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Violencia escolar y abandono social de niños, niñas y adolescentes Opinión

Violencia escolar y abandono social de niños, niñas y adolescentes

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Eliseo Lara Ordenes
Por : Eliseo Lara Ordenes Director de Programa de Pedagogía en Educación Media- Concepción Universidad Andrés Bello
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La violencia escolar está dejando de ser un síntoma para convertirse en una expresión del abandono y la desigualdad social


En 2023 el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó una investigación realizada en conjunto con la Universidad de Yale, la London School of Economics y el Instituto de Estudios Fiscales, donde recalcan que los factores heredados, tales como: el lugar de nacimiento, el género o el color de la piel determinan en gran medida la vida de los niños, niñas y adolescentes. Por tanto, las posibilidades de desarrollo de un individuo están delimitadas en gran medida por sus padres o su núcleo familiar de crianza.

Este tema, que para muchas personas es un tanto “ajeno” y ven en el castigo punitivo la solución a determinados males sociales como la delincuencia y la violencia, es el tronco de la problemática que hoy se vive en los establecimientos educativos, pues la violencia escolar está dejando de ser un síntoma para convertirse en una expresión del abandono y la desigualdad social, por eso no ocurre en todo el país con la misma intensidad, y vemos que en ciertos lugares hay un mayor nivel de agresiones con resultados fatales como en la ciudad de Lota.

Y hay que comenzar a mirar con mayor detención la situación que está viviendo una comuna que tuvo hace un par de décadas el cierre de su principal recurso económico y que hoy se puede observar que las políticas públicas generadas para mitigar el impacto del término de la actividad minera no han dado resultado, pues la situación socioeconómica sigue siendo de pobreza y falta de dinamismo económico.

Y es justamente de esto que habla el informe del BID, pues muestra que la desigualdad en la región de América Latina y el Caribe creció al punto que, para el caso chileno, el 1% de la población controla entre el 37% y el 40% de la riqueza total del país. Esto evidencia que las políticas públicas para acortar las brechas no sólo no han dado resultado, sino que resultan ser un fracaso, el cual se expresa en las acciones que realizan las nuevas generaciones.

Por otra parte, sabemos por los estudios científicos que la pobreza afecta el bienestar y por ende a la salud mental de las personas, donde los informes de PNUD (2008) y Unicef (2009) han sido claros al indicar que cuando una familia no posee ingresos suficientes para cubrir los gastos mínimos establecidos por el umbral de un organismo gubernamental, se ven afectadas directamente las competencias autorregulatorias de cada uno de los integrantes del grupo familiar.

Sabemos también que el estrés crónico (Lipina, 2017) desde antes del nacimiento aumenta la probabilidad de afectar el desarrollo físico y mental del nonato y que sumado a los factores heredados las proyecciones son aún más preocupantes.

De ahí que, más allá de la ejecución de un programa en particular del Ministerio de Educación, hoy para abordar situaciones críticas que conllevan factores multidimensionales se organicen apoyos mejor definidos interdisciplinariamente donde deben operar desde el ministerio del interior hasta economía, pasando por supuesto por la educación.

Esto no tiene sólo una raíz de convivencia sino de expectativas de vida y por ende de participación social y desarrollo económico. Hoy urge poner la mirada en estos escenarios que pueden ser, lamentablemente, premonición de otros aún más complejos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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