Más mitos sobre traumas post aborto
Señor Director:
Al leer la columna de la Dra. Francisca Decebal – Cuza (20 de agosto de 2015) sobre la salud mental de las mujeres y el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales, llaman la atención algunas de sus afirmaciones. Inicia su columna sosteniendo que, por lo menos en dos de las tres causales, se aluden razones de salud mental de las mujeres que a su juicio son “presunciones falsas”.
Antes de continuar, urge precisar que el objetivo del proyecto en debate es despenalizar el aborto en tres causales: inviabilidad del feto, riesgo de vida de la mujer y violación. En cada uno de esos casos, siempre y sin cuestionamiento, es la mujer la que decide. El proyecto de ley no obliga a ninguna mujer a abortar, sino que le ofrece opciones para interrumpir el embarazo en caso de que ella así lo desee, respetando sus convicciones personales. No es objetivo del proyecto de ley “tratar” la salud mental de las mujeres. Su objetivo es evitar que, en tres situaciones muy claras, las mujeres se arriesguen a una punición legal por interrumpir su embarazo.
Afirma la Dra. Decebal-Cuza que, justamente, en dos de las tres situaciones – inviabilidad fetal y violación – la mujer ya sufriría complicaciones psiquiátricas. En el primer caso porque “tendrían apego por el feto” y en el segundo por “una psicopatología previa”. Dice también que ambas afirmaciones pertenecen al consenso científico en materia de salud mental de las mujeres que se realizaron un aborto.
Lo que NO dice es que gracias a los estudios realizados, el consenso científico concluye que existe un porcentaje bastante menor de mujeres que sufren de alguna complicación psiquiátrica después de practicarse un aborto. Ese porcentaje es igual al porcentaje de mujeres que habrían tenido esta complicación en cualquier otra situación de su “vida normal». Por otra parte, los estudios comparativos de mujeres con relatos de aborto no distinguen los motivos por los que interrumpieron su embarazo. Por lo tanto, la Dra. Decebal-Cuza no puede afirmar que, en base a estudios, sean las mujeres con embarazos de fetos inviables o mujeres violadas, las que sufren mayor incidencia de complicaciones psiquiátricas previas.
Una mujer con un feto inviable no siempre desea continuar con el embarazo. Por lo tanto, NO es en todas las situaciones que se cumple la afirmación dada por la doctora; de que la mujer «sufrirá un duelo por un hijo deseado”´. Y aunque así lo fuera: un duelo no es un problema psiquiátrico, es un dolor por la pérdida, lo sufrimos ante otras pérdidas en la vida y lo superamos, como lo muestran no sólo los estudios sino también la experiencia. La culpa, el arrepentimiento, la tristeza e incluso la rabia forman parte de este proceso – no sólo en casos de aborto – y son sentimientos legítimos de ser vividos como una forma sana de pasar por el duelo. No es riguroso, desde el punto de vista clínico, confundir el sufrimiento con un problema psiquiátrico.
Querer patologizar las emociones y sentimientos legítimos es irresponsable y es otra forma de invisibilizar a las mujeres, transformándolas una vez más en “histéricas”; en sujetos incapaces de decidir de forma sana y consciente sólo porque “tenemos útero”. Los estudios evidencian que las mujeres que abortaron, en su mayoría, desde el inicio hasta pasado los tres años, enfrentaron bien su decisión y el proceso que ella implicó. Es importante recordar que somos sujetos insertos en un contexto sociocultural que también afectará, de un modo u otro, nuestro sentir. Somos seres que nos construimos en relación y es por este motivo, que los estudios muestran que hay una correspondencia directa entre el estigma social sobre el aborto y los sentimientos relatados por las mujeres.
En el caso de la tercera causal por violación, Decebal-Cuza afirma que no hay libros que indiquen que el tratamiento para el estrés postraumático de una violación sea un aborto. Es cierto, no los hay. Los textos ad-hoc se refieren a tratamientos psicoterápico y/o medicamentoso para el estrés postraumático. Tampoco los estudios y libros en la materia indican que la solución para el trauma de la violación sea el dar a luz a un hijo producto de violencia sexual, y esto debido a que ni el aborto ni el parto deben ser pensados como “tratamientos postraumáticos”. Interrumpir el embarazo no pretende ser un tratamiento psicoterápico, como tampoco pretende eliminar el trauma de la violación o hacer desaparecer la historia como afirma la doctora.
La tercera cláusula permite a esta mujer y a esta niña, la opción de no continuar con un embarazo que no desean porque fue producto de una agresión, una violación no sólo física. También una vulneración de su dignidad. Obligarla a continuar la gestación, contra su voluntad, es seguir violándola en su dignidad física y emocional.
La doctora Decebal-Cuza se equivoca al afirmar que el proyecto sólo ofrece la alternativa del aborto a la mujer. Como dije antes, el proyecto no obliga a ninguna mujer a interrumpir su embarazo y en el mismo texto del proyecto de ley está dicho que se ofrecerán además de las alternativas para la interrumpir la gestación, programas de apoyo social y económico disponibles, justamente, porque el objetivo del proyecto es terminar con la re victimización de mujeres y niñas obligadas a continuar, contra su voluntad, con un embarazo no deseado.
Para finalizar, desde el punto de vista médico, la máxima autoridad mundial en salud, esto es, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que un aborto realizado en condiciones sanitarias seguras no conlleva riesgos para la salud de las mujeres. Desde el punto de vista psicológico o psiquiátrico, está ampliamente documentado que no hay riesgo para la salud mental. Siendo así, no hay omisión de estudios o pronósticos a largo plazo. Lo que de hecho no hay, es algún estudio serio, que concluya que las mujeres que decidieron abortar hayan tenido algún problema psíquico o daño de algún tipo a largo plazo.
Catalina Baeza
Psicóloga