Tres misteriosas muertes y docenas de ataques violentos contra «camionas», como se les llama desde hace algunos años en Chile a las mujeres homosexuales de apariencia deliberadamente masculina, han puesto en alerta roja a ese colectivo en la Quinta Región del país.
La familia de Nicole Saavedra Bahamondes sabía que a ella no le gustaba madrugar.
La joven de 23 años nunca salía temprano de su habitación, especialmente los fines de semana, y sabía que su madre no se atrevería a molestarla si estaba en la cama, donde aún mantenía los peluches de su infancia.
Los sábados, sobre las 11 de la mañana, Nicole solía dejar el cuarto y caminar lentamente hacia la cocina para servirse un café. Ahí charlaba un poco con su madre, Olga Bahamondes, pero respondía con monosílabos a las preguntas sobre lo que había hecho la noche anterior.
Después, sobre las 11:30, hablaba por WhatsApp con su prima, María Bahamondes, quien vivía con su esposo y sus dos hijas a apenas cinco minutos.
A menudo se encontraban en el mercado de su pueblo, la tranquila localidad de El Melón, en la Quinta Región montañosa de Chile, la que corresponde a Valparaíso.
Después regresaban a casa de María para almorzar con los dos pequeños.
Pero la mañana de aquel 18 de junio de 2016fue diferente.
Una noche fatídica
Nicole le había enviado un mensaje a su madre la noche anterior para decirle que pasaría la noche con sus amigos en una fiesta en Quillota, una ciudad a unos 30 minutos en autobús de su casa.
Luego, a las siete de la mañana, mandó una nota de voz para decir que estaba de regreso.
Cuando Olga se despertó y escuchó la nota de voz, asumió que Nicole estaba ya en casa y descansaba en la cama.
Pero cuando a mediodía todavía no había salido de su habitación, asomó la cabeza por la puerta de la habitación de su hija.
El cuarto estaba vacío y la cama seguía sin deshacer.
Olga llamó a Nicole de inmediato, pero no daba señal. Era raro que su teléfono estuviera apagado.
Y comenzó a preocuparse.
El Instagram de Nicole mostraba cómo ella y sus amigos la habían pasado bienunas pocas horas antes.
Había subido a la red social cinco videos del grupo riéndose, sentados en colchones en el suelo, rodeados de cojines, botellas vacías de Coca-Cola y encendedores.
En los últimos 15 segundos que duraba el video que Nicole publicó en Instagram justo antes de medianoche se puede ver a una joven de cabello largo y oscuro con una sudadera con capucha que mira su celular.
La cámara después enfoca a un joven de unos 20 años que canta una versión de la canción Video Games, de Lana del Rey.
A Nicole no se la ve porque es ella quien está filmando, pero se le puede escuchar reír.
Es lo último que publicó en las redes sociales.
María y Nicole estaban especialmente unidas. Las primas habían crecido juntas, pues sus madres habían vivido en la misma casa con las pequeñas.
«Nicole y yo siempre tuvimos un vínculo especial. Nos educaron nuestras madres, que fueron madres solteras y además eran hermanas. Así que nosotras éramos más hermanas que primas en realidad», cuenta María. «Nos veíamos todos los días y después de que me casé y me mudé de casa, (lo hacíamos) cada pocos días».
María era bastante protectora con su prima más joven.
«Siempre he dicho que era como si viviese en otro mundo, porque nunca veía el lado malo de las personas. Creo que eso la ha perjudicado siempre», dice María.
María creía que Nicole era vulnerable porque contaba abiertamente que era lesbiana. Y no solo eso, sino que decía de sí misma que era camiona.
La joven estaba orgullosa de serlo; era parte de su identidad. Pero esto empezó a llamar la atención en su pequeña localidad montañosa, donde un día le dieron una paliza.
«Siempre la insultaban. A los 14 años tuvo su primera novia y los hombres a veces la perseguían para decirle que iban a corregirla para «convertirla en mujer»», relata María.
En 2015, un miembro de una pandilla neonazi atacó brutalmente a Nicole.
«Si en el momento en el que ese hombre la golpeaba no hubiera llegado su amiga, Nicole probablemente habría muerto ese día. En ese momento, él tenía su bota en el cuello de Nicole y la golpeaba bien duro sin parar«.
Después de eso, María comenzó a preocuparse cada vez que Nicole salía sola de la casa.
Así que la mañana de aquel sábado, cuando nadie podía localizarla, María tuvo un muy mal presentimiento.
Cuando pasaron las primeras 24 horas sin tener noticias de la joven, empezaron a organizarse para iniciar la búsqueda, especialmente en los lugares donde la habían visto por última vez.
Fueron primero a la casa en la Quillota donde Nicole había pasado la noche con sus amigos. Allí le dijeron que Nicole había salido a buscar el bus a las siete de la mañana y que no habían sabido nada más de ella.
Pasó el domingo y tampoco tuvieron noticias suyas.
«La buscamos y la buscamos», recuerda María.
La buscaron en las calles del pueblo. Después empezaron a rebuscar en las granjas y en los cultivos de aguacate de alrededor.
Nada.
La búsqueda continuó, pero el viernes 24 de junio, una semana después de de la desaparición, un sentimiento perturbador se apoderó de María.
«Algo me decía que había pasado algo terrible», rememora angustiada. » Volví a casa y le pedí a Dios que al menos nos concediera encontrar su cuerpo porque yo ya presentía que estaba muerta. Ese día me di cuenta de que Nicole no iba a volver«.
