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Las cifras negras tras el exitoso cierre de la economía chilena en 2012 Datos duros de empleo precario y desigualdad se mantienen intactos

Las cifras negras tras el exitoso cierre de la economía chilena en 2012

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Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Bajo el velo de los excelentes índices económicos que muestran a Chile como uno de los alumnos más aventajados de la región, con un año macroeconómico redondo y una proyección bastante más optimista para 2013 en el concierto OCDE, quedan los mismos números escondidos bajo la alfombra. Un resumen de la Fundación Sol explica por qué Chile sigue contando con empleos precarios y muestra las evidencias —por si hacían falta números— de que siempre ganan los mismos.


Esta historia le puede sonar conocida: la señora María Eugenia Quiroz tiene 46 años y 6 hijos, aunque solamente 3 viven con ella. Tiene casa propia: un departamento de 42 mts2 en la población Vicente Huidobro de la comuna de El Bosque. Lo terminó de pagar hace 10 años.

Esto también le puede sonar conocido: es jefa de hogar. Mantiene su casa con el sueldo mínimo que recibe como manipuladora de alimentos y siempre ha trabajado en lo mismo.

Esta parte de la historia le puede sonar aún más: trabaja hace 16 años, siempre ha ganado el mínimo; figura entre las cifras de los chilenos con empleo, pero María Eugenia lo tiene claro: “Lo único que me salva de la pobreza es que tengo un techo y un cálefont”, dice asumiendo que este último artefacto le da un plus que no todos sus compatriotas tienen y que ella heredó hace seis años de la casa de su abuelo, cuando murió.

Si uno mira Chile en cifras y se detiene en los números duros, el mapa a fines de 2012 es éste: el Banco Central proyecta que cuando cierre el año el país habrá crecido 5,5 %; menos del 6 % que alcanzó en 2011, pero bien aspectado para el crítico escenario mundial. Según la OCDE el crecimiento esperado para 2013 es de 4,6 %; es decir la mejor cifra de ese grupo en 2013 y en una proyección hacia 2014.

Sin embargo, el 2012 deja un recuento que pareciera instalar sobre la superficie a otro país.

Los números

Sobre la base de microdatos de la encuesta Casen 2011 —que se publicó este año— la Fundación Sol concluye que existen 497 mil trabajadores pobres en Chile. Es decir, personas que poseen trabajo pero habitan hogares pobres. De ellos, 62 mil son trabajadores indigentes. Esa misma foto dice que en 2 de cada 3 hogares pobres hay trabajo y el 81 % de ese trabajo es asalariado, por lo tanto no basta tener empleo para salir de la pobreza.

[cita]De acuerdo a la nomenclatura que proviene de un estudio de OIT (Saget, 2008), en 2012, con la fijación del salario mínimo en $ 193.000, nuestro país ha ingresado a lo que técnicamente se conoce como la zona de un mini-salario mínimo. Es decir, según señalan en la Fundación Sol, un salario que representa menos del 30 % del Producto Interno Bruto, per cápita mensual. “Los países de la OECD, cuando tenían PIB per cápita similar al chileno, tenían el doble de nuestro actual valor (haciendo todos los ajustes correspondientes). El bajo valor que tiene el trabajo en nuestro país, se manifiesta en la mediana salarial. Esto es, observar que pasa con el 50 % de los trabajadores”.[/cita]

“Las políticas de subsidio no se hacen cargo del problema de los bajos salarios y el bajo valor del trabajo, quienes sí actúan en la fase primaria, son instituciones como la negociación colectiva con derecho a huelga real. Hace falta cambiar la filosofía no distributiva que hoy tiene la negociación colectiva en Chile”, explica el economista de la fundación Marco Kremerman.

Tener empleo asegurado y formar parte de las cifras que muestran cómo crece la cantidad de ocupados en Chile no es, por lo tanto, la foto más justa. Un empleo asalariado hoy no asegura protección laboral ni empleo de calidad. Así, en los últimos 32 meses, se han creado 489 mil empleos asalariados, “sin embargo, el 70 % corresponde a empleo externalizado (subcontrato, suministro y enganche temporal). Dicha condición (la externalización), aumenta la probabilidad de tener bajos salarios (todavía más bajos que los que ya existen), reduce la probabilidad de tener empleo protegido, reduce notoriamente la probabilidad de participar de organizaciones sindicales, y aumenta la probabilidad de ser un subempleado. Es decir, constituye una condición clara de mayor precariedad laboral”, señalan las cifras de la fundación.

Benito Baranda, resume el escenario: “Crecimos económicamente, tuvimos más empleo, los retornos del cobre han sido extraordinarios, las transferencias monetarias son amplias… y seguimos con la misma cantidad de personas y familias sumidas en la pobreza”. Por lo tanto, para el presidente de América Solidaria no cualquier empleo ayuda a salir de la pobreza, y en un país con ingreso per cápita tan alto como el chileno los ingresos autónomos de estas personas que trabajan y viven en pobreza son escandalosamente bajos, abusivos e indignos. “Lo que no se entrega por justicia a quienes trabajan —salario digno— no puede ser reemplazado por transferencias asistenciales del Estado, como los bonos. Esto traerá consecuencias nefastas al desarrollo de Chile, el ejemplo de ello es la incapacidad que ha tenido EE.UU. de salirse de esta lógica de transferencias-asistenciales desde que las inició de manera más intensa en 1965 con la Ley de Oportunidades Económicas”.

