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‘Mansplaining’… ¿Cómo te explico? Vida Opinión

‘Mansplaining’… ¿Cómo te explico?

Stephie Knopel
Por : Stephie Knopel CEO y fundadora de Personal Heroes.
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Los ejemplos son varios. El más famoso es, probablemente, el rapero Kanye West interrumpiendo a la cantante Taylor Swift en su discurso durante los Video Music Awards de 2009, y cuyo video ha sido visto 28 millones de veces en Internet.


Son las 9:30 am y entro a la reunión con un potencial cliente en Chile. El importante gerente nacional me saluda con un sorprendido “wow, no me esperaba a una emprendedora mujer”. Sonrío. Pienso que en el último mercado en el que estuve, esa frase es la primera tarjeta amarilla para que un contrato termine en demanda. Comienza la presentación; todos escuchan con atención. Asienten. Aportan. Hacen las preguntas correctas. Menos uno:

– “Lo que pasa es que tú tienes que entender…»

– “Mira, déjame explicarte:…»

Así comienza el “mansplaining”, “manrrupted” y “bropopiated”: la tendencia de los hombres en contextos profesionales (y no) de interrumpir a una mujer comentando o explicándole algo que ella ya sabe (o peor aún, cuando ella es la experta en el tema) de forma condescendiente, generalmente de manera irrespetuosamente simplista y extremadamente confiada. Una suerte de testosterona en versión tsunami que arrasa con la idea de que todos quienes estamos en esa mesa entendemos lo que está pasando, más aún, la persona que fundó, en este caso, el emprendimiento. En resumidas cuentas, un “shhh, yo sé mejor”.

Tengo que ser sincera, esta vez no me enojé. Primero, porque no tengo muchas historias de mansplaining, pero también porque estoy bastante acostumbrada a la testosterona en las reuniones. Después de 14 años trabajando en publicidad, de fundar dos compañías y de recorrer muy bien tres mercados distintos, no tengo problemas en respirarla, navegarla saludablemente y también saber cuándo detenerla. Pero mientras el “menos uno” me explicaba mi propio mercado, me puse a pensar: el problema con el mansplaining es que aquí, en Chile, aún no tiene nombre. Y lo que no tiene nombre, no se puede tratar, resolver ni entender. El mansplaining queda entonces como una “sensación estrogenizada” -cuasi histérica- y bastante conveniente para el que no la quiere ver. Y así, para no ser etiquetada de grave o “feminazi”, comienza el peor de los silencios: la autocensura.

[cita tipo=»destaque»]¿Cuándo se va acabar el mansplaining? Cuando podamos explicarlo en nuestros equipos, casas y colegios. Porque explicar hace bien. Sin caer en los fósiles de la misoginia que todos conocemos, pero tampoco cayendo en un concepto quizás más nuevo, menos conocido y erróneamente de moda: misandria, ¿te lo explico?[/cita]

Es probable que lo único positivo de la elección de Trump como presidente de Estados Unidos es que, por fin, el mundo va a entender el mansplaining tal como es. No hace falta recordar los muchos episodios en los que, dirigiéndose a su contendora, se instaló como el mejor exponente de este fenómeno.

En cualquier caso, lo peor que le puede pasar a una sociedad no es el machismo, sino más bien que éste se convierta en un acuerdo silencioso en la mesa de decisiones, donde nadie puede expresar públicamente lo que está pensando por miedo a ser apuntado. Y el resultado de estas relaciones desiguales es el mismo.

Está comprobado que en reuniones de toma de decisiones, los hombres dominan hasta un 75% de la conversación… a través de interrupciones. En tres minutos, las mujeres interrumpen a los hombres en promedio una vez, mientras que los hombres interrumpen a colegas mujeres 2.6 veces. En Harvard, los hombres son 144% más asiduos a hablar voluntariamente al menos tres veces por clase, levantando la mano, parándose de la silla, haciendo ruidos y subiendo los decibeles de su voz. Y los pacientes interrumpen dos veces más a sus doctoras.

Los ejemplos son varios. El más famoso es, probablemente, el rapero Kanye West interrumpiendo a la cantante Taylor Swift en su discurso durante los Video Music Awards de 2009, y cuyo video ha sido visto 28 millones de veces en Internet. O el reconocido economista Lawrence Summers acusando a una de sus estudiantes mujeres por haber resuelto una difícil ecuación matemática: “Tu pololo lo debe haber resuelto por ti”.

Y la mejor sátira del mansplaining: el comediante estadounidense Jimmy Kimmel explicándole a Hillary Clinton por qué los hombres le explican de una forma singular a las mujeres.

El tema no es exclusivo de hombres, las mujeres debemos asumir un rol protagónico. Barack Obama decidió aplicar una pequeña estrategia durante su mandato para combatir el mansplaining entre todos, la que llamó Amplificación de Voz. Cada vez que una mujer de su staff daba una idea, argumento o comentario que era interrumpido o apropiado por un hombre, otra mujer en la mesa debía repetir lo que su compañera había comunicado, generando mayor propiedad y apoyando la autoridad de quien es experta en su tema.

¿Cuándo se va acabar el mansplaining? Cuando podamos explicarlo en nuestros equipos, casas y colegios. Porque explicar hace bien. Sin caer en los fósiles de la misoginia que todos conocemos, pero tampoco cayendo en un concepto quizás más nuevo, menos conocido y erróneamente de moda: misandria, ¿te lo explico?

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