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Norma Mogrovejo, lesbiana y feminista:  “A las mujeres nos idiotizan con esto del amor romántico” BRAGA

Norma Mogrovejo, lesbiana y feminista: “A las mujeres nos idiotizan con esto del amor romántico”

La doctora en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Autónoma de México y reconocida teórica del mundo lésbico feminista en América Latina, Norma Mogrovejo, está de visita en Chile en el marco de la presentación de dos de sus libros, los cuales abordan -entre otras temáticas- la necesidad de experimentar y buscar otros modos de construir relaciones. Su propuesta es el contra-amor, que tiene que ver con “romper la hegemonía de emociones que nos atraviesan la vida”.


Con una historia personal marcada por una infancia y adolescencia sumida a un contexto conservador y discriminador por su disidencia sexual, Norma Mogrovejo en conversación con El Mostrador, comentó que a los 28 años se sexilió en México debido a que las mujeres en Arequipa –ciudad en la que vivió desde los 14 años- “no encontrábamos formas de vivir fuera de la heterosexualidad, sin correr riesgos”.

Norma se presenta como lesbiana feminista, activista, académica, sexiliada y lesbianóloga. Sus investigaciones, entre otros aportes, han abierto al continente la posibilidad de tener un registro historiográfico del movimiento lésbico en América Latina, archivo histórico que se encuentra en Ciudad de México bajo el nombre de Nancy Cárdenas, pionera del movimiento de liberación lgbt en dicho país.

-Parte de los temas relevantes trabajados en tu obra es el sexilio, término que abordas en “Del sexilio al matrimonio”, uno de los libros que vienes a presentar. ¿Qué significa y qué alcances tiene?

-El sexilio es un concepto acuñado por el puertorriqueño Manolo Guzmán, y se refiere al proceso que viven aquellas personas que por su homosexualidad han tenido que dejar sus naciones de origen. Yo amplié este concepto al éxodo que sufren personas de la disidencia sexual que tuvieron que salir no sólo de su país, sino también de su familia, del barrio, del trabajo y de diversos espacios. Entonces es una forma de desterritorialización que se convierte también en un elemento colonial. En ese sentido el sexilio habla de un sistema homófobo, lesbófobo o transfóbo, y lo que ha hecho es expulsarnos de la posibilidad de una ciudadanía.

-¿Cómo se vive hoy el sexilio?

-El sexilio sigue existiendo, porque una cosa es la realidad metropolitana y otra los barrios periféricos, las pequeñas ciudades y las zonas rurales donde la homo, lesbo y transfobia es muy fuerte. Si en los 80 y 90 la expulsión y desterritorialización nos llevaba a abandonar el lugar de residencia porque no teníamos reconocimiento de la ciudadanía, hoy es el consumismo el que permite el reconocimiento de ciudadanía a cierto tipo de personas, sobre todo en los espacios de consumo capitalista. Entonces el sector de la disidencia sexual es de interés para el sistema y es la razón por la cual se comienzan a abrir espacios como el mercado rosa que pueden ser de gran consumo.

En relación al matrimonio, la investigadora hace una crítica a las formas de familia lésbica, debido a que esta “ha sido una imposición de la organización social occidental afín a los intereses de los sistemas económicos. Entonces la variación de las formas de organización de la familia depende de los sistemas económicos. La nuclearización familiar ha implicado la transformación de la organización comunal originaría para intereses de la productividad. Una nuclearización de pareja e hijos propios”, comenta.

La alternativa –dice- es romper esas dinámicas tramposas, recuperar nuestras raíces comunitarias y romper con los elementos patrimonialistas. Al respecto, la académica y lesbianóloga sostiene que “el amor es un territorio fundamentalmente político”,  tesis desarrollada en su último libro “Contra-amor, poliamor, relaciones abiertas y sexo casual”. En él recoge las reflexiones de las lesbianas del Abya Yala (América), para  articular la posibilidad de una praxis que logre romper con el individualismo amoroso, con las normas que controlan y privatizan al cuerpo.

En ese sentido  propone el contra-amor, que es en definitiva ir en contra del amor romántico. Esto lo lleva al campo de las relaciones entre lesbianas, que es su foco de estudio, pero el cual podría extrapolarse a todo tipo de relaciones, incluidas las heterosexuales.

-¿Cómo podemos resistir estas imposiciones del amor romántico?

-A las mujeres nos idiotizan con esto del amor romántico. Ese tema ha sido abandonado por las feministas porque se han casado, tenido hijos y defendido la herencia, que son formas de familia nuclear. Algo parecido ha pasado en el movimiento lésbico. Los grupos se han desarticulado porque las parejas han roto.

Entonces la resistencia es parte de un trabajo activista que le toca al movimiento lésbico y feminista. Hacer talleres de descolonización del amor, reflexiones de lo que ha significado el amor como una forma organización social, como un régimen político que organiza las vidas, que obliga a la heterosexualidad obligatoria, que obliga a la monogamia, que obliga a la raza y a la maternidad. Estamos hablando de transformaciones éticas necesarias.

No hemos tenido referentes de otras formas de relación y lo que nos toca hacer es buscar nuevas formas de relación donde tu ex no sea tu enemiga y sea parte de tu comunidad.

¿Cómo ves este proceso feminista en Chile?

-Chile ha tenido un interesante proceso feminista y lesbofeminista, porque si bien en muchos países la institucionalización ha sido la única forma, aquí la experiencia autónoma ha sido bastante fuerte. Reconozcamos el aporte de Margarita Pisano y otras a la autonomía. Chile tiene entonces un antecedente muy interesante que yo veo reflejado en la experiencia de la RedLesbofeminista, que tiene una dinámica interna distinta.

 

 

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