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James Proud, prodigio de la tecnología, habla sobre el «campo de batalla de egos» de Silicon Valley FT Weekend

James Proud, prodigio de la tecnología, habla sobre el «campo de batalla de egos» de Silicon Valley

En un almuerzo con The Financial Times, el joven empresario explica por qué los dispositivos de vestir están condenados al fracaso.


Por Tim Bradshaw

Quizás es su crianza en el sur de Londres, que combinada con su constitución robusta y cabello recortado le da algo de la arrogancia de un personaje de una película de Guy Ritchie. O quizás es porque es un protegido del opositor supremo de Silicon Valley, Peter Thiel, cuya insólita apuesta por la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses le valió un puesto en el equipo de transición del presidente electo, y el rechazo de muchos en la industria tecnológica. Pero al empresario James Proud le importa un bledo lo que el resto de Silicon Valley piense de él.

Algunos peces gordos de la industria con los que he hablado en privado han comparado a Proud, de 25 años de edad, con Steve Jobs, el visionario cofundador de Apple. Sin embargo, a pesar de los elogios que recibió el primer producto de su compañía Hello, el monitor de sueño Sense, Proud también se ha visto obligado a sortear el tipo de desafíos existenciales que la mayoría de los directores ejecutivos — incluyendo a Jobs — no enfrentan hasta más tarde en sus carreras. Entre estos retos se incluyen intentos por parte de los inversionistas para obligarlo a vender su empresa, incluso antes de su lanzamiento, y actos de sabotaje por parte de sus rivales de mayor tamaño. Muchos empresarios enfrentan estas luchas en algún momento, pero pocos en Silicon Valley están preparados para ventilar estos agravios en público. Proud es diferente.

Sin embargo, ha elegido un lugar que es la quinta esencia de San Francisco para nuestro almuerzo. Tartine Manufactory es la mejor panadería artesanal: un brillante y ruidoso espacio de almacenaje de madera blanca y altas ventanas.

Pocas de las excelentes experiencias culinarias en San Francisco pueden lograrse sin tener que hacer fila, aunque el carácter local de este lugar llega a extremos casi ridículos cuando pasa una mujer caminando con un robot con ruedas atado a una correa. Mientras estamos en la fila, le menciono al director de Hello que la exitosa balada de Adele del mismo nombre estaba sonando en la radio del conductor de Lyft que me trajo hasta aquí. «Es un buen augurio,» dice Proud sobre la coincidencia.

Educado, pero impaciente, Proud es una mezcla de auto-desaprobación británica y confianza californiana. Después de aprender a programar de forma autodidacta a la edad de nueve años, en la adolescencia pasaba noches en Twitter desde su dormitorio en los suburbios al sur-oeste de Londres «tratando de entender a Silicon Valley. En aquel momento, nunca pensé que llegaría aquí». Su pasaporte a la Meca de la tecnología llegó en 2011. Thiel, quien hizo su fortuna como uno de los primeros inversionistas de Facebook, dirige un programa mediante el cual se les paga a los jóvenes para que se conviertan en empresarios en lugar de ir a la universidad; Proud ganó una beca por un valor de US$100,000. Hoy dice que no sabe realmente por qué fue elegido, pero, como le dijo Thiel después a la revista Forbes, «James sobresalió desde el inicio como un individuo extremadamente tenaz y determinado».

Silicon Valley inicialmente pareció acoger a Proud con los brazos abiertos. Un año después de mudarse a San Francisco, vendió su primera compañía, Giglocator, un sitio web de seguimiento de conciertos. Con el dinero suficiente para financiar su próximo negocio decidió que lo «más apalancado» que podía hacer era conocer a tantas personas como pudiera «y tratar de convencerlas de que fueran mis amigas».

Proud se había aferrado a algo crucial relacionado con Silicon Valley incluso antes cruzar el Atlántico: que la «irrupción», a pesar de ser una palabra comúnmente asociada con estas partes, no es algo con lo que se asocian las personas más nobles de por sí. Más bien, siguiendo el ejemplo de Jobs, la mayoría prefiere obsesionarse con el «producto»; para ellos, la irrupción es sólo un afortunado efecto secundario de elaborar algo que los clientes valoran tanto como sus creadores.

Pero descubrió que ser un perfeccionista era sólo parte del trato. «Existen capas profundas de relaciones, favores, dinero y lealtad», dice, «cosas de las que la gente no habla».

Aquí la gente rara vez parpadea cuando ven las enormes sumas que manejan los capitalistas de riesgo y las divisiones de I+D, pero Proud rápidamente se dio cuenta de que cuando hay mucho dinero en juego, «la gente hace cosas bastante estúpidas». Describe el incidente específico que destrozó su ingenuidad. Había destinado sus ganancias de Giglocator a empezar Hello, con la intención de construir inicialmente una pulsera de seguimiento de salud para competir con otras como Fitbit y Jawbone, dos de las pioneras locales de los «dispositivos de vestir». En aquel momento, todo estaba listo para que se convirtiera en la próxima gran sensación.

Cuando Hello fue a su primera ronda de financiación, Proud — quien entonces tenía sólo 21 años — se encontró en medio de un «campo de batalla de egos de Silicon Valley». Un conocido financiero de la tecnología se había ofrecido a ayudarle, pero la opinión de Proud era que realmente «quería ayudar a destruir la ronda de recaudación de fondos desde el interior» por las «supuestas infracciones de Proud sobre el territorio y el espacio». Los inversionistas y los asesores le dijeron a Proud, «‘No deberías estar haciendo eso'».

