aceptar que no cuide sus palabras, aunque no se trate de poesía, sino de entrevistas políticas. Entonces donde dice guerra, no dice guerra; y cuando habla de totalitarismo, en realidad está usando metáforas. Pero lo demás que dice es falso.  No hubo cancelación; esto no se relaciona con “neo lenguas”; y la expresión Negrita, el texto, en este contexto, sí tiene una connotación. Entonces, ¿qué es lo que les molesta o le causa “humor”?

No hubo cancelación porque nadie pidió a Nestlé cambiar el nombre de su producto. Fue una decisión que nació de ellos, sin funas ni ataques. A menos que sea (auto)cancelación una decisión autónoma. O sea, si decido usar “todos y todas” en lugar de “todos”, estoy siendo parte de la “cultura de la cancelación”. En este contexto, resultan incomprensible las críticas por parte de quienes se llenan la boca defendiendo el libre mercado, el emprendimiento, la libertad de expresión, y la autonomía de los privados. ¿Tanto les molesta la decisión de una empresa como para hacer un punto político fuera de la Convención? Uno podría dudar de las intenciones de Nestlé. Probablemente haya fines económicos detrás y podría ser que las intenciones declaradas no sean genuinas. Ejemplo paradigmático de esto es Wom, que luego de años con unas de las campañas más machistas que se han visto, pasaron (supuestamente) a ser inclusivos, en cosa de meses. Pero, no es la falta de motivaciones genuinas la que les molesta. Obvio que no, si defienden el ánimo de lucro ¿cierto?

Entonces se dicen que es inocuo el nombre, que es negrita por el chocolate, o que es de cariño. Pero el problema no es, aunque sea otra discusión, decir “negro” a un afrodescendiente, al menos no aquí. Quizás ellos eran muy jóvenes y no se acuerdan, pero el concepto detrás del nombre y su publicidad de años estaba lejos de ser inocuo o inofensiva.

Al comienzo aparecía una caricatura de una mujer negra con una cinta roja. Supongo que está de más y es innecesario recordar la esclavitud que ha estado detrás de la industria del chocolate; o la demanda contra esta misma empresa por esclavitud infantil en Costa de Marfil. Me parece suficiente pensar en el estereotipo de esclava negra de esa época para notar que la referencia es a lo menos inapropiada. Si piensan que exagero, está bien. Pero decir que esto es de cariño, que no tuvo nunca connotación negativa o que es inocuo no es cierto. ¿En verdad alguien cree que en EE.UU. –país que tanto gusta— tendrían una galleta con un nombre así?

Y luego la cosa fue peor. Warnken quizás no veía televisión, pero los que tengan buena memoria recordarán la publicidad hipersexualizada para vender galletas, con una mujer saliendo de un envoltorio –literal— para ser comida, mientras cantan que “por una negrita, se está volviendo loco”, llega un hombre y vuelan las ropas. El narrador nos decía “donde hay Negrita se pasa mejor” y “porque no hay nada más rico que una negrita, ahora hay más Negrita que nunca”, mientras la mujer miraba sensualmente la cámara. Incluso la actriz protagonista, Elvira Cristi, comentó lo ocurrido y dijo que con distancia y tiempo comprende que “evidentemente podría haber sido un tema” y aprobó el cambio. Había otro comercial que decía «con corazón de vainilla y piel de chocolate, tu Negrita de siempre«. Dejemos de lado el color, y pensemos que se llamara “Rubiecita”, y saliera una estereotipada barbie del envoltorio, porque donde hay rubiecitas, se pasa mejor… ¿Cuál es la neo lengua? ¿Dejar de llamarle Rubiecita? ¿Cambiar el nombre de fantasía? ¿En serio hay que explicarlo? Ni en Morandé con Compañía se veía tan mal gusto. Si Warnken quiere hablar de “neo lenguas”, seguro encuentra un ejemplo mejor. Si eligió esta situación como excusa para hablar de eso, quizás sea otra cuestión la que le molesta.

Entonces pueden decir que el concepto cambió y que esa publicidad ya no se usaba. Y eso es cierto. Podrían decir que no era necesario cambiar el nombre a estas alturas. En este caso, dejando de lado las posibles finalidades comerciales, ¿cuál es el problema con que una empresa abandone un nombre que tuvo este significado? ¿Por qué no pueden dar una señal hacia la inclusividad? A lo más sería un exceso de preocupación por parte de la compañía, pero ¿qué es lo absurdo? ¿Qué es lo divertido? ¿Qué les molesta?

En el colegio me dijeron que la risa abunda en la boca de los tontos, y no era cierto. Y en el colegio no me dijeron que nuestros valores se reflejan sobre lo que uno se ríe, y era cierto. Imagino que los Constituyentes tendrán cosas más importantes que hacer que sacarse estas fotos; imagino, también, que el escritor, columnista y profesor de literatura podrá buscar mejores ejemplos de lo que él llama totalitarismo y guerra.

Yo prefiero un mundo en el que mis hijos o hijas coman Chokitas a Negritas. No es que sea lo más importante del mundo, pero es incomprensible la oposición que ha generado el cambio.

Pareciera que hay quienes por una negrita se están volviendo locos.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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