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Crianza y niñez: de la ausencia al exceso de presencia Yo opino

Crianza y niñez: de la ausencia al exceso de presencia


Necesitamos…

El tiempo de aislamiento social se ha alargado. Hemos pasado varios días mirando a través de ventanas y de pantallas que sigue existiendo un mundo. Y para adaptarnos, hemos tenido que reordenar no sólo nuestros espacios físicos para funcionar bajo estas nuevas lógicas que nos ha impuesto el Covid-19, armando oficinas y salas de clases en el hogar, sino también nuestros espacios psíquicos.

Pareciera que dentro de quienes más se han visto perjudicados, están nuestros niños. Quienes han tenido que renunciar al mundo externo y han quedado posicionados como posible fuente de contagio. Pasamos de un estar principalmente afuera a un adentro forzado, perdiendo la entrada y salida de casa, los ires y venires en tanto padre, madre, hijo, abuelo, abuela, por las necesarias medidas de cuidado. Más, este estar adentro, en el hogar, se ve invadido por el afuera, que además ya no está más como antes; no hay oficinas, no hay jardines, no hay colegios ni parques. Y si pudiésemos salir: ¿a dónde iríamos? ¿cómo será la vida después de la cuarentena? nos quedamos con fantasías e ideas.

Para quienes trabajan y ejercen la crianza, la idea de “no llevarse la pega a la casa”, en este minuto pierde absoluto sentido. Los límites y cortes que necesariamente distancian los espacios laborales y escolares de lo íntimo del hogar, se deshacen ante este nuevo modo de vivir que no hemos podido anticipar. Se deshacen y van generando ciertas consecuencias en las familias que hoy en día se ven sobrepasadas por un exceso de presencia, de poco espacio, dificultad para organizar las tareas y volver a acomodarse en esta cotidianeidad sin cortes. Un continuo que aparece tanto en el insomnio, en el aumento de los consumos, como en los niños que insisten en salir, en ver a sus amigos, a sus abuelos, pues, se sienten solos, ¿pero, si los padres ahora están en la casa más que antes, por qué se sienten solos? ¿cómo estamos escuchando este sentir?

La crianza de los hijos hoy en dia es responsabilidad de los padres en su totalidad. Al perder las instancias terceras, no hay un espacio otro que nos ayude a entrar y salir, a distraernos del ser hijo o del ser padre. Distracción necesaria que permite tomar distancia y tener algo que decir: ¿cómo te fue hoy?, desde donde se puede generar un encuentro. Un encuentro que pueda traer algo de lo nuevo, de lo externo, de lo que no pertenece a la vida íntima del hogar, una diferencia necesaria para relacionarnos.

Necesitamos de otros para ser uno…

Ahora estamos constantemente conectados con el afuera mediante videollamadas, clases y reuniones online, al mismo tiempo que estamos constantemente conectados con la dinámica del hogar. Los espacios se entremezclan y parecen ejercer fuerzas contrarias entre sí, donde cada acento puesto en uno repercute en el otro. Y estamos y no estamos. Pero nos hemos dado cuenta que este estar y no estar, no responde a las lógicas del Fort-da freudiano, constituyente y necesario para elaborar la separación con los padres. Sino, un exceso de presencia física, un exceso de imperativos y demandas constantes y continuas que no permiten justamente ese Fort-da del que hablaba Freud cuando veía a su nieto

“jugar” la ausencia materna, los ires y venires de la madre que hoy, en estas condiciones no se dan más.

[cita tipo=»destaque»] Necesitamos de otros para ser uno. Necesitamos distancia para estar. Necesitamos ausencia para estar presentes. Necesitamos historias para vivir. Y necesitamos de otros para criar. [/cita]

Byung-Chul Han habla de una sociedad del cansancio, que sitúa a un sujeto en la contradicción de encontrarse libremente obligado a maximizar su rendimiento, siendo finalmente él mismo quien incorpora esta labor de exigirse, de siempre poder más. Ello lo lleva a una sensación de cansancio y agotamiento excesivo, que a pesar de que estamos hipercomunicados, nos aísla, ¿cuánto de ello hay en estos espacios hiper-habitados por clases y reuniones? ¿qué de ello estamos situando para los niños, que hoy se quejan de un exceso de exigencias y pantallas, junto con la sensación de sentirse cansados y solos?

Padres e hijos hoy se encuentran de manera permanente en el hogar, pero, con espacios y tiempos continuos, donde no pareciera haber gran diferencia de lunes a domingo. Esa continuidad, ese estar permanente pareciera paradójicamente dificultar la posibilidad de encuentros entre ellos. Y al cansancio del rendimiento académico y laboral, además de la ausencia de actividades de distracción, se pueden sumar sentimientos de soledad y aislamiento.

