La inequidad entre hombres y mujeres es un fenómeno social que se desarrolla transversalmente en los países, expresándose en distintos ámbitos sociales, dentro de los que es posible mencionar el acceso y mantención en los sistemas de educación formal, menores niveles de ingreso ante mismos cargos, mayor participación en empleos de carácter informal y mayor carga en el trabajo doméstico, entre otras.
Los roles de género que históricamente han desempeñado las mujeres en Chile, han desembocado en que su inserción al trabajo remunerado se haya desarrollado paulatinamente, presentando tasas de ocupación inferiores a los países de la región y a otros países de la OCDE. Además de que la inserción sea baja en cifras, ésta no se ha desarrollado en condiciones de equidad con respecto a sus pares masculinos y, de esta forma, la literatura al respecto y los estudios que se han realizado son claros: las mujeres chilenas que realizan labores remuneradas reciben menores salarios a igual preparación y cargos que los hombres. Además, por motivos relacionados con la maternidad y el trabajo doméstico presentan mayores lagunas previsionales.
A las dimensiones antes mencionadas, se suma el hecho de que la expectativa de vida es mayor que los hombres por lo que los factores con que se calculan su jubilación, terminan por castigar esta mayor expectativa vital. La consecuencia es que las mujeres chilenas viven una situación estructuralmente perjudicial en su vida laboral, lo que repercute en una situación de ahorro individual bajo, que en el sistema previsional chileno termina por condenar a éstas a una vejez empobrecida y vulnerable.
Si se quiere entender la situación problemática que viven las mujeres en el sistema previsional chileno es necesario adoptar una perspectiva teórica de género, pues es imposible entender el fenómeno como una cuestión aislada de una situación de discriminación generalizada que se funda en el sexo de las y los sujetos. No adoptar esta perspectiva pone en riesgo la posibilidad de lograr un entendimiento pleno de la situación y tiende a explicar las discriminaciones en base a argumentos biologicistas que otorgan a la diferencia un determinismo e inmutabilidad que entorpece la lucha por acabar con las discriminaciones arbitrarias y los roles de género que perjudican el desarrollo, bienestar y convivencia de ambos sexos en el espacio social.
En la medida en que las condiciones sociales estructurales que ocasionan esta inequidad no sean combatidas, resulta bastante dificultoso revertir esta realidad. En este sentido, es necesario que como sociedad avancemos en la construcción de una sociedad más igualitaria que reconstruya los roles de género que determinan y limitan el desarrollo integral de niñas, niños, jóvenes y adultas/os, así como también el desarrollo del país.