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La juventud por el clima: llegó la hora de cambiar Opinión

La juventud por el clima: llegó la hora de cambiar

Jaime Hurtubia
Por : Jaime Hurtubia Ex Asesor Principal Política Ambiental, Comisión Desarrollo Sostenible, ONU, Nueva York y Director División de Ecosistemas y Biodiversidad, United Nations Environment Programme (UNEP), Nairobi, Kenia. Email: jaihur7@gmail.com
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¿Sabe quién es Greta Thunberg? Es la gran heroína del cambio climático. Es una sueca de 16 años que está movilizando a cientos de miles de jóvenes en todo el mundo y está presionando a los políticos sobre sus responsabilidades respecto a la crisis climática. Personas como ella son fundamentales para despertar a los políticos apáticos, acelerar acciones y frenar el calentamiento global.

Ella está tocando el nervio sensible de los centros de poder, haciendo sentir que el peso de una ciudadanía movilizada es clave. Lo que ella está consiguiendo puede ser mucho más efectivo para impulsar nuevas políticas públicas y conductas que los cientos de informes científicos a través del IPCC, los Informes de la Cumbre del Clima, los tratados de la ONU o los informes de la UNFCCC. Sin desconocer lo vital que son estos documentos para dar sustento científico y político a las acciones.

A principios de este año, Thunberg, dijo a una reunión de líderes políticos y empresarios multimillonarios en Davos: «No quiero que tengan esperanzas. Quiero que se asusten. Quiero que sientan el miedo que siento todos los días. Y luego quiero que actúen».

Siguiendo a Greta los jóvenes han realizado protestas que comenzaron en agosto del año pasado, cuando ella en solitario protestó frente al parlamento sueco. Ahora, cada semana, cientos de miles de jóvenes, en más de 100 países, salen de sus aulas cada «Viernes por el Futuro». Se trata de protestas masivas que concentran la creciente ira hacia todos los políticos que son incapaces de enfrentar los desafíos del cambio climático. Este movimiento es apartidista y se ha multiplicado rápidamente. En poco tiempo, se ha convertido en un movimiento de resistencia que acusa de inactividad e incompetencia a las generaciones anteriores: “Os habéis quedado sin excusas”.

Si los gobiernos no abordan la crisis climática a tiempo, sin duda será una manifiesta violación a los derechos humanos de las generaciones futuras. La más grande de nuestra historia. Lo vergonzoso es que los adultos, los nacidos antes de 1968, hemos quedado muy mal. Han tenido que ser los jóvenes quienes han sacrificado días de aprendizaje para exigir que los jefes de Estado, políticos, empresarios, abuelos y padres hagan lo correcto. En particular, están reclamando a los gobiernos a que cumplan con lo comprometido en el Acuerdo de París, adoptado en el 2015 y que comenzará a ejecutarse a partir de 2020, los cuales son fundamentales para que la temperatura promedio global del planeta se estabilice entre los 1,5 y los 2ºC.

Pero, ¿cuál es la realidad hoy? Por la falta de sanciones que obliguen a los países a cumplirlo, las emisiones siguen aumentado. Es decir, los recortes de emisiones a los que los países se comprometieron en el acuerdo no son suficientes tanto porque son muy flexibles como porque la mayoría de los Gobiernos no los están respetando. Así como están las cosas en 2019, y de seguir así, vamos directo a un aumento de la temperatura promedio global a 3 grados y más aún.

Por lo tanto, es digno de respeto lo que están haciendo los jóvenes. Lo considero primordial para forzar a los gobiernos, empresas y ciudadanos para que recorten pronto y con suficiente intensidad sus emisiones. Por sus protestas, está calando en la sociedad planetaria un espíritu de lucha. Estos jóvenes empujarán a los políticos y a sus padres.

Obviamente, la realidad nos muestra que aún se necesitan muchos más esfuerzos y que no tenemos tiempo. Los jóvenes nacidos en este siglo poseen una conciencia ambiental y un coraje inexistentes en las generaciones anteriores. Sin duda, resultado de las clases de ecología y medioambiente en la educación preuniversitaria. Con una formación básica pero con mucha intuición y determinación sienten el peligro de los eventos climáticos extremos.

