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¿Por qué el patriarcado funciona? Yo opino Crédito: Kat Jayne / Pexels

¿Por qué el patriarcado funciona?

Magda Escobar
Por : Magda Escobar Prevencionista de Riesgo
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En los años 70, el sociólogo Pierre Bourdieu acuñó un término que vino a agrupar al conjunto de elementos que nos rodean y violentan solapadamente desde niñas.

La violencia simbólica es silenciosa y dominante, y amparada por las culturas machistas, es la herramienta perfecta para los hijos sanos del patriarcado.

Al escribir este texto me cuestiono si es necesario ser “experta” en temas género para hablar de ello; mas inmediatamente reflexiono que cada frase que un hombre me ha gritado en la calle, cada vez que se me ha minimizado en el contexto laboral por ser mujer, incluso aquella vez en mi adolescencia que alguien me tocó sin mi consentimiento, me convierten, tristemente, a mí y a muchísimas mujeres en voces autorizadas sobre violencia de género.

Digo que este tipo de violencia es silenciosa porque se disfraza de elementos culturales como los íconos, los símbolos, el lenguaje, las teorías, la música, el cine, el folklore, la historia, el culto a la belleza, la femineidad impuesta, entre muchos otros.

Siendo el lenguaje una de nuestras principales herramientas para construir realidad, es también la que más daño nos puede generar, ya que se presenta desde muy temprano en nuestras vidas a través de la familia, los compañeros de colegio (e incluso de niveles pre escolares) la televisión y la música, que nos dicen desde que tenemos uso de razón e indefinidamente durante nuestro crecimiento, que las señoritas se comportan de cierto modo, que calladitas nos vemos más bonitas, que tenemos que depilarnos, que las suegras son monstruos, que el sobrepeso es el peor de los males, que es inaceptable que no sepamos cocinar, y que ser una mujer blanca heterosexual es lo más óptimo para nuestras vidas.

Este entorno tan hostil y tan arraigado, me llevó a que durante mi etapa de adolescencia me sintiera más ofendida por ser llamada “fea” que por no ser valorada en términos de desempeño escolar, colaboración, compañerismo o liderazgo.

Lo que quiero trasmitir, es que la belleza de nuestra liberación se encuentra en el momento en el que dentro de nosotras algo se fractura, se desencaja y comienza a caer como una torre de legos.

Cuando nos damos cuenta de que no está bien desvivirse por los hijos sin exigir la ayuda del padre cuando está presente, que no es normal usar las llaves entre los dedos cuando ya es de noche,  vamos caminando a algún lugar y consideramos que con esta “arma” nos podríamos defender de algún ataque, cuando además reconocemos lo brutal de nunca temer a que ese ataque sea un robo, sino que siempre pensamos en la posibilidad de ser violadas, cuando por fin iniciamos el largo camino a deconstruir a esa mujer impuesta, que jamás hemos sido nosotras mismas, pero que nos habita y que Virginie Despentes tan hábilmente describe de la siguiente forma en su libro “Teoría King Kong”:

“Porque el ideal de la mujer blanca, atractiva pero no puta, bien casada pero no relegada, que trabaja pero sin ser muy exitosa, para no humillar a su hombre, flaca pero no neurótica con la comida, que sigue indefinidamente joven sin que la desfiguren los cirujanos estéticos, que se siente plena con ser mamá pero no es acaparada por los pañales y los deberes de la escuela, buena ama de casa pero no sirvienta tradicional, culta pero menos que un hombre, esta mujer blanca que nos ponen siempre frente a los ojos, que deberíamos esmerarnos para parecernos a ella, más allá de que parece aburrirse mucho por poca cosa, de todas formas nunca me la crucé, en ningún lugar. Creo que no existe.

En este punto, la rabia y la frustración se convierten en el motor de la deconstrucción. Justamente esas emociones, esas que nos dijeron que las señoritas no deben sentir ni manifestar, son las que van pavimentando el camino por el cual caerán los símbolos de la violencia, esos que funcionan tan bien sosteniendo al patriarcado, y que aún persisten en nuestra cotidianeidad.

Ahí confirmo que sí, que esta es la forma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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