Hoy día Nabila Rifo ya no es una mujer… se le llama víctima, o es un tema de conversación, o es un símbolo escabroso de la peor violencia que pueda ser ejercida contra la mujer: la de su contexto social. Nabila Riffo se está enfrentando en la actualidad, cara a cara con el elemento clave que permitió que un otro se sintiera capaz de mutilarla de manera irreversible, la cosificación; el hecho de ser transformada en una “cosa” que es posible rechazar, dañar, desechar, mutilar.
Porque el juicio que se lleva en contra de Mauricio Ortega se ha convertido en un juicio social y moral frente a la vida íntima de Nabila en donde todos observan y nadie hace nada. Y cuando alguien alza la voz, se desata una horda de manifestantes hambrientos de agresiones anónimas por medio de las redes sociales diciendo palabras que no pensé que alguien podría decir en estos tiempos en que todos se ponen la fotito de “Ni una Menos” para el Día de la Mujer.
Y quiero separar esta opinión en dos partes: una será explicar la dinámica de violencia que se reproduce hoy en Tribunales, los medios y las redes sociales evidenciando que hacemos con Nabila lo que el imputado hizo con ella -más allá de que él haya sido quien la agredió esa madrugada- y, la otra parte se focalizará en mostrar lo importante que es resignificar la palabra “víctima” no como un rol rígido, sino más bien dinámico; cómo interfiere este concepto en una percepción objetiva de los hechos y cómo castigamos a la víctima por desilusionarnos al saber que no es una “víctima” que encaje en nuestra definición de tal.
Es necesario recordar que dentro de la dinámica de la Violencia Intrafamiliar la cosificación de la “mujer que recibe la violencia” es, lo que permite bloquear cualquier emoción cercana a la empatía para, de esa manera, actuar sin culpa justificando las agresiones a través de pensamientos que sitúan al otro como propiedad del agresor en cuestión. En términos simples, si veo a alguien como si fuera un objeto de mi propiedad, me será fácil modificarlo a mi gusto, usarlo cuando lo necesito y desecharlo cuando no me hace falta; permitir que me adorne en ocasiones donde incluso podría exhibirlo como un trofeo o bien, botarlo y transformarlo en “basura” cuando sienta que su presencia me molesta.
[cita tipo=»destaque»] Está normalizado el hecho de apropiarse de la vida de una mujer, conocer sus intimidades, enjuiciarla, cuestionarla, culparla… defender ese derecho significa no preocuparse de lo importante que es saber si dice o no la verdad. [/cita]
Nabila fue cosificada a tal punto que una persona se sintió con el derecho de arrancarle una de las cosas más preciadas de nuestra vida: porque Nabila hacía tiempo que ya no veía, seguramente tampoco escuchaba, ni mucho menos sentía, debido a que se encontraba en una relación de violencia y cuando una mujer o un hombre se encuentran en este tipo de relaciones, la única manera de mantenerse vivo es anulándose emocionalmente; olvidar sus deseos, sus gustos, sus preferencias, sus necesidades… dejar de sentir el dolor de cada agresión implica también dejar de sentir la emoción que se siente frente a cada experiencia positiva. Las mujeres que viven una relación de violencia con sus parejas generalmente se encuentran en lo que llamamos “anestesia emocional” donde, en términos simples, ya nada duele tanto como en un principio (cuando comenzó la dinámica de violencia)… pero tampoco nada te hace sentir ni motivación, ni placer, ni alegría de vivir. Nabila seguramente tampoco vivía… simplemente se levantaba día a día con la esperanza de que en algún momento todo sería mejor.
Y quiero ser clara, no me malentiendan: Nabila no es una víctima… Nabila es una persona, una mujer como cualquiera de nosotras pero que sufrió una agresión irreparable tanto física como emocionalmente. Sin embargo, no es una víctima, al menos no como esta sociedad patriarcal chilena define dicho término. Por lo mismo, es tanto el rechazo hacia las organizaciones que han salido en su defensa durante el juicio a raíz de que el foco de la defensa se situara en su vida íntima más que en los hechos concretos acontecidos durante ese fatídico 14 de mayo. Porque está normalizado el hecho de apropiarse de la vida de una mujer, conocer sus intimidades, enjuiciarla, cuestionarla, culparla… defender ese derecho significa no preocuparse de lo importante que es saber si dice o no la verdad. Y me pregunto… en un robo a una farmacia, ¿se cuestiona si la víctima miente o no cuando reconoce a los delincuentes?
Y es que para nuestra sociedad hablar de “víctima” significa hablar de un ser esencialmente bueno, incapaz de hacer daño, que no puede defenderse y que le suceden cosas injustas que no se merece. Y en eso se centra este juicio aunque se supone que no sea así. Este juicio que actualmente está siendo un juicio social previo a la sentencia ya tiene a su condenada y es Nabila, quien, a la luz de su vida privada parece habernos engañado y no era tan víctima como se decía. Porque podría haber tenido relaciones sexuales con otro hombre, porque al parecer se tomaba sus “copetes” de más, porque después la agredió su madre….
Siempre menciono una frase del gran Maturana que dice “El lenguaje crea realidades”… y mientras más tomemos conciencia de eso, más conciencia tendremos acerca de la vida y de lo importante, identificando los contructos sociales que tenemos a la base y que nos llevaron a aprender (y aprehender) ciertos sentimientos que están condicionados a una definición consensuada de realidad y que en la actualidad ya no nos sirve; esa realidad consensuada se llama machismo y su base teórica es la temprana adopción de roles de género rígidos basados en la desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer, en una adjudicación de mayor poder y valor a aspectos cercano a lo que hemos definido como “masculino” tales la competencia, base de nuestro sistema de valores.
