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En tiempos de crisis, ¿pueden las familias hacerse cargo del aprendizaje? Yo opino

En tiempos de crisis, ¿pueden las familias hacerse cargo del aprendizaje?

Elisa de Padua y Leslie Power
Por : Elisa de Padua y Leslie Power Psicóloga Magister en Psicología Educacional y Psicóloga Clínica
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La crisis sanitaria causada por el Covid-19 ha traído cambios profundos en nuestras actividades cotidianas. Uno de lo cambios que más ha impactado en todos los que tienen menores de edad a cargo es el cierre de los establecimientos educacionales.

El Mineduc, con el propósito de resguardar el aprendizaje de los estudiantes, ha indicado que “será responsabilidad del apoderado velar porque el estudiante cumpla con las actividades de aprendizajes sugeridas durante el tiempo de aislamiento domiciliario”. El mismo Mineduc considera como una buena práctica es que los docentes sean capaces de “generar un espacio de comunicación con los apoderados, impulsándolos a involucrarse activamente y a definir horarios de aprendizaje en el hogar”. Además, Mineduc indica que “es necesario que el docente monitoree y evalúe las actividades” que se hacen en este tiempo en el que la escuela está cerrada.

[cita tipo=»destaque»] El rol de las familias no debe ser reemplazar la estructura de la escuela sino proveer un espacio para que niños y niñas se sientan protegidos. [/cita]

En conversaciones informales con madres y padres nos ha llamado la atención que, mientras en algunos establecimientos estas orientaciones se han materializado en guías sencillas de implementar en casa, en otros establecimientos se ha decidido traspasar casi completamente la lógica de la sala de clase al hogar. En estos establecimientos se han enviado guías de trabajo para varias asignaturas que, en el caso de niños y niñas pequeños, requieren supervisión para acceder a internet, completar guías en papel, imprimir material, revisar presentaciones en Power Point y hacer preguntas para estimular el pensamiento del niño o niña, entre otras actividades.

Se dice que estas actividades son optativas, pero al mismo tiempo se indica que los docentes evaluarán cómo van avanzando los alumnos y alumnas. Los apoderado se preguntan ¿qué pasa si no puedo enseñarle esto a mi niño o niña?

¿Es una expectativa razonable traspasar las responsabilidades de la escuela a las familias en una situación de crisis como la que vivimos? Creemos que no. En primer lugar, los hogares enfrentan una crisis sin precedente que no solo amenaza con llevarse a nuestros seres queridos, sino que también ha traído incertidumbre económica. En segundo lugar, muchos de los apoderados que pueden quedarse en sus casas deben seguir trabajando a distancia, por lo que no necesariamente cuentan con el tiempo para hacerse responsables de que sus niños o niñas continúen con el programa escolar. En tercer lugar, el trabajo del docente no es sencillo y requiere de complejos conocimientos técnicos y académicos, además de experiencia profesional que difícilmente pueden ser reemplazados ni siquiera por el más preparado de los apoderados. Finalmente, Chile es un país con una importante y profunda inequidad y poner el aprendizaje en manos de las familias solo contribuirá a profundizarla.

Considerando estos argumentos, creemos que traspasar a las familias la responsabilidad de que los niños y niñas aprendan solo empeora la angustia propia de un momento que líderes como Ángela Merkel en Alemania han comparado con la Segunda Guerra Mundial.

Creemos que el foco del Mineduc debe cambiar desde resguardar el aprendizaje de los estudiantes a resguardar el bienestar físico y psicológico de las comunidades educativas como primera prioridad. En una situación como esta, la implementación del curriculum nacional es un objetivo secundario.

Si bien es importante que los niños y niñas mantengan una disposición que les facilite la reincorporación a la escuela cuando estas vuelvan a abrirse, el rol de las familias no debe ser reemplazar la estructura de la escuela sino proveer un espacio para que niños y niñas se sientan protegidos y pueda desarrollar actividades que estimulen su pensamiento, su imaginación y su cuerpo según las posibilidades de cada familia y sin la presión de cumplir con el programa escolar.

Mineduc no puede apostar a que los programas de estudios pueden seguir adelante como si nada pasara. Mineduc debe hacer una revisión de los programas de estudio pensando en que las escuelas deberán abordarlos en un tiempo más limitado y revisar la aplicación de medidas que establecen consecuencias para las escuelas según los resultados de aprendizaje de alumnos, tales como el SIMCE. El tiempo de cierre de las escuelas puede aprovecharse para que los docentes se capaciten a distancia, monitoreen cómo se sienten sus estudiantes y les sugieran actividades sencillas para realizar en casa, y para que las escuelas se preparen para un año que será sumamente desafiante no solo para la planificación escolar, sino también para el bienestar de toda la comunidad escolar. Quizás esta sea una oportunidad para las autoridades de aprender de aquellos establecimientos que ya llevan años ajustando su quehacer al tiempo que les dejan las tomas y huelgas.

Momentos de crisis como este son el espacio para actuar con rigurosidad, solidaridad y empatía. Las familias y las escuelas necesitan contención e información, no más presión.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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