La tan anhelada educación de calidad debe partir en la casa. Los padres tienen una trascendental importancia en el proceso educativo de sus hijos. Es por esto que el Estado y la sociedad civil deben volcar sus esfuerzos en mejorar la calidad de las interacciones familiares y evaluar qué está pasando en las casas. Una correcta estimulación temprana durante los primeros años de vida, trae como consecuencia que los niños tengan más y mejores oportunidades gracias al mayor desarrollo de habilidades cognitivas y socioemocionales.
Todos deseamos ser buenos padres y queremos lo mejor para nuestros niños. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando nos encontramos con familias vulnerables que viven en espacios reducidos y que concentran toda su energía en superar el día a día? En contextos exigidos o estresados es muy difícil pedir a un padre o madre que dimensione los beneficios que le genera al niño leerle un cuento o jugar con él. Descomprime mucho más el ambiente familiar, entregarles el celular o sentarlos durante horas frente a la TV.
Por estos días, la sociedad civil se ha agrupado para hacer 12 propuestas al gobierno con el fin de fortalecer la educación parvularia. No sólo hay que avanzar en mayor cobertura y acceso, sino también en asegurar la calidad de las interacciones pedagógicas que ocurren en las salas cunas y jardines infantiles de nuestro país. Ciertamente las aulas y educadores tienen un rol fundamental en la tarea de formar y educar a nuestros niños pero ¿qué ocurre con los padres y las familias?
La evidencia nos ha llevado a la convicción que es urgente poner foco e invertir en programas alternativos a los que se realizan en las aulas. Es más, estamos convencidos que la inversión debe estar centrada en programas que se desarrollen en las casas de los niños, por un tiempo razonable, de manera de crear e instalar rutinas dentro de las familias.
Como fundación estamos realizando en Chile un innovador programa de educación inicial probado por más de cinco décadas en Estados Unidos con evaluaciones de impacto que avalan sus positivos resultados. De forma estructurada y sistemática, durante dos años, monitoras trabajan con el padre y el niño en función de un material con propósito educativo, para prepararlos para su ingreso a pre-kinder. Al trabajar en la casa del niño, además de potenciar sus habilidades cognitivas y socioemocionales, es posible empoderar a los padres y entregarles herramientas para que sean ellos los principales educadores de sus hijos, lo que redundará en mejorar el ambiente, las relaciones familiares y crear círculos positivos que muchas veces permean incluso hasta las familias vecinas.
Los resultados de programas de estimulación temprana que se desarrollan en las casas de los niños son muy alentadores: logran aumentar la tasa de graduación escolar, mejorar el desempeño en el colegio, disminuir la delincuencia, el embarazo juvenil y aumentar el nivel de ingresos cuando se insertan al mundo laboral, entre otros.
La tasa de inscripción al jardín infantil de niños entre 0 y 3 años es baja. La de asistencia es aún más dramática. Dada esta realidad se hace indispensable poner en marcha en Chile programas alternativos a las salas cunas y jardines infantiles. Los niños están llegando a pre-kinder con un rezago que no es corregible en el tiempo lo que hace que a los cuatro años ya tengan su destino zanjado.