A su vez, cuando hablamos de niños, hablamos de sujetos en estructuración, para lo cual se necesita la operación de distancia. Pues ante esa distancia entre padres e hijos, se permite el advenimiento de espacios diferentes, y así, el de una identidad otra a la familiar, donde la diferenciación propicie la subjetivación. Es decir, que la distancia permite el encuentro con otro, pero también con uno mismo, si es posible de pensarse así. Permite pasar de ser madre a ser mujer trabajadora, a ser amiga en una reunión de amigos, para volver a ser madre, y así, lo mismo con los hijos y los padres.

Necesitamos de otros para ser uno. Necesitamos de distancia para estar. Necesitamos ausencias para estar presentes…

En muchos hogares de nuestro país, encontramos además una dificultad de espacio físico, donde no hay posibilidad de tener en el hogar distintos espacios para utilizar de oficina, de escuela, de sala de juegos. Por tanto, se hace de vital importancia la intervención de los otros, que pueden airear los vínculos y espacios familiares con su otredad, pero hoy en día estos espacios otros no existen más. Y es acá, donde creemos importante hacernos la pregunta: ¿es posible que las familias permanezcan solas, en un espacio donde lo social se ha relegado? ¿es posible que los niños crezcan y se constituyan como sujetos culturales, cuando son criados exclusivamente por sus padres?

Esta idea hoy se intensifica, desde el trabajo clínico con niños y sus familias vemos a la mayoría de los padres sobrepasados por el ejercicio de la crianza, que además es puesto en cuestión por imperativos fiscalizadores del actuar parental, que cuestionan desde los sentimientos más genuinos y esperables, como lo son el miedo, ansiedad y angustia despertados por el contexto y el encierro, ¿es que acaso hoy los padres, además de estar obligados a un encierro, forzados a abandonar sus espacios habituales, no pueden sentir angustia? ¿No pueden tener miedo o verse sobrepasados por la crianza?

Nos parece fundamental abrir estas preguntas y generar un espacio para cuestionarnos: ¿cómo estamos apoyando a las familias, la parentalidad, la crianza, y con ello directamente a la niñez? Niñez que hoy viene a poner en cuestión lo instaurado y que nos interpela a través de su sentir a nombrar, lo que nos confronta hoy en nuestra labor como profesionales dedicados a la infancia: ¿qué está pasando con los niños que momentos antes de la

pandemia, considerábamos desatendidos por el trabajo y los tantos quehaceres de sus padres? Hoy, con los padres en casa a tiempo completo.

Una vez más no hemos obtenido el modelo de la familia ideal. Tenemos a los padres en el hogar como tanto era solicitado, y aún así no lo alcanzamos, porque parece que el deseo se esboza por otros lados, por poder articular algo del desear del afuera y del adentro, por caminos interdependientes, tanto para los padres como para los hijos…

Este virus ha remecido ideales e imposibles. Y si bien nos ha quitado más que sólo espacios, no nos ha quitado la palabra. Como psicólogas de niños y en el trabajo con sus familias, nos hemos visto fuertemente interpeladas, más, si hay algo que no ha cambiado es nuestra posibilidad de enunciar y de crear ciertos tiempos que marquen una diferencia mediadora entre las distintas actividades; la crianza, lo laboral, escolar y personal, y que aun cuando no haya espacios o distancias físicas, pueden estar marcados por la palabra.

La consulta con niños hoy en día es un ejemplo de que ellos tienen mucho por decir y la importancia que tiene dar cabida a eso que tienen por decir(nos), como un espacio creativo que a cual espacio transicional, hoy se da entre un afuera y un adentro, y que puede ayudar a restablecer algo del orden de lo social, del orden del encuentro con el otro.

Necesitamos de otros para ser uno. Necesitamos de distancia para estar. Necesitamos ausencia para estar presentes. Necesitamos historias para vivir…

Contarnos historias, contarnos cuentos a veces nos permite situar un tiempo diferente, de creación, donde otras cosas son posibles e imposibles. Los niños saben de contar historias, de hablar sobre sus dibujos, sus juegos, de armar historias. Sumerjamonos en esos tiempos otros, con otras historias y juegos, espacios y tiempos.

Hoy por hoy, donde las instancias sociales y la vida más allá de las ventanas no está como estaba antes, cabe plantearse preguntas sobre la crianza y las posibilidades de acoger y sostener a los roles parentales, ¿por qué muchas veces apoyar a los padres, se transforma en fiscalizar sus roles y condenar sin escuchar lo que significa criar solos? Creemos que hoy ante todo se trata de acoger las conflictivas, los miedos y la angustia de padres y madres que están criando solos. Acoger para brindar distancias y espacios otros a los de padres e hijos. Acoger para que otras palabras, juegos e historias sean posibles.

Necesitamos de otros para ser uno. Necesitamos distancia para estar. Necesitamos ausencia para estar presentes. Necesitamos historias para vivir. Y necesitamos de otros para criar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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