Nabila fue víctima de un hecho puntual, ocurrido en una fecha y horas determinadas, frente al cual ella se encontraba en desigualdad de condiciones para enfrentar un ataque de un hombre más fuerte que ella. Nabila fue víctima de un delito, como puede ser un robo, un asesinato, una estafa…. Pero su error fue «su comportamiento» y parece que ahí todo cambia. Ahora Nabila debe probar que no se merecía esas agresiones
Entonces, esa víctima de ese delito a esa hora y lugar determinados tiene una vida privada que no se condice con lo que la sociedad se imagina al hablar de “víctima”. Y es cierto, tienen razón; Nabila no es una víctima en su vida, ella es una mujer que aprende a vivir día a día igual que cada uno de nosotros y que comete errores y que seguramente tiene también conductas agresivas que le generan culpa y la hacen anestesiarse más y bloquear aun más sus emociones.
Entonces, debemos hacer la diferencia. Una mujer que vive dentro de una relación de violencia, es una mujer que está inmersa en una dinámica, en donde ambos miembros de la relación encajan en ciertas conductas complementarias que permiten que esta relación se mantenga en el tiempo. Sin duda existe uno que tiene poder sobre el otro y por eso el objetivo de instalar la problemática en la sociedad tiene como fin que se visualice este rol en que uno de los miembros ejerce el control y mantiene el poder y el otro obedece, se anula, cede en sus límites personales y da paso a que esta violencia se instale. Por lo mismo la psicoterapia focalizada en Violencia Intrafamiliar y/o de género tiene como paso fundamental que la mujer sea capaz de no identificarse desde el rol pasivo de víctima, sino como alguien que puede ejercer cambios dentro de la relación, en la medida en que vaya poniendo limites personales y comience a contactarse con sus propias herramientas. Es cuando la mujer al identificar las conductas que realizó y que permitieron que se instalara la violencia, toma conciencia de que puede entonces dejar de tener ese tipo de conductas y detener esta dinámica nociva para todo el sistema familiar.
Nabila es una mujer que recibía violencia dentro de una relación de pareja. Pero Nabila ya no encaja en la definición de victima que la sociedad se había hecho de ella, por lo tanto, dejamos de empatizar con ella y con el dolor puntual del delito y la cosificábamos adentrándonos en su vida íntima como si fuera un objeto de estudio, de cuestionamiento y de juicios morales. Y lo peor de todo es que un Poder del Estado se encuentra avalando esta “cosificación” de Nabila y la están agrediendo una y otra vez con cada pregunta que apunta a cuestionar su credibilidad. La sociedad se encuentra haciendo con Nabila lo que hizo su agresor antes de atentar contra su vida. Y aún peor que eso es que la sociedad al tildarla de “víctima” la deja presa de un rol pasivo que le cierra la posibilidad de definirse desde un nuevo rol que ponga fin a la violencia, que sane su necesidad de dependencia y de descontrol y decida empezar una nueva vida, ojalá declarando lo que ocurrió, sin culpas y falsas lealtades familiares.
Nabila no es una víctima por la vida, Nabila fue una víctima de un hecho horroroso de violencia de género ocurrido el 14 de mayo del 2016 en la XI Región de Aysén.
Y desde esa simple premisa y aclaración, debiéramos cuestionarnos la razón de que toleremos que se le someta a tanto cuestionamiento a su credibilidad, situación que generalmente no se utiliza en otros delitos… a no ser que las víctimas sean mujeres o niños, o personas con algún trastorno mental o cognitivo. Y extrañamente los delitos que más nos sorprenden por su crueldad son cometidos hacia niños o mujeres, justamente a quienes más cuestionamos su credibilidad. Será que nos afecta tanto avergonzando a los hombres y ejerciendo temor en las mujeres… que tanto hombres como mujeres prefieren pensar que no ocurrió de la manera en que se dice que ocurrió?
Duele darnos cuenta que tenemos tan internalizado la subvaloración de la mujer, de la misma forma en que duele toparnos cara a cara con el nivel de violencia de esta sociedad enferma que deja a una mujer sin sus ojos. Duele tanto que necesitamos buscar algo que nos explique –de alguna manera- qué tipo de sociedad crea a un hombre capaz de hacerle esto a una mujer.
Yo sólo espero que seamos capaces algún día de dejar a un lado el ruido, desechar las clasificaciones y los roles predeterminados, enfrentarnos al dolor de ser parte de una sociedad profundamente enferma y desarrollar empatía como base en las relaciones de amor que podamos establecer. Nabila merece respeto por parte de nuestra sociedad porque nos enfrenta con nuestro lado más oscuro, ese que nos empeñamos en no ver. Nabila merece reparación emocional y recuperación de su dignidad como mujer, como madre, como ser humano.
Espero que ella, por su parte, abra las alas, declare lo que realmente sucedió y renazca, se libere de presiones y pueda empezar una nueva vida, con las dificultades que conocemos, pero ojalá con un nueva percepción de las cosas que la haga crecer y tomar las riendas de la vida para arrojarse a lo que todos buscamos: la calma, el amor, la felicidad.