A pesar de la experiencia aleccionadora, Hello logró cerrar su primera ronda de capital, que incluyó varios millones de dólares de grandes nombres, entre ellos el entonces director de Twitter Dick Costolo, David Marcus, un ex ejecutivo de PayPal quien ahora dirige Facebook Messenger, y Hugo Barra, un alto ejecutivo de Google quien se unió a la compañía china fabricante de teléfonos inteligentes Xiaomi.

Pero la siguiente batalla de Proud se produjo con estos mismos inversionistas, quienes habían decidido respaldar su empresa de monitoreo de salud sólo para descubrir que su fundador pronto se preguntaría si después de todo los dispositivos de vestir eran el futuro. En 2013, 18 meses antes de que se lanzara el Apple Watch, Proud llegó a una conclusión: «Pensé que la categoría estaba condenada al fracaso».

En su lugar, había decidido hacer un monitor del sueño que no requería una pulsera, sino que recibía los datos de un sensor unido a una almohada y de una esfera resplandeciente en la mesa de noche. La esfera recopilaría datos ambientales como el ruido, la humedad, la temperatura y la calidad del aire que pueden afectar nuestra capacidad para tener una buena noche de descanso.

El cambio significaba que Proud había tomado 18 meses de trabajo en la pulsera de Hello y los había desechado sin miramientos. «El consenso general entre los inversionistas fue, ‘Vamos a vender la compañía ahora y salir de esto mientras todavía hay dinero en el banco'», recuerda. Pero logró aferrarse porque había retenido el control de la compañía mediante la misma estructura amigable con el fundador empleada por Mark Zuckerberg de Facebook y los fundadores de Google (donde las acciones de voto múltiple les permiten a los fundadores mantener un control global a través de sus acciones con derecho a voto, a pesar de que poseen una minoría de acciones regulares).

Al igual que su inteligencia para la tecnología, la inteligencia financiera de Proud esconde su edad. Casi cuatro años después del giro de Proud, el alejamiento de Hello de las pulseras parece visionario. Después de enfrentarse a sus escépticos inversionistas, Sense recaudó otros US$2.4 millones de dólares en Kickstarter en 2014 y ahora está disponible en grandes tiendas minoristas estadounidenses como Target y Best Buy.

Mientras tanto, los pioneros de la tecnología de dispositivos de vestir como Jawbone y el fabricante de relojes inteligentes Pebble tienen dificultades financieras. Aunque confiesa sentirse «horrorizado» de que algunos de los activos de Pebble se estén vendiendo baratos a Fitbit, Proud también siente «que se ha validado una decisión impopular que tomé hace tres años».

Para conseguir que las personas usen cualquier tipo de tecnología, dice: «el enemigo número uno es la fricción . . . Si tienes que cargarlo, llevarlo, pulsar los botones, se va a descomponer y eso es lo que está pasando ahora con los dispositivos de vestir. Requieren más esfuerzo que un teléfono inteligente, pero son menos útiles».

Aunque la mayoría de las compañías tecnológicas optimizan sus aplicaciones para mantener cautivos a los usuarios durante todo el tiempo que puedan, Proud quiere crear productos que requieran tan poco tiempo de pantalla como sea posible, mediante «un diseño que tome en cuenta los comportamientos humanos naturales» como simplemente irse a la cama, dice. Sense les da a los usuarios una «puntuación del sueño» y ofrece sugerencias personalizadas sobre cómo mejorarla. Pero la interacción más común de los usuarios con el producto es, probablemente, encender y apagar la alarma de la esfera junto a la cama.

Para mi sorpresa, Proud no se opone a mi sugerencia de que Sense es sólo un despertador glorificado. «Es el mejor despertador que usarás en tu vida», dice. «Si se desea inducir un cambio de comportamiento, se debe ocupar un lugar en la vida de alguien que sea intensamente personal y esté presente todo el tiempo. Y una de esas cosas que siempre están presentes es el reloj despertador».

Sostiene que debido a que el sueño es una necesidad humana básica, las personas forman un vínculo más fuerte con Sense que con otros dispositivos. «Nadie se va a enamorar de su termostato, de la cerradura de la puerta, o del interruptor de la luz», dice. Sin embargo, mientras más y más de esos objetos básicos están conectados al Internet y provistos de sensores, Proud ve más oportunidades para la medicina preventiva personalizada.

Esta visión ha seducido a Thiel a invertir US$2 millones de sus propios fondos en Hello, seis años después de llevar a Proud a San Francisco. Él es el primer receptor de la beca de Thiel en quien el capitalista de riesgo ha invertido personalmente.

Aunque otros han intentado distanciarse de Thiel desde que expresó su respaldo a Trump, Proud es pragmático. «Peter es increíblemente inteligente. Es una ventaja contar con él en el gobierno, no para nosotros como compañía, sino para el país», dice, esquivando la pregunta política

Tengo la sensación de que mientras él se queja sobre «el dolor y la tortura» de sus batallas contra los rivales y los inversionistas, y los intentos de «extorsión» por parte de minoristas y proveedores en el período previo a la Navidad, a Proud no le molesta pelear.

«Puedo pasar por eso siempre y cuando gane al final», dice.

Al mismo tiempo, sin embargo, hay destellos de una visión humana más gentil sobre la tecnología de la que tantos en Silicon Valley carecen. «Nadie va a perder el empleo por lo que estamos construyendo, lo cual es realmente raro», dice con una sonrisa.

Hasta ahora, la apuesta de no asistir a la universidad, para sorpresa de sus padres, y lanzarse al otro lado del mundo ha valido la pena. Extraña Londres, pero no planea volver «pronto;» sencillamente no hay el mismo talento o red de tecnología allí. En cuanto a las comparaciones con Jobs: «es halagador, pero definitivamente no soy Steve», dice riéndose. «Me gusta ser James».

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