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Por qué soy feminista y fan de las 50 Sombras: porque me gusta el sexo, y qué Yo opino

Por qué soy feminista y fan de las 50 Sombras: porque me gusta el sexo, y qué

Alejandra Valle
Por : Alejandra Valle Periodista, porteña. Conductora de televisión, editora de revistas, con un largo currículum en diversas plataformas de información. Directora en www.elmostrador.cl/braga @siliconvalle
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Confieso que ya me tiene un poco chata tanto análisis de la trilogía de la 50 Sombras del sr. Grey. Que es machista, que es una oda al maltrato, que el subtexto y cuánta lata intelectualoide aplicada a una saga de libros y películas que no tienen otro fin que erotizar. El otro día leí una columna que decía que era poco creíble porque los mensajes de texto estaban escritos en alta y sin faltas de ortografía. Andá. ¿Alguien ha leído una crítica cinematográfica de alguna película XXX tipo Ya Sé Quién te la Chupó el Último Verano o Se Fue en Busca de Trabajo y le Comieron lo de Abajo?

Sé que estoy exagerando y que las películas basadas en los libros de E. L. James son súper producciones hollywoodenses protagonizadas por cotizados actores como Dakota Johnson, Jamie Dorman y hasta Kim Bassinger. Pero yo me leí los libros y no necesité analizar mucho. Cumplen con su objetivo, uno que me parece altamente feminista: erotizan. Sí, erotizan a mujeres de todas las edades, razas y cuerpos. Sacan la bestia salvaje que llevamos dentro y que tanto nos gusta enjaular. El sexo está siempre en el centro de todo lo que se dice de las mujeres: nos miran como un simple pedazo de carne para el placer masculino, pero si tenemos mucho sexo nos llaman rápidamente maracas y otros insultos del tipo, y, si tenemos poco, nos falta vitamina P para quitarnos el malhumor. Nunca olvidaré la cantidad de mujeres que me llamaban a la radio para decir que llevaban décadas sin una relación sexual y, lo peor, cuántas confesaron no haber sentido un orgasmo o un poco de placer en toda su vida.

Basta. A nosotras nos gusta intimar tanto como a los hombres y, al igual que ellos, nos cansamos, nos estresamos, se nos pasan las ganas y a veces necesitamos alicientes para reflotar la libido. ¿Algún problema en que ese aliciente venga envuelto en páginas de romanticismo mezcladas con sadomasoquismo y Christian Grey/Jamie Dorman? Les digo que el más feliz de que haya leído las más de mil páginas (bueno, confieso que no las leí todas todas) que tiene la trilogía fue mi pareja, quien gozó junto a mí esas semanas.

Y la versión película de 50 Sombras Más Oscuras, la segunda parte que se estrena hoy en los cines del país, rescata esa esencia. Cuenta una historia más entretenida que la anterior, con más acción y muchas, pero muchas escenas de sexo. Porque mientras el señor Grey cede y logra mantener con Anastassia una relación sin contrato, ella empieza a descubrir que le gusta cierto grado de masoquismo en el sexo. Como cuando van en un ascensor. Él le ha pedido minutos antes sacarse sus bragas, así que se agacha a amarrar el zapato y sus dedos comienzan una danza que a ella la deja en el cielo. Ana va tomando las riendas de su pololeo en la vida y Cristian las toma donde mejor sabe hacerlo, en la cama. Sigue habiendo algunas cosas inverosímiles y que dan risa, como un accidente en helicóptero del que Grey y su acompañante salen sin un rasguño. Lamentablemente tampoco le sacan provecho al personaje de la “señora Robinson”, que interpreta Kim Bassinger, y que en los libros alcanza una profundidad que aquí no.

Sin embargo, el objetivo principal de 50 Sombras se cumple. La película logra erotizar y hasta sirve como un manual de buenas ideas para llevar a la práctica. El sexo es uno de los mayores placeres de la vida y hay que trabajar en tener una vida sexual sana. Si andas con la libido bajita, esta película querida amiga, te puede ayudar. Anda a verla sin complejos y que no te importe lo que diga el intelectual de turno si lo que tú quieres ¡es tirar!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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