Al siguiente día la policía halló su cuerpo tirado en el campo de una granja no muy lejos de la reserva Limache, a apenas 15 minutos de la parada de bus donde había sido vista por última vez.
Visitamos el lugar. A medida que nos acercamos, María camina más despacio, señalando los pedazos de estiércol que hay por el suelo para que tengamos cuidado y no los pisemos.
«Es raro. Hay muchos menos arbustos de los que había cuando ocurrió todo. Alguien debió cortarlos», explica.
Entonces se detiene.
«Aquí», dice suevamente mientras mueve la cabeza y señala una mancha en el suelo rodeada de estiércol y hojas muertas.
La policía sostiene que Nicole murió después de recibir repetidos golpes en la parte de atrás de la cabeza. Su cuerpo fue hallado con numerosas heridas abiertas y moretones. Le habían atado las manos a la espalda.
En el bolsillo del pantalón de la joven todavía estaba su cartera. Tenía dinero dentro, así que estaba claro que no la mataron para robarle.
«Me pegó muy duro. Muy duro», dice.
«Nunca me me había imagino que pudiera ser torturada y golpeada de esa manera. Nunca esperas que alguien a quien quieres tanto vaya morir en esas circunstancias», añade.
La policía dice que no existe ninguna pista que permita identificar al asesino. Pero María conoce de sobra el motivo detrás del asesinato de su prima.
Nicole tenía un estilo propio.
Lo mostraba con orgullo en su cuenta de Instagram: pelo corto y oscuro, rapado por los costados y siempre llevaba una gorra beisbolera.
Por lo general vestía jeans holgados y buzos con capuchas. Llevaba piercing de dilatación en las orejas, lo que hacía que los lóbulos parecieran dos tubos de carne cuando se los quitaba.
Y tenía una pose particular: miraba fijamente a la cámara, como si estuviese meditando y con media sonrisa.
A primera vista, su cuenta se podía confundir con el de un muchacho adolescente. Era algo intencional: no quería parecer femenina.
La palabra «camiona» deriva de «camionera». Durante un tiempo fue un término utilizado para insultar a las lesbianas que tenían un aspecto más masculino, pero desde hace unos años son ellas mismas quienes han adoptado esta palabra para identificarse.
Es una identidad lesbiana distintiva, explica Karen Vergara, una activista lesbiana de Quillota, la ciudad donde desapareció Nicole.
Llevan pelo corto y utilizan ropade hombres, señala Vergara. Jeans holgados, camisas de cuadros y gorras de béisbol.
«Las camionas no se quieren identificar con estilos femeninos impuestos por la mirada del hombre», afirma.
«La ropa juega un gran papel en eso. Es la manera de reconocerse entre ellas en la calle. En la comunidad lesbiana, las camionas actúan como hermanas valientes que, a pesar de la extrema lesbofobia(aversión a las lesbianas), se atreven a mostrar su lesbianismo», añade.
Y fue su identidad, cree María, lo que marcó el destino de su prima.
«Yo creo que Nicole fue asesinada por ser lesbiana, por su forma de vestir. Porque se vestía de un modo más masculino», dice la activista.
La comunidad gay de Chile conoce la Quinta Región —la parte del país donde vivía Nicole— como la «zona roja», por su historial de poca tolerancia con el lesbianismo.
«¿Cómo se puede describir la situación de una región como la Quinta a una persona que nunca ha estado allí? Yo comenzaría diciendo que estamos en máxima alerta debido a la lesbofobia«, asegura la activista.
Chile está dividido en 16 regiones administrativas. La Quinta, que está en la mitad del país, es llamada la región de Valparaíso, por la principal ciudad de la zona.
Pero la mayoría de esta provincia es rural, dominada por la emergente producción de aguacate.
La abogada feminista Silvana del Valle contó que la región vive amenazada por un machismo que deja a las minorías en una posición vulnerable. También allí están algunas de las pandillas neonazis más activas del país.
De acuerdo a dos personas que coincidieron con Nicole en aquella fiesta en Quillota, también estuvo allí un neonazi. Y eso hizo sentir a la joven muy incómoda.
«Valparaíso es una región extraña. Cuando hablas con las camionas y las mujeres transexuales, todas saben sobre Valparaíso. Saben de los ataques», remarca Sebastián Ayala, un director de cine que está produciendo un documental sobre el tema.
Uno de los ataques más recientes ocurrió el pasado 17 de marzo en un parque de la ciudad cuando un grupo de jóvenes golpearon a una camiona con cadenas. La dejaron tirada en el piso, cubierta de sangre y temblando.
Mientras la agredían físicamente, la insultaban por ser lesbiana.
«Claro que hay algo de paranoia por esos ataques, pero la comunidad LGBT lleva décadas siendo atacada aquí», subraya Ayala.
«Desde lo que ocurrió en Divine, probablemente», matiza.
La discoteca Divine era el centro de la comunidad LGTB en Valparaíso en los primeros años de los 90.
El 4 de septiembre de 1993 abrió sus puertas, después de unos meses de remodelación, a un grupo de 60 personas que lo esperaba ansioso.
Había alfombras nuevas en el piso, las paredes estaban recién pintadas y tenía redes de pesca colgadas del techo, en un guiño a la ciudad costera y a los marineros, que se habían convertido en un símbolo de la cultura gay de los años 90.
Ese día, Chile había vencido por penales a Polonia en el Mundial Sub-17 de Fútbol y había euforia entre las lesbianas,dragqueens y gays, quienes bailaban al son de la música pop en el local.