
Chile, el eslabón perdido de la Industria textil global
Durante estos días, muchos nos alegramos con el anuncio del Ministerio del Medio Ambiente (MMA) sobre la inclusión de los textiles como producto prioritario de la Ley REP. Este anuncio, ampliamente esperado por múltiples sectores, especialmente por quienes promueven un uso más sostenible de los textiles, parece ser una luz para avanzar hacia la sustentabilidad real en Chile.
¿Se podría creer que el caos textil en el desierto se iniciaría por el código arancelario 6309? Cuatro números que han posibilitado la comercialización tanto de textiles reutilizables como no reutilizables e incluso usables, con y sin valor comercial. Este código permitió que, en 2022, Chile importara un total de 42,13 kilos de textiles por habitante; es decir, 35,49 kilos de textiles nuevos y 6,63 kilos de usados. Si esta cantidad fuera destinada exclusivamente al consumo interno, un chileno consumiría más que un europeo y un estadounidense en un año. Sin embargo, se sabe que gran parte de la ropa que ingresa por el puerto de Iquique (el 40% del total importado) no llega a ser utilizada, ya que se deposita e incinera en el desierto. Entonces surge el interrogante: ¿a dónde se dirige el 60% de la ropa restante que ingresa por otros puertos y regiones del país?
Solo en vestuario y calzado, los hogares chilenos gastan anualmente $494.724, lo que equivale al 2,8% del gasto promedio total. Aunque algunos estudios señalan que Chile es el mayor consumidor de ropa de América Latina y el Caribe, es destacable que, al descartar un producto textil, la mayoría de los chilenos prefiere repararlo, regalarlo, donarlo a organizaciones benéficas o depositarlo en contenedores para su aprovechamiento. No obstante, a pesar de que Chile parece estar cerca de adoptar los hábitos sugeridos por la Economía Circular, se enfrenta a la pregunta: ¿por qué montañas de productos forman parte del paisaje del desierto de Atacama?
La incorporación de los textiles a la Ley REP en Chile representa un avance significativo, pero con tensiones sistémicas y estructurales. Este paso sitúa al país en la vanguardia normativa respecto a los compromisos globales de economía circular, como se detalla en la Estrategia Nacional de Economía Circular para Textiles. Sin embargo, pone de manifiesto las limitaciones del sistema actual en prevención, infraestructura y valorización real del residuo textil.
Establecer los textiles como producto prioritario lleva a una pregunta evidente: ¿terminará esto con las montañas de ropa descartadas e incineradas en el desierto chileno? Se podría interpretar entonces que Según el artículo 3 N° 21 de la Ley N° 20.920, los importadores de textiles, “nuevos o usados”, que introducen un producto prioritario al mercado, cumplen la definición de productor, incluso si no lo fabricaron. En el caso de la ropa usada importada, su ingreso al mercado nacional para comercialización constituye una “primera enajenación” en Chile, activando la responsabilidad del importador.
En cuanto a los productos textiles nuevos, incluidos aquellos para uso profesional, se percibe una contradicción: estamos regulando el final de un problema sin abordar su origen. Esto se evidencia en la necesidad de establecer estándares obligatorios para el diseño, buscando que permanezcan en circulación, que sean de buena calidad y duración, la disminución de mezclas de materiales y la regulación de químicos tóxicos. Sin estos elementos de diseño, se prolonga la llegada al mercado de productos que, desde su concepción, son residuos en potencia.
La REP puede generar incentivos económicos y regulatorios para su recolección, trazabilidad y valorización abriendo puertas para escalar emprendimientos locales que actualmente operan con recursos limitados. El principal desafío que enfrenta el sector textil es la ausencia de infraestructura consolidada que permita reciclar estos productos. Menos del 1% de los textiles logran convertirse nuevamente en textiles, lo que evidencia que seguimos operando bajo un sistema textil global profundamente lineal.
La oportunidad está en ampliar la perspectiva: fortalecer la Ley REP incluyendo medidas de prevención, ecodiseño que fomenten la valorización, y transparencia en la cadena de suministro. Regular el residuo sin abordar el diseño del producto es como tapar una fuga sin cerrar la llave. El reconocimiento del textil como residuo es un buen inicio, pero debe ir acompañado de una transformación estructural del modelo de producción y consumo, donde el textil se entienda desde su diseño como un recurso y no como un descarte inevitable.
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