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El caso de violencia física y sicológica que remece el mundo de la música Advierte a otras mujeres a no caer en una relación así

El caso de violencia física y sicológica que remece el mundo de la música

Felicia Morales decidió contar cómo vivió cinco años una relación de violencia física y sicológica que la aisló de su entorno y minó su autoestima. No es la primera mujer que denuncia a productor musical.


Felicia Morales, compositora y músico chilena que ha sido parte de las bandas de Gepe, Javiera Mena y Mon Laferte, denunció esta semana a través de su blog la violencia física y psicológica que vivió en la relación de cinco años que tuvo con un productor musical.

Su relato conmovió la industria musical, pues cuenta varios hechos que vivió en su relación de pareja y del que algunas personas fueron testigos, aunque ni ella ni nadie nunca dijo nada. Para ella, su historia, «puede ayudar a más personas que se encuentren en una situación similar y no vean o no sepan cómo salir».

Por eso dio la razón de por qué decidió contar su historia:»Escribo esto porque es mi verdad, viví 5 años de violencia psicológica grave, dos veces golpes fuertes en la cara y esta persona está tranquila en su casa con su historia inventada, trabaja aún con bandas que se abanderan por el feminismo y sigue hablando con quizás cuántas mujeres por internet, engañando a todos, haciéndose la víctima y el encantador. Siento que esto no debiera seguir pasando».

Luego de contar cómo se conocieron durante 4 años, comentó que la relación comenzó mal desde un inicio, aunque en ese momento ella no lo detectó. «Para mi cumpleaños número 29 y por whatsapp, él se me declaró. Yo tuve muchas dudas sobre qué hacer, habíamos sido amigos muchos años, sabía de algunas situaciones complicadas que había tenido con sus novias anteriores y era sabido por todos que tenía muy mal genio, pero en ese tiempo yo estaba soltera y el mostró tanto interés en mí, que dejé que todo fluyera. Fue todo extremadamente intenso, él venía a mi casa en la madrugada a tocar el timbre y a decirme muchas cosas románticas, prometerme el cielo y la tierra, me contó cosas que ‘jamás había contado a sus ex novias ya que conmigo no quería tener secretos y quería partir todo limpio’. Esas cosas eran bien íntimas de él, sobre todo cosas sexuales que habría preferido no saber pero en el fondo él quería hacerme su cómplice y que sintiera que estaba realmente comprometido con nuestra nueva relación. Nunca antes alguien había estado tan decidido a estar conmigo ni me había hecho sentir así, por lo que cedí en todo».

Luego siguió: «El primer mes de relación fue ultra intenso pero puso problemas para que atendiera a 2 chicos que eran clientes de mi peluquería, diciendo que le daba celos que yo estuviera sola con ellos compartiendo algo tan íntimo (¿un corte de pelo?) y que por favor no los atendiera. Yo no hice caso, se enteró y se enfureció, me trató pésimo, no quiso hablar conmigo durante horas, terminó conmigo, me dijo que nunca más iba a poder confiar en mí, que yo era lo peor y sólo después que yo le pidiera disculpas mucho rato, llorando, me perdonó y seguimos nuestra relación».

La violencia en su relación empezó a ser constante. «Pasados unos meses desde el inicio de nuestra relación, cuando él se molestaba, empezaba a tirar cosas sobre la cama, generalmente los controles remotos o el celular y pegaba golpes encima y yo, como no estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones, lo único que atinaba a hacer era tomar todas mis cosas, fuera la hora que fuera, 1 AM o 3 AM, e irme de su casa».

Morales debía viajar mucho por las giras de los músicos con los que trabajaba y él llegaba a sorprenderla de improviso. Fue en un viaje cuando recibió el primer golpe. «Una de las últimas veces que pudo viajar conmigo fue a México a un festival Vive Latino. Arrendamos una pieza en el mismo hotel del festival y cuando supo que era difícil conseguir entradas para poder ir a los shows, hizo una pataleta de niño sobre la cama. Yo me acerqué a decirle que estábamos en México y que no conocía a mucha gente pero iba a hacer lo posible por conseguir una entrada y al acercarme a hacerle cariño, tiró un golpe con el puño, un combo directo hacia atrás que llegó directo a mi nariz mientras dijo ‘sale hueona’. Yo no podía creer lo que había pasado, lloré como nunca antes, fui al baño, salió sangre de mi encía, él en ningún momento se movió de la cama para ver si estaba bien, seguía enojado, amurrado. No sabía el número de habitación del resto de la banda para ir ahí y refugiarme. Luego de un rato empecé a sentir culpa (sí, culpa yo) porque él había ido hasta México a verme y yo estaba pensando en contar de este golpe y dejarlo, ¿cómo podía hacerle eso?. Así que callé, me quedé en la habitación. Él se durmió en la cama y yo sentada en una silla y al día siguiente hicimos como si nada hubiera pasado. Nunca se disculpó. No me quedó ninguna marca porque se me hinchó la boca/nariz por dentro, sólo me dolía pero me veía igual que siempre. Nadie notó nada», relató.

