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Mi tío abuelo era ludópata Opinión

Mi tío abuelo era ludópata

Michelle Chapochnick
Por : Michelle Chapochnick Periodista. Directora de Atenea Comunicaciones.
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Mi tío abuelo Elías era ludópata (1895-1955), pero ni él, ni su entorno lo sabían: la adicción al juego, que lo caracterizaba, entonces no se conocía como una enfermedad psicológica. Sufría una patología severa, pero su actuación sólo despertaba reproches de parte de su familia y amigos. Así que durante toda su vida fue calificado de irresponsable, vicioso, inmaduro y egoísta.


Nació en Rusia. Cuando tenía tres años dejó Kishinev, junto a su familia, para escapar de los progroms contra los judíos. Aunque el destino no estaba claro cuando abordaron el barco, éste los dejó en el puerto de Valparaíso. Diez años más tarde, su madre murió. Y su padre se casó con una madrastra al estilo del legendario cuento La Cenicienta. Eso lo llevó a abandonar tempranamente la casa paterna y a dedicar su tiempo libro a las apuestas y al juego

Un negocio textil, una fábrica y sus sueldos se contabilizan entre sus pérdidas materiales. De la mano de lo anterior, sufrió pérdidas de mayor envergadura: el respeto de su esposa e hijos

Su hijo menor Benjamín, impulsado por su madre, lo sacaba a la fuerza de los casinos y lugares de juegos de azar en plena noche. Muchas veces, en medio de gritos y forcejeos, que no cambiaban nada. Al día siguiente, el tío Elías volvía al lugar del que era incapaz de restarse.
Probablemente sus traumas no trabajados lo fueron convirtiendo en un ludópata. Y, siguiendo casi un patrón pre escrito, también lo llevaron a la autodestrucción y soledad. Los “excesos”, las noches en vela y las pérdidas monetarias -con su consecuente angustia- le produjeron problemas cardíacos y sobrepeso. No tomó medidas al respecto, ni abandonó las noches de “juerga”.

Los primeros días de abril de 1955 se sintió mal y el doctor le recomendó reposo. Benjamín acudió a la casa paterna para conocer de cerca el estado de salud de su progenitor. Sin embargo, el enojo por la “irresponsabilidad” de su padre lo hicieron quedarse en el living y no entrar a la habitación a saludarlo o, más bien a despedirse.

El hombre de 60 años se quedó aún más solo e incomprendido con sus fantasmas y enfermedades. Esa noche, cuando empezaba la fiesta judía de Pesaj (justamente conocida como la fiesta de la libertad) Elías falleció. Entonces, fue su hijo Benjamín fue quien se quedó solo y triste por no haber entendido y acogido a su padre y con una gran culpa, que no lo ha abandonado hasta ahora.

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