La señora María Eugenia, también hace su propio resumen: “Yo no veo la riqueza de la que hablan, porque si tú no te encalillas en una cocina, o en un refrigerador no hay forma de tener esas cosas que son básicas. Hay que apretarse en un lado para tener un poquito de lujo en su casa, y eso significa pagar intereses a otros. Cuántas veces uno tiene que dejar de pagar la luz o el agua por tener algo especial”, dice esta mujer que junto a otras armó un grupo de líderes en su población.

Durante todo un año hicieron pollo con agregado, como plato único, lo vendieron, y así costearon la fiesta de Navidad de sus hijos.

En Chile de acuerdo a los datos de Casen 2011, “el 50 % de los trabajadores dependientes privados, obtiene ingresos por su ocupación principal, menores a $ 218.800. Dicho monto es inclusive inferior al que obtenía el 50 % en Casen 2009 a pesos ($) de Noviembre de 2011 ($ 228.618)”, explican en la fundación.

De acuerdo a la nomenclatura que proviene de un estudio de OIT (Saget, 2008), en 2012, con la fijación del salario mínimo en $193.000, nuestro país ha ingresado a lo que técnicamente se conoce como la zona de un mini-salario mínimo. Es decir, según señalan en la Fundación Sol, un salario que representa menos del 30 % del Producto Interno Bruto,  per cápita mensual. “Los países de la OECD, cuando tenían PIB per cápita similar al chileno, tenían el doble de nuestro actual valor (haciendo todos los ajustes correspondientes). El bajo valor que tiene el trabajo en nuestro país, se manifiesta en la mediana salarial. Esto es, observar que pasa con el 50 % de los trabajadores”.

El chancho mal pelado

De los 749 mil nuevos empleos creados en los últimos 32 meses, menos de un 20 % son empleos de inserción directa. El 80 % restante corresponde a empleos endebles (empleos subcontratados, suministrados, cuenta propia, no calificados, servicio doméstico).

Mientras economistas y expertos han mencionado que existe pleno empleo en el país, los datos para Gonzalo Durán, también economista de la Fundación Sol, indican otra cosa. “Esto correspondería a un análisis obsoleto, que sólo mide la cuantía o volúmenes de puestos de trabajo sin considerar sus características. Los análisis modernos, impulsados por Premios Nobel de economía como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, así como por Naciones Unidas, sugieren un urgente cambio de paradigma en cuanto al análisis de las cifras de empleo. En este plano, la medición del subempleo es un elemento clave. En Chile, el subempleo o aquellas personas que trabajan menos de 30 horas pero quisieran trabajar más tiempo, asciende a 696 mil personas, ello equivale a un 55 % del total de los trabajadores de tiempo parcial (lo que casi triplica la realidad europea). Para la OIT, subempleo es signo de precariedad. En este esquema, la tasa de desempleo ajustada por subempleo y considerando a los trabajadores desalentados pasa de un 6,2 % a 11,5 %. Así, hablar de pleno empleo resulta ser una falacia”.

Pero no únicamente la precariedad del empleo y la pobreza en la que viven millones de trabajadores chilenos es parte de las manchas de un sistema que muestra en estas cifras sus hilachas: la desigualdad es un verbo que se conjuga de la misma forma cada año.

Al descomponer el crecimiento en los salarios según segmento social, se constata claramente que durante los últimos años, hay un crecimiento que es «pro-rico», es decir, favorece mucho más a las personas con más recursos. “Dicha situación es un inductor de desigualdad en la distribución de ingresos. Así, mientras el 50 % de los trabajadores se empobrecen en términos reales en los últimos años (comparando Casen 2011 con Casen 2009), el 10 % más rico crece un 12 % real. Además, en los últimos dos años, los gerentes generales de las principales compañías que representan cerca del 80 % del PIB de Chile han visto subir sus compensaciones variables del orden del 30 % en términos reales”, sostiene Kremerman.

Según los datos analizados por la Fundación Sol, la distribución del ingreso autónomo, es decir aquel generado por las propias personas sin subsidios ni transferencias, muestra un profundo deterioro entre 1990 y 2011. Los datos apuntan a un favorable avance económico de la élite. De este modo, al comparar la diferencia de ingresos por persona, entre el 5 % más rico y el 5 % más pobre, la brecha se exacerba y llega a las 257 veces. Esto es, según Kremerman, casi un 100 % más que en 1990.

Leonardo Moreno, director ejecutivo de la Fundación para la Superación de la Pobreza, dice que las cifras son claras y nadie puede darles la espalda. “Chile ha crecido y todos hemos logrado mejorar muestro bienestar, pero, claramente, unos más que otros. Lamentablemente estas brechas no sólo se dan en términos de ingresos salariales, sino que también en el acceso y la calidad de los servicios de salud, educación, vivienda, etc. Nuestro gran pecado es que esas brechas se superponen siempre en la misma persona”.

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