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Aceite de palma: ¿demasiado de algo bueno? Medio ambiente

Aceite de palma: ¿demasiado de algo bueno?

El aceite de palma se puede utilizar en todo, desde cosméticos hasta combustible. Es barato y fácil de producir, pero tiene un lado oscuro. Su enorme popularidad ha causado una destrucción ambiental generalizada.


En la antigüedad se utilizaba como objeto funerario. En la medicina tradicional africana se utiliza para aliviar el dolor. Se encuentra en casi el 40 por ciento de los productos de uso cotidiano que podemos encontrar en las estantería de cualquier supermercado. Ya sea en el pasteles en, el champú, las patatas fritas, el maquillaje o el helado. Incluso llenamos el tanque de nuestro coche con él.

El aceite de palma es muy versátil, y el ser humano lo sabe desde tiempos remotos. Probablemente ha estado en nuestro menú desde que comenzamos a cazar y recolectar en el bosque. Nuestros antepasados reconocieron que los frutos del tamaño de una ciruela, que crecen en la palma africana de aceite o palma aceitera (Elaeis guineensis), contienen mucha más grasa que cualquier otra planta.

La evidencia arqueológica muestra que ya se procesaba aceite de palma hace 5.000 años. Durante mucho tiempo fue un bien comercial regional en el continente africano, pero dio el salto internacional a finales del siglo XIX, después de que los británicos establecieran la primera plantación comercial de palma aceitera en Indonesia.

En los últimos años, la producción y la demanda de aceite de palma se han disparado. Entre 1996 y 2017 el consumo mundial se triplicó con creces, pasando de poco más de 17 millones a más de 60 millones de toneladas métricas, según el gobierno de Estados Unidos (véase gráfico 1). Este auge, sin embargo, está causando graves daños medioambientales a medida que se exterminan grandes extensiones de bosque para crear espacio para la expansión de monocultivos de palma africana.

«Esto genera una enorme presión en las regiones afectadas. El ritmo de la deforestación es vertiginoso y realmente innecesario”, critica William Todts, director de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente, comúnmente denominada Transporte y Medio Ambiente (T&A por sus siglas en inglés), con sede en Bruselas.

¿Una amenaza para las especies y el clima?

En muchos lugares, la explotación de los cultivos no es sostenible. A nivel mundial, las plantaciones cubren actualmente unos 160.000 kilómetros cuadrados (62.000 millas cuadradas) de paisajes tropicales, un área mayor que la de Grecia, según Alianza para Bosques (del inglés Rainforest Alliance). Otras estimaciones señalan que cada hora un área de 300 campos de fútbol se despeja para dejar espacio libre para los monocultivos.

En Borneo y Sumatra, por ejemplo, esta situación está destruyendo el hábitat de rinocerontes, tigres y orangutanes, y llevando a estas especies a la extinción. Un estudio reciente reveló que más de 100.000 orangutanes de Borneo han sido asesinados desde 2009, en parte por cazadores, pero también por la tala masiva de bosque que da paso a fábricas de papel y plantaciones de palma aceitera.

La producción de aceite de palma es el principal impulsor de la deforestación tropical, que representa el 18 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el ser humano en el mundo. La tala de bosques indonesios es un problema particular, porque almacenan más carbono por hectárea que la Amazonia brasileña gracias a sus suelos «ricos en carbono”, según la Unión de Científicos Preocupados de Estados Unidos (en inglés: Union of Concerned Scientists, UCS).

El desbroce de tierras para dar lugar a plantaciones de palma también se relacionó con los devastadores incendios forestales ocurridos en Indonesia en 2015, que se convirtieron en uno de los mayores desastres climáticos del mundo en términos de contaminación por gases de efecto invernadero. Los incendios liberaron más gases que todas las emisiones anuales procedentes de combustibles fósiles en Alemania. Durante más de un mes, arrojaron más contaminación diaria al aire que toda la economía estadounidense.

