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Viaje por la Costa Oeste: Monument Valley, Antelope Canyon y Las Vegas Turismo y Viajes

Viaje por la Costa Oeste: Monument Valley, Antelope Canyon y Las Vegas

«Sin ninguna duda la Ruta de los Cañones y Las Vegas son destinos imperdibles a la hora de realizar un road trip por la costa oeste norteamericana, personalmente me sorprendieron gratamente y me dejaron con gusto a poco», escribe en este relato vivencial la socióloga Constanza Pavez.


Luego del alucinante paso por el Gran Cañón del Colorado, nos adentramos en el estado de Utah, con el objetivo de llegar al Monument Valley, conjunto de enormes formaciones rocosas de arena que ha sido escenario de las viejas películas del Oeste y del remarcable momento en que Forrest Gump decide dejar de correr, entre otras memorables escenas de la pantalla grande. En la carretera, pudimos divisar indios navajos vestidos a la usanza antigua, gasolineras perdidas en el desierto y también la clásica bolita de paja atravesándose, símbolo de las tierras áridas del país del norte.

Personalmente tenía grandes expectativas acerca de lo que vería, las que sin duda, se vieron superadas: el Monument Valley es muy bonito e inmensamente sobrecogedor. La visita a esta reserva nacional consiste en un recorrido por sus impresionantes “figuras” rocosas, por un camino de arena muy bien señalizado, que permite acercarse hasta la base de las rocas. Cada una de estas figuras tiene un nombre relacionado con algún concepto que se le asemeje: elefante, los dedos, la mesa, etc.

Luego de esta visita, nos dirigimos hacia un pueblo llamado “Page”, cercano al Antelope Canyon, nuestro próximo destino en la Ruta de los Cañones. Page es un pueblito peculiar: ubicado al lado de grandes plantas de generación eléctrica y de varias atracciones turísticas, su entrada se caracteriza por un sinfín de iglesias de todos los credos, ubicadas una al lado de la otra en una extensa fila. Llegamos a un motel reservado con anterioridad, lo que nuevamente resultó ser una experiencia “cinematográfica”, esos típicos edificios que aparecen en las películas y series, en dónde los perseguidos por la justicia se esconden, las parejas viven amores ocultos y se cometen asesinatos de antología.

A la mañana siguiente enrumbamos hacia el Antelope Canyon. Esta reserva nacional, al igual que el Monument Valley, es administrada por los Navajos: tribu originaria y ancestral que a la llegada de los colonos europeos se asentaba en el territorio, los que actualmente tienen derecho y dominio sobre diversas atracciones turísticas en Utah y Arizona. El tour en sí mismo era un misterio para nosotros, sólo sabíamos de este cañón lo que habíamos visto en fotos y las descripciones de internet, que lo mencionaban como una formación geológica horadada por el paso de corrientes de agua. Pues bien, una vez en la entrada de esta reserva, hay que subirse a un jeep con un guía y un chofer, navajos por supuesto. Al llegar al Cañón sólo se ve una suerte de hendidura en el exterior de una cueva de tierra y arena desértica. Una vez dentro hay que caminar por el estrecho camino que se abre en el medio de unas enormes paredes de arena que, gracias a las inundaciones anuales y el ángulo con el que la luz solar entra, es una maravilla para los ojos humanos (y de las cámaras). Lo que se ve dentro de este lugar es difícil de explicar porque es del todo una experiencia visual, por lo que las fotos hablan por sí mismas.

Para visitar el Cañón durante alrededor de una  hora, se deben pagar entre 30 y 50 dólares y reservar con bastante antelación. Existen algunos tours de mayor duración y más caros, dirigidos principalmente a quiénes quieren tomar mejores fotografías. Personalmente no creo que valga la pena, ya que el cañón siempre está lleno de turistas, lo que entorpece un poco las panorámicas.

Aun cuando en las inmediaciones del Antelope existen varias otras atracciones turísticas que vale la pena visitar (como el Lago Powell), decidimos emprender el camino hacia Las Vegas. Nuevamente tuvimos la oportunidad de maravillarnos con la ruta, los pueblitos en el camino y la amabilidad de sus habitantes, los que siempre estuvieron dispuestos a ayudarnos.

