la especie que solo vive en Chile y Argentina, enfrenta cada vez más peligros a medida que las áreas rurales que conforman su hábitat van desarrollándose.
Un plan pionero de conservación busca en Chile revertir la situación de peligro de extinción de la güiña, un pequeño felino similar a un leopardo en miniatura, el menor de América, amenazado por ataques de perros y gatos, la pérdida de su hábitat, los atropellos y la caza ilegal.
Un equipo de científicos e instituciones llevará a cabo este proyecto, financiado por un fondo National Geographic para la recuperación de especies al borde de la extinción, con el objetivo de frenar el declive que ha sufrido la población de este felino, que vive en la zona centro y sur del territorio.
La iniciativa se desarrollará en siete regiones del país: Valparaíso, Metropolitana y O’Higgins en el centro del país, y Maule, Biobío, La Araucanía y Los Ríos en la zona sur.
Este animal (Leopardus guigna), una especie que solo vive en Chile y Argentina, enfrenta cada vez más peligros a medida que las áreas rurales que conforman su hábitat van desarrollándose.
La científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y directora del proyecto, Constanza Napolitano, consideró que se trata de «mitigar las principales amenazas» a las que se enfrenta este pequeño felino moteado.
«La protección de este felino funciona como un paraguas, ya que muchas otras especies se verán beneficiadas de forma indirecta por las medidas contempladas en este plan, ayudando también a la conservación del bosque templado lluvioso y esclerófilo», afirmó la directora de la iniciativa.
Los principales peligros que afectan a la güiña, que habitualmente tiene pelaje color café con pequeñas manchas oscuras, aunque también las hay totalmente de color negro, se deben en particular a la llegada de la sociedad a las cercanías de los parajes en los que viven.
El efecto de la mano humana en los hábitats de la güiña ha repercutido principalmente en la reducción de las áreas boscosas que dan refugio al diminuto felino, ya que prácticamente quedan pequeños remanentes de vegetación debido al avance de las zonas de cultivo y agrícolas.
«La fragmentación y destrucción de hábitat es difícil de abordar por su gran extensión y porque tiene a muchos actores involucrados, como por ejemplo la industria inmobiliaria, que lotea parcelas de agrado y subdivide la tierra, aumentando la densidad de gente con perros y gatos en áreas rurales», indicó Napolitano.
Precisamente la llegada de canes y felinos domésticos junto con las personas han abierto otro frente para la güiña que ha mermado su población: los ataques de estos animales y las enfermedades que pueden contagiarle.
En concreto, sus parientes felinos domésticos pueden ser una peligrosa y potencial fuente de infección de la leucemia e inmudeficiencia felina.
El contacto de la güiña con nuevos animales ha supuesto un nuevo reto para la supervivencia del pequeño felino moteado, que también enfrenta las represalias de los criadores de gallinas cuando entra en propiedades privadas y caza a la aves de corral.
«Cuando trabajaba en Chiloé (sur), era común escuchar que mataban a güiñas tras ser halladas en gallineros. Una vez nos llamó una persona para pedirnos que retiráramos a una que encontró en su corral, y que resultó ser una cría», recuerda la científica del IEB, quien lleva más de 14 años trabajando con especies de felinos silvestres.
También son un peligro las carreteras que cruzan y dividen los hábitats donde vive el pequeño felino, ya que los atropellos son habituales y causan graves daños a la cantidad de ejemplares existentes.
El proyecto, que cuenta con el apoyo de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), el Ministerio del Medio Ambiente y del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), desarrollará medidas concretas para mitigar el peligro actual de la güiña.
Entre ellas se harán campañas de esterilización, controles de salud y tenencia responsable de mascotas; la asignación de subsidios para la construcción de gallineros «a prueba de depredadores»; la instalación de señales viales y lomos de toros en carreteras en sitios donde cruzan güiñas; y el establecimiento de corredores biológicos.
«Necesitamos que se valore a los carnívoros nativos como la güiña. Su presencia trae beneficios, ya que depredan roedores, controlando directamente el virus hanta. No podemos retirar y translocar estos animales a otros lugares cuando existen conflictos con comunidades rurales, porque eso no soluciona nada», comentó Napolitano.