Según Rod Taylor, director del programa forestal del Instituto de Recursos Mundiales, Indonesia ha tratado de evitar que se repita esta situación a través de políticas nacionales para promover la producción sostenible de aceite de palma.

«En Indonesia se está intentando evitar el uso de suelos de turba, así como humedecer los que fueron drenados para restaurar su capacidad de capturar carbono”, explica Taylor a DW. «El desafío ahora es ver hasta dónde se puede retroceder el tiempo para encontrar algún tipo de equilibrio entre el paisaje y la producción”, señala.

El 80 por ciento del aceite de palma que se produce a nivel mundial procede de Indonesia y Malasia (véase gráfico 2). Pero a medida que crece la demanda, las empresas se trasladan a otros lugares. La atención se centra ahora en países del África Occidental, como el Congo. La Amazonia tampoco es inmune, según Dirk Embert, biólogo y experto en Latinoamérica del grupo ecologista WWF.

«Cada vez recibimos informes de más países, donde ya se han establecido las primeras plantaciones de palma africana. Si nos fijamos en otros bosques tropicales, esa ha sido siempre la principal causa de deforestación total”, señala Embert a DW.

¿Por qué es tan popular el aceite de palma?

Las palmas aceiteras son valiosas porque son el cultivo oleaginoso más eficiente del mundo. La producción de una tonelada de aceite de palma requiere mucho menos espacio que la producción de una cantidad equivalente de aceite de soja, girasol o colza (véase gráfico 3).

Su producción contribuye al producto interior bruto de los países productores en Asia Meridional, África y, cada vez más, en América del Sur. Asimismo, satisface una enorme demanda de aceite vegetal barato para cocinar y se emplea como combustible en países desarrollados y en vías de desarrollo, entre ellos, China, la India y Europa.

El aceite de palma a menudo se utiliza en lápices de labios ya que mantiene muy bien el color, y casi no tiene sabor. Los fabricantes de champú lo usan para evitar que el cabello se seque, lo cual es causado por otros ingredientes del champú. Incluso en panaderías, el aceite de palma está muy extendido porque tiene una consistencia sólida a temperatura ambiente, además de ser barato y fácil de procesar.

¿Hacia un futuro sostenible?

Ya que el aceite de palma puede ser un producto económicamente beneficioso y sostenible, nadie quiere prohibirlo completamente. Por el contrario, el objetivo a largo plazo es reducir su impacto ambiental, según Frans Claassen, presidente de la Alianza Europea de Aceite de Palma.

«La sostenibilidad global significa que no queremos más deforestación. La cuestión es cómo hacerlo a medida que aumenta la producción de aceite de palma”, se pregunta Claassen. Una respuesta sería aumentar la productividad de las plantaciones existentes. Pero, al mismo tiempo, también se trata de cuestiones de responsabilidad y transparencia en toda la cadena de suministro de la producción de aceite de palma, según Claassen.

De hecho, ya existen normas industriales para el aceite de palma «producido de forma sostenible”. La Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés), es un ejemplo de ello. Éste es quizá el sistema de certificación de aceite de palma más utilizado por productores, procesadores y fabricantes de bienes de consumo. Sin embargo, sólo una quinta parte del aceite de palma producido a nivel mundial está certificado por la RSPO. Y la certificación deja vacíos legales al proteger sólo los bosques primarios, es decir, aquellos intactos y vírgenes, según critican grupos de vigilancia como la UCS.

La RSPO es un intento serio de distinguir las malas prácticas de las buenas, según Taylor. Él mismo ha trabajado durante 12 años en Indonesia en el campo de la silvicultura sostenible. Además, los consumidores tienen muchas herramientas para protegerse. Por ejemplo, aplicaciones para teléfonos inteligentes que escanean los códigos de barras de los productos para identificar el aceite de palma sostenible entre sus ingredientes.

«Nunca diría que hay boicotear el aceite de palma. En lugar de eso, hay que premiar los enfoques positivos. Esa es la mejor manera. Y la mejor opción para el consumidor es ser parte de esa solución”, concluye Taylor.

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