La joven artista habla sobre la miseria de los millennials y la búsqueda de la “belleza en las vidas difíciles”,
Por John Sunyer
«Escogiste bien. Éste lugar es hermoso». Es la primera vez que Kate Tempest visita Terry’s Café, que es mi café tradicional favorito de este lado sur del Támesis, en Londres. «Te permití escoger porque no me gusta invitar a los periodistas a ningún lugar», explica. «La gente critica las cosas, ¿no es así? Todo se carga. Un andén de una estación de trenes hubiera sido suficiente».
Por lo general, la gente va a los cafés baratos porque son obreros que necesitan calorías, o porque es la mañana después de la noche anterior. A otros simplemente les gustan por lo que no son: «Un ridículo restaurante presuntuoso que cobra £12 por un desayuno».
Tempest, una joven y muy talentosa artista cuya obra tiene una fuerte carga política, es una de esas personas. Sonríe cuando leo en voz alta esa cita de un personaje de su libro.
Está vestida de forma casual, con calcetines de diferentes colores, jeans y una gorra de béisbol, su rostro de bebé queda enmarcado por su rizado cabello rubio con mechas naranjas que cae por debajo de sus hombros. Tiene 30 años, pero parece, como dice ella, «de alrededor de 15».
En su corta carrera, Tempest ya ha ganado reconocimiento como rapera, poeta, dramaturga, novelista y artista con trayectoria discográfica. También es la primera intérprete de acción poética en atraer la atención popular en el mundo de la música pop desde Linton Kwesi Johnson y John Cooper Clarke hace casi 40 años. Sin embargo, ella se resiste a que la clasifiquen. Parte de lo que hace grandiosa su obra es la forma en que expande los límites del género hasta ver donde se rompen: mitos antiguos junto al rap callejero; narrativas épicas sobre las luchas cotidianas; temas tanto rutinarios como elevados. Como William Blake interpretado por Wu-Tang Clan.
‘Everybody Down’, su poema épico/álbum conceptual de 2014, fue nominado para el Premio Mercury; mientras que su nuevo trabajo, ‘Let Them Eat Chaos’, fue interpretado en vivo para un programa de televisión de la BBC en horario estelar hace unas semanas. Yo estaba en el público esa noche, debajo de una lámpara de araña en la desvanecida elegancia Art Deco del Rivoli Ballroom del sudeste de Londres. «¡Esto está sucediendo ahora mismo! ¡No se escondan detrás de sus teléfonos!», gritó Tempest. Vivir el mismo momento en el mismo lugar, continuó, «es la mayor conexión que muchos podremos alcanzar». Durante los siguientes 48 minutos patrulló el escenario doblada hacia delante y profundamente concentrada, a veces con los ojos cerrados, escupiendo rimas y ocurrencias con intensidad; una fuerza pequeña y poderosa. «Ya no me siento como en casa/ Ya no hablo la jerga./ ¿Desde cuándo es esto una bodega?/ Solía ser el bingo».
‘Let Them Eat Chaos’ es un disco que sigue a los jóvenes y alienados residentes de una calle del sur de Londres. En ‘Ketamine For Breakfast’, Gemma considera difícil salir adelante. Zoe no tiene dinero para vivir en su vecindario. Esther, una cuidadora, toma cerveza después de una larga noche de trabajo.
La historia independiente de cada personaje se enlaza con todas las demás para mantener el ritmo. El detalle microscópico de estas vidas al principio parece muy molesto, pero el efecto acumulativo permanece. Las narrativas individuales se proyectan sobre un lienzo mucho más amplio, en el que la crisis financiera mundial, la inmigración y la catástrofe ambiental se enfocan y desenfocan. «Masacres, masacres, zapatos nuevos,» dice Tempest en el destacado tema ‘Europe is Lost’.
«Un tema común que une mi trabajo es la idea de que todos somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos», dice. «Vivimos en tiempos que son tan complicados, tan locos, que caemos en esta especie de trampa de visión de túnel. Nos preocupamos por nuestras propias experiencias inmediatas, e ignoramos a la gente justo delante de nosotros. Es una manera segura de afectar nuestra salud mental, porque todos deberíamos estar íntima y eternamente conectados».
Ella está comenzando a hablar fervientemente — su voz normal es tan parecida a su estilo de rap que estoy esperando que de pronto se escuche una melodía — cuando llega un camarero a tomar nuestros pedidos.
[cita tipo =»destaque»] «Yo misma me he presionado para crear muchas obras porque en la industria de la música, por ejemplo, siendo una mujer blanca rapera, mi seriedad es cuestionada todo el tiempo. Así que quería construir cimientos serios, que tuvieran integridad y que nadie pudiera poner en tela de juicio».[/cita]
Leemos el menú. Tempest se decide por huevos revueltos sobre una tostada. Como comensal habitual, ordeno The Blowout: una salchicha, dos huevos fritos, tres lonjas de tocino, “bubble and squeak” (plato tradicional inglés elaborado con verduras fritas) y frijoles. Ambos pedimos tazas de té rellenables de £1. «¡Muy barato!», señala, sus palabras tienen un espeso acento inglés del Londres multicultural.