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Llegamos a Las Vegas pasadas las 5 de la tarde y la primera imagen de ella es bastante surrealista: una hilera de hoteles temáticos que convierten a esta ciudad emplazada en medio del desierto de Nevada, en un festival kitsch en el que conviven imitaciones de la Torre Eiffel, el Castillo Disney y la Estatua de la Libertad, entre otros hoteles que rememoran antiguas películas de Scorcese. Nos alojamos en el New York New York Hotel, debido a que era el que tenía los precios más convenientes y se ubicaba en la calle principal, lo que fue un acierto ya que en Las Vegas las cuadras son enormes y lo que parece ser un tramo corto en verdad es eterno.

La ciudad de Las Vegas en un comienzo fue establecida como un pueblo de paso y descanso para los comerciantes que transitaban entre Los Ángeles y Salt Lake City. Luego, con la construcción de la Represa Hoover (relativamente cerca), la legalización del juego en el estado de Nevada, y la construcción de hoteles de primera categoría, se erigió como el emblema del lujo y el libertinaje en Estados Unidos, para luego extender su fama a niveles mundiales.

Si la llegada a esta ciudad fue impresionante, salir del hotel en la noche fue una experiencia sin igual: una avalancha de luces, música, limusinas, arte callejero, olores y gente  de todos los colores, que deja con la boca abierta. Es que Las Vegas pareciera ser una catarsis colectiva, un lugar en dónde todos se sienten libres y en dónde todo puede pasar: mujeres semidesnudas caminando por la calle ofreciendo degustaciones de chocolate, beber alcohol en la vía pública, tarjetas con fotos de prostitutas, y capillas con dobles de Elvis Presley que ofician como ministros de matrimonios. Además de estas curiosidades, en Las Vegas es posible encontrar alrededor de 6 shows del Cirque du Soleil con funciones permanentes, espectáculos comandados por David Copperfield, recitales del artista famoso de turno, musicales, etc.

Otra cosa que llamó profundamente mi atención fueron los hoteles. Cada uno de ellos está construido de acuerdo a un eje temático, por lo que toda su arquitectura, diseño y decoración responden a un concepto. Por otro lado, están pensados para que el turista no vea necesidad de salir de ellos; además de los casinos en su interior, la posibilidad de apostar y beber alcohol las 24 horas del día, hay restaurantes, spas, peluquerías, piscinas, tiendas, bares que transmiten competencias deportivas y se puede fumar en todas las instalaciones del casino: la idea es que el turista no abandone jamás el hotel. En nuestro caso, el New York New York tenía dentro de sus inmediaciones también, una montaña rusa.

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Por último, considerando lo costoso que puede ser una estadía en Las Vegas, un dato para quienes quieran vivir la experiencia: existe un pase de 24 horas que permite comer en los restaurantes buffet de varios hoteles como el Planet Hollywood, Paris Las Vegas, Flamingo, Caesar Palace´s, entre otros. Este pase dura un día completo y puede ser utilizado para desayuno, almuerzo y cena y vale la pena ya que es una gran ayuda para el bolsillo. Cuesta alrededor de 60 dólares y puede ser comprado en la caja de cualquiera de los restaurantes asociados.

Lo maravilloso de este pase, es que el servicio buffet de estos hoteles es de primera categoría, hay infinidad de alternativas dulces y saladas y de todos los rincones del mundo dispuestos para el comensal. Mi recomendación es “The village” en el Hotel París Las Vegas, por la gran cantidad de sopas, quesos, mariscos y la posibilidad de comer como postre crepes con nutella crema y frutas. Por otro lado el “Spicy Market Buffet” del Planet Hollywood, ya que su oferta se especializa en comida internacional, porque allí fijo  encontrarán diferentes “stand” de platos típicos americanos, italianos, chinos, indios, marroquíes, griegos, mexicanos, ensaladas, sopas, etc.

Sin ninguna duda la Ruta de los Cañones y Las Vegas son destinos imperdibles a la hora de realizar un road trip por la costa oeste norteamericana, personalmente me sorprendieron gratamente y me dejaron con gusto a poco.

Para finalizar y en una próxima entrega, el capítulo final del viaje por la Costa Oeste: San Francisco.

 

 

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