En Chile y en el mundo todavía se utilizan las terapias de reconversión como tratamiento psicológico para «reeducar la orientación sexual». Aún cuando la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó en los años 70 la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM), esta terapia se encarga de convertir a homosexuales, bisexuales y lesbianas en personas heterosexuales, bajo la premisa de que «se pueden curar de esa enfermedad». Esta es la historia de Carmina Vásquez, abogada e integrante de la Red Lesbofeminista, quien asistió a terapia de reconversión sexual cuando tenía 14 años. «Después de la terapia vivía siendo profundamente infeliz y todavía me cuestiono haber sido mi peor enemiga», relata Carmina, que luego de vivir 20 años una realidad impuesta por la sociedad, logró reconocerse y reencontrarse con quien realmente quería ser.
A pesar de los históricos avances que ha logrado el movimiento por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, detrás de las paredes de numerosas consultas psicológicas de Chile todavía se practican las terapias de reconversión sexual.
Un método pseudocientífico que desde la psicología busca «curar la homosexualidad», limitando y reprimiendo cualquier tipo de orientación sexual que no se ajuste a la heteronorma.
Sin embargo, está demostrado que no hay nada de bueno en estos tratamientos. Según la Asociación Mundial de Psiquiatría, quienes asisten a estas terapias suelen «generar adicciones, tendencias suicidas, trastornos sexuales y depresión».
En un Chile de los 2000, Carmina Vásquez, una realizada abogada de la Universidad de Chile e integrante de la Red Lesbofeminista en apoyo a la comunidad LGBTIQ+, asistió por primera vez a una terapia de reconversión sexual cuando sólo tenía 14 años.
Esta es la historia que relató a El Mostrador.
“Desde niña me sentí distinta, siempre me lo cuestionaba porque todo a mi alrededor era ultra heterosexual: mi familia, las parejas en la calle, los libros, las películas”, recuerda.
Carmina estudió en un colegio religioso del sector oriente de la capital. “Nunca tuve un problema hasta que un día llegó una compañera a mi colegio, donde estudiábamos con puras mujeres. Fuimos amigas a partir de sexto básico. Todo iba bien hasta que empezó a escribirme cartas. Yo no entendía por qué lo hacía”, relata.
“Un día estábamos en la clase de gimnasia y había un pequeño pasillo donde ella se me acercó. Le di el primer beso y yo sentí que me iba a morir. ‘Esto es amor’, pensé”.
“Empezaron nuestras reflexiones internas, porque ella era mi primer amor y yo quería salir del closet. Con 14 años le prometía tener un futuro juntas. Pero decidimos no contarle a nadie”.
Hasta la enseñanza media mantuvieron una relación a escondidas, pero su profesora se enteró y desató la peor pesadilla para una adolescente.
“La profesora de historia me dijo directamente que yo era lesbiana, yo no sabía bien qué significaba eso, pero me lo dijo como si fuera un crimen, me increpó y me preguntaba por qué lo hacía. Yo le dije que mi compañera no tenía nada que ver, que era sólo yo. Y entonces, citaron a mis papás”.
“En el colegio empezaron a presionar, citaron a los padres inmediatamente, nunca supe que pasó en esa reunión, pero una de los dos tenía que irse del colegio, ya veían como problema que niñas mas grande pololearan”.
“Siempre fui buena alumna y mis profesoras y las mamás del curso me tenían estima, hasta que se corrió la voz. Pienso que en general las personas no se cuestionan que son homofóbicas, hasta que saben que alguien cercano lo es”.
“Fui a terapia durante un año. Mis papás no sabían lo que era, pero desde el colegio les recomendaron que buscara orientación. Es extraño cómo psicólogos calificados hagan terapia de reconversión aunque no lo promocionen abiertamente como tal”.
– ¿Por qué estás aquí?- me dijo la psicóloga, a lo que respondí que me gustaba una compañera.
– ¿Por qué se te ocurrió probar eso?
– No sé, porque lo sentí.
– Ya, pero a mí no se me ocurre probar caca porque lo sentí. Lo que hiciste está mal, de ahora en adelante vamos a tratar de que esto no se vuelva a repetir.
“La psicóloga me preguntaba por qué había caído en el juego de ‘esta mujer’, una niña de 14 años. Yo le explicaba que no había caído en ningún juego, sino que estábamos enamoradas. Ella me decía que por ser extranjera, tenía otras costumbres y que por eso ocurrió nuestra relación”.
– Piénsalo, ¿habías visto a otra compañera hacerlo? ¿Tú crees que es normal eso? ¿Lo ves en tu familia? ¿Hay alguien en tu familia que sea gay o lesbiana?
“A todas esas preguntas respondí que no y comencé a pensar que era una etapa de confusión adolescente”.
Los consejos de la psicóloga en la terapia de reconversión, también apelaban a que Carmina tenía que “reeducar los gustos”. Que el acto de besar a una mujer fue por vulnerabilidad pero que no se gustaban realmente, sólo fue una experiencia para “probar algo nuevo”.
– ¿Cómo te llevas con tu papá?–preguntaba la psicóloga argumentando que tenía carencias emocionales por un padre ausente.
– Mi relación con mi papá no es así, somos súper cercanos y nos llevamos bien.
– ¿Entonces por qué odias a los hombres? O ¿tú quieres ser hombre?
Según el relato de Carmina, la terapia también consistía en reforzar los estereotipos de género con el objetivo de evitar que ella “fuera masculina”.
De esta manera, comparaban su forma de ser con los gustos y comportamientos -estereotipados- de una lesbiana.
“Me hacía analizar a las lesbianas y las caracterizaba como ahombradas, feas, gordas, flojas y sin futuro”, recuerda Carmina.
“La psicóloga me preguntaba qué cosas me gustaban de los hombres. Me hizo escribir una lista para comparar y todo el tiempo me hacía ver que me parecía a las mujeres, pero no me gustaban”.
Luego de un año de terapia, a Carmina le dieron el alta porque comenzó a sentirse “atraída” por los hombres. Sin embargo, era una adolescente con depresión y se sentía atrapada.
“Pololié con algunos hombres e incluso tuve relaciones muy serias con algunos, pero en el fondo siempre me sentí reprimida y diferente a mis amigas”.
Luego de vivir más de 20 años una realidad impuesta por la sociedad, logró reconocerse y reencontrarse con quien realmente quería ser.
En la actualidad, Carmina vive el amor fuera del closet y participa activamente en la lucha por reivindicar los derechos de la comunidad LGBT en Chile, siendo un referente en las movilizaciones sociales por la visibilidad lésbica.
“Lo más importante es tener amor propio. Y debes saber que no puedes depender de nadie porque puede que nadie respalde tus decisiones. En base a eso, uno debe tener la entereza y ser fiel así mismo”.
“Yo siento que por lo mismo viví 10 años siendo profundamente infeliz, y todavía me cuestiono haber sido mi peor enemiga. Ahora sé que puedo vivir libremente mi vida como lesbiana y que hay muchas más personas que están pasando por el mismo proceso. Por eso es importante continuar con la lucha por el reconocimiento de nuestros derechos”.