Como no va a ser así, si cada semana escuchan las noticias de desastres como el Huracán Idai, que arrasó en hace unos días el sur de África, probablemente el peor desastre climático registrado hasta la fecha en el hemisferio sur del planeta. Alrededor de 1,7 millones de personas estaban en la zona de paso del ciclón en Mozambique, mientras que en el caso de Malawi serían unas 920 mil, con más de mil muertos. Las lluvias provocadas por el ciclón provocaron también inundaciones de hasta seis metros de altura y una devastación completa.

Es lógico que los jóvenes sientan temor ante este tipo de desastres que tienden a ser cada vez más recurrentes y que los afectará con seguridad el resto de sus vidas. Las movilizaciones están teniendo lugar en Europa, Australia, Asia, África, América del Sur y los Estados Unidos, aunque los medios no las han divulgado en la medida que su importancia merece.

El 15 de marzo, el Viernes por el Futuro fue mundial. Hubo grandes manifestaciones Latinoamérica en Ciudad de México, Buenos Aires, Lima, Guadalajara, Bogotá y muchas otras, exigiendo un cambio rotundo en las políticas medioambientales. En Chile, las marchas apenas acapararon la atención de los noticieros. Pero sin duda estas protestas nos servirán de ejemplo para despertar algunas conciencias. Y es que, con el pasar de las semanas, nos estamos jugando demasiado, se juega nuestro futuro. Si los políticos no hacen nada, está muy bien que los jóvenes nos obliguen a escuchar. El costo de la pasividad de los ahora abuelos y padres, es enorme. No fuimos capaces de hacer cambios profundos en un modelo económico cuya principal víctima fuimos nosotros mismos.

En Europa la situación es distinta. Más de 100,000 en el Reino Unido abandonaron las clases organizando eventos en miles de escuelas en todo el país. Sus mensajes fueron contundentes: “Los jóvenes estamos demostrando que estamos enojados por la falta de liderazgo gubernamental”; “los que están en el poder no solo nos traicionan y nos quitan nuestro futuro, sino que también son responsables de la crisis climática que se está desarrollando de forma horrenda en todo el mundo”; “los menos responsables de contribuir al cambio climático ya están sufriendo los peores efectos”, y “es nuestro deber no solo actuar para aquellos nuestro futuro, sino el de todos. Eso es lo que significa la justicia climática “.

Es de esperar que en los próximos meses los gobiernos estimulen la participación y no emprendan acciones punitivas contra las protestas. Al contrario, deberían fomentar la solidaridad de la juventud con otras comunidades golpeadas por los desastres climáticos en todo el mundo. Así, podríamos dar comienzo a una nueva era de acción contra el cambio climático, ahora que todo el mundo habla sobre el clima. Al fin y al cabo, los jóvenes a la luz del conocimiento científico tienen razón y no nos olvidemos que son los futuros ciudadanos que tendrán que lidiar con el cambio climático por el resto de sus vidas. Están defendiendo su futuro y por lo tanto tienen el derecho a protestar: “La generación de nuestros padres no ha hecho suficiente para combatir el cambio climático y tenemos que aprender de sus errores. Hay que actuar ya”; “no hay plan(eta) B”; “yo creo en la ciencia, no en los políticos”; y “el mundo está cambiando, ¿por qué nosotros no?”.

A partir de ahora es evidente que la acción política tiene que ser acompañada por un paulatino y creciente cambio en la ciudadanía, una nueva forma de vida, nuevos estilos de consumo y conservación de la biodiversidad. Los gobiernos y los empresarios tendrán que hacer lo suyo, un cambio radical, urgente, drástico en sus modos de producción para abandonar el uso y la quema de combustibles fósiles.

Las tecnologías están disponibles para neutralizar las emisiones y detener la acumulación de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Habrá vencedores y perdedores, una disrupción tremenda, grandes cambios en la forma de hacer las cosas, por tanto, no será una transición pacífica. Desde hace 50 años los gobiernos y las industrias del petróleo, gas y carbón han evadido su responsabilidad con tal de obtener mayores ganancias en el menor tiempo posible. Lo que era moral y ambientalmente obligatorio hacer, lo ignoraron. Más aún, usaron su poder para que fuera una meta políticamente imposible de alcanzar.

Ahora, llegó la hora de cambiar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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