Soy admirador de la obra de Tempest, pero abordo nuestra reunión con precaución: todo lo que pregunto debe considerarse desde múltiples perspectivas. Existen los dedicados aficionados del hip-hop; para quienes la verdadera Tempest es la adolescente de lentes grandes que canta con una fuerza arrasadora, intercambiando versos en batallas clandestinas de rap o recitando en las fiestas ‘libres’. Ella tenía 16 años cuando actuó en su primer evento con micrófono abierto, en una tienda de discos en el centro de Londres.
«El lugar enloqueció», recuerda. «La sala estaba llena de testosterona. Todos eran hombres. Cuando tu público piensa que vas a ser una mierda, realmente te concentras en cambiar sus opiniones».
Los amantes de la poesía llegaron a ella más tarde, la mayoría de ellos en 2012, cuando se convirtió en la ganadora más joven de la historia del Premio Ted Hughes para innovación en la poesía. ‘Brand New Ancients’ reencarnaba los antiguos dioses como miembros de dos familias londinenses, donde la discordia doméstica se extiende durante generaciones. La artista Cornelia Parker, quien estaba en el jurado, pensó que la obra era «compulsiva» cuando la leyó por primera vez como prosa. «Pero cuando escuché su obra como una pieza de audio fue electrizante. Ha definido mi forma de ver el mundo desde entonces. Suena en mi cabeza».
Los personajes de los poemas de Tempest reaparecen en su primera novela, ‘The Bricks that Built the Houses’, publicada este año. El libro está lleno de conciencia juvenil: veinteañeros que caen víctimas del aumento de los precios inmobiliarios, que no pueden encontrar trabajo, y que están representados por un sistema desvinculado de la realidad.
Y luego está toda su música, además de sus dos obras de teatro . . . ¿Cómo puede hablarles a todos esos públicos a la misma vez?
«No separo las formas en categorías según cómo las recibo o las creo», dice ella. «Hoy, me puede impresionar un rapero y mañana un poeta; no funciona así. Lo que tienen en común es el lirismo. Son sólo las palabras. Eso es todo».
Nacida como Kate Esther Calvert, la más joven de cinco hijos, se crió en Brockley, históricamente un área de clase trabajadora en el sureste de Londres que ahora, al igual que muchas otras zonas de la capital, está teniendo auge. A ella le gusta tanto la zona que nunca se ha mudado. Su madre era maestra y su padre un albañil quien pasó cinco años en la escuela nocturna para convertirse en abogado.
Tempest no fue muy buena estudiante. Abandonó la escuela cuando tenía 14 años y trabajaba sola desde casa. Fue a la Brit School, una academia de artes escénicas donde Adele y Amy Winehouse también tomaron clases. «Era un lugar asombroso, pero también algo aterrador. Por primera vez estuve rodeada de gente comprometida con lo que quería hacer». De nuevo abandonó esa escuela antes de finalizar el curso.
Tempest admite que fue una adolescente con problemas. Se sentía socialmente excluida, en parte debido a su sexualidad. Un tatuaje casero lleva el nombre de su ex esposa, India, en tenues letras mayúsculas grises. «Hay un tembloroso y avergonzado corazón probablemente en cada joven mujer gay», dice. «Parte de mi obra es confesional porque quiero llegar a ellas. Le hablo a esa vergüenza, y le digo que no tiene nada de malo».
Durante su adolescencia trabajaba en una tienda de discos, y cada vez le dedicaba más tiempo a representar sus poemas en campamentos de protesta y festivales. Pero tras la invasión de Irak en 2003, «me di cuenta de que los mensajes de disidencia no llegan muy lejos. Me desilusioné después de eso».
¿Cómo encuentra tiempo para hacer todo el trabajo? Escribiendo en cualquier momento y lugar: «En el bar, en la parte de atrás de un autobús», dice. Ella describe su proceso de trabajo como «esquizofrénico» y le preocupa que un día pueda enloquecer. «En cuanto algo está terminado, hay que pasar a lo siguiente. El momento en que estemos satisfechos con la obra anterior, habremos perdido la oportunidad de mejorar».
¿Qué la motiva? «Yo misma me he presionado para crear muchas obras porque en la industria de la música, por ejemplo, siendo una mujer blanca rapera, mi seriedad es cuestionada todo el tiempo. Así que quería construir cimientos serios, que tuvieran integridad y que nadie pudiera poner en tela de juicio».
Ella toma mi pluma y comienza a dibujar en una servilleta de papel. «Para que el idioma viva, para que realmente signifique algo, todos tienen que conectarse», dice, gesticulando deliberadamente hacia un triángulo con las palabras «escritor», «texto» y «lector/intérprete». «De lo contrario no puede haber magia».
Pago la modesta cuenta y salimos. A Tempest le preocupa que pudiera haber parecido demasiado crítica de cómo van las cosas, y dice que ella misma tuvo la suerte de haber crecido en el sur de Londres. «Parece que todo siempre se deteriora. Pero sí, estoy enamorada del sur de Londres de mi infancia. Hay cierta dignidad y belleza en las vidas difíciles».