La violencia ya se había normalizado absolutamente en la relación y él comenzó a alejarla de su entorno. «Llegó el momento en que no pudo seguir viajando más conmigo y comenzó a controlarme muchísimo por whatsapp mientras estaba de gira: ‘dónde estás, a qué hora prueban sonido, qué ropa te vas a poner, con quién hablaste, quien te joteó, adónde vas a ir, a qué hora vuelves, mándame una foto’, etc. Si yo no volvía al hotel a la hora que había dicho, él se molestaba y me hacía sentir como una suelta por querer salir con la banda a tomar una cerveza al bar. Pasé muchas de esas giras llorando encerrada en la habitación. Me decía ‘esa banda donde estás tocando es pésima, esos hueones no son tus amigos, para qué te vas de viaje con ellos, tu no estás para ser acompañante de nadie, deberías tocar sola, ser tú la protagonista, no te pescan, no les caes bien’. Luego cuando volvía, me hacía sentir culpable por dejar mi casa y mis gatos solos y en especial por dejarlo solo a él: ‘estoy pololeando solo, esto no tiene sentido’ hasta que llegó el momento del ultimátum: o sigues tocando con Gepe o sigues pololeando conmigo. Lo dijo textual. Yo, con todo el caos mental, desesperación y angustia, lo elegí a él».

«Tomar esa decisión ha sido de lo más difícil de mi vida, yo quería seguir tocando, no quería dejar la banda, era lo que más me gustaba hacer. Me dolió tanto que me enfermé físicamente. Somaticé todo. Ahí fue cuando nos fuimos de viaje a Río de Janeiro. El patrón era el mismo siempre: una situación horrenda, traumática, casi insoportable para mí y luego un viaje ‘feliz'», explicó.

El segundo golpe recibió en 2015. «Ya no recuerdo por qué, discutimos muy feo y yo quise irme de su casa como lo hacía siempre. Él bloqueó la salida de su pieza, había bebido mucho y comenzó a decirme cosas muy hirientes. Hubo zamarreo, yo quería irme y él no me dejaba, me sujetaba los brazos muy fuerte, manoteé como pude hasta que todo se detuvo con un gran golpe de él en mi mentón. Segundo combo. Esta vez estaba su compañero de departamento en la pieza del lado. Años después me confesó que escuchó todo y no dijo nada», escribió.

El relato sigue como se volcó a trabajar en su peluquería para juntar dinero y viajar mucho, todo en medio de constantes discusiones. «Recuerdo estar llorando mientras aterrizábamos en Japón porque él se había enojado por algo. Recuerdo haber llorado en Harajuku, lugar al que soñaba ir desde adolescente pero ese día, él estaba mal genio y no quería tomarse fotos conmigo en los purikura ni esperar a que yo me tomara fotos. Odiaba que le sacara fotos. Odiaba salir en cualquier foto siempre y todos nuestros amigos lo sabían. Me hacía borrar su cara siempre con emojis, recortarlo o cualquier cosa para no aparecer. Al llegar de vuelta de esos viajes, nos juntábamos con amigos para comentar las experiencias y él siempre hablaba en singular: ‘fui a esta ciudad, tomé este tren, comí en este restaurante, vi a esta banda en primera fila’. Nunca hubo un plural, era como si yo no hubiera estado nunca a su lado en los viajes, como si hubiera viajado solo. Se lo hacía notar pero decía ay, que le pones color’. Eso me daba mucha pena», contó.

Y como suele pasar en este tipo de relaciones, «siempre después de situaciones fuertes venía una compensación en que sentía que estaba todo bien, que yo estaba exagerando, en realidad no discutíamos tanto y que de verdad sí nos queríamos. Hizo que me enganchara de él de una forma que nunca nadie antes lo había hecho, desconociendo yo en ese momento que él estaba relegándome a un lugar muy secundario de mi propia vida».

La historia explica como con los años se fue poniendo peor, con mucho control de él hacia ella en horarios y trabajo. Hasta que terminaron sin mucha explicación. Tras terapia sicológica logró darse cuenta de lo que había vivido, ademas de enterarse de ciertas infidelidades y conductas inadecuadas con otras personas.

«Muchos se preguntarán por qué no lo dejé al primer golpe, incluso al primer intento de controlar mi vida en todo sentido, pero la gente que no ha vivido una relación violenta no sabe lo que es, cómo desde el primer día te enganchan y te quedas atrapada, sientes que una persona te mira como nunca nadie lo hizo antes, te ponen en un altar con un amor tan intenso, incomparable y que con el tiempo, lentamente cambia sin que te des cuenta. No saben la dependencia que se crea, el nivel de baja autoestima que queda en que piensas que no puedes hacer nada sin el otro, que no eres capaz de valerte por ti misma sola, entre miles de otras cosas. Con decir que pensé en rechazar el Fondart que gané porque sentí que de verdad no podía hacer mi disco sola, sin él. Es algo muy complejo de explicar y no es el punto de este relato», reflexiona.

En un posteo posterior en su cuenta de Instagram, Felicia cuenta que no es la única «que pasó por situaciones violentas con esta persona, Maria Jesus Ruiz vivió lo mismo que yo durante 4 años, ella es la novia anterior de la misma persona con quien yo pololeé. En su momento, a ella nadie le creyó cuando contó lo vivido: descalificaciones, golpes, gritos, aislamiento, incluso peleas con llegada de carabineros. Exponemos esto para que las futuras novias que lleguen a la vida de él no corran estos riesgos».

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