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Nutrición gordofóbica: cuando el objetivo es “ser delgada” en vez de “ser saludable” BRAGA Créditos: Foto de Roberto Hund en Pexels

Nutrición gordofóbica: cuando el objetivo es “ser delgada” en vez de “ser saludable”

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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Favorecidos por la estigmatización social, los factores emocionales son muy potentes a la hora de tener sobrepeso u estar bajopeso, entre los más comunes se destacan la baja autoestima, la falta de habilidades sociales, la visión distorsionada del cuerpo, la depresión, los pensamientos suicidas y el autocastigo.


Mirarse al espejo y no quererse, recorrerse con la mirada cada parte del cuerpo ignorando cualquier aspecto positivo porque los ojos se enfocan en los “defectos” (o en lo que se ha enseñado como imperfección), celulitis, grasa, estrías, poco a poco vamos anidando una especie de autoodio, hasta llegar al punto en donde le hacemos el quite a todo lo que nos devuelve el reflejo.

¿Qué tanto daño han provocado los constructos sociales para que, según un estudio de la Rebelión del cuerpo, un 90% de mujeres crea que la imagen física afecta la satisfacción con la vida? No es una cifra menor, ni superficial, ya que para ese 90% de personas su apariencia incide de forma directa en que tan felices o infelices se sienten en su día a día.

Está claro que la obesidad, así como la delgadez extrema, son trastornos alimenticios que traen consecuencias negativas para la vida, de hecho, durante esta pandemia, según la última Encuesta Nacional de Salud, el 74,2% de los y las chilenas tienen exceso de peso, este índice aumentó un 10% respecto a su medición anterior (pre-covid19). Es cierto que la obesidad es muy preocupante y por supuesto que debe tratarse, pero, si lo más terrible que te sucedió durante el confinamiento es haber subido de peso, entonces considérate afortunada o afortunado, porque en tanto, 26.073 personas han fallecido.

Estamos actualmente ante una sociedad de la hipocresía, en donde no se le cuestiona su salud o calidad de vida a una persona delgada, solo se lo hace a una persona gorda, esta es una de las bases de la gordofobia, y la inspiración de movimientos contrarios a ella como el bodypositive, bodyneutrality, entre otros.

Foto de Nataliya Vaitkevich

La misma dieta de 1500 kcal

Si bien no existe una “fobia a la gordura” como una enfermedad diagnosticable, el concepto se usa, según el sociólogo Arturo Torres, como una forma de “designar un sesgo automático y normalmente inconsciente que lleva a discriminar, cosificar y minusvalorar a las personas con sobrepeso, especialmente si esas personas son mujeres”.

Ni si quiera los y las profesionales de la salud, como nutricionistas, quedan fuera de esto, basta con navegar unos minutos por internet para hallar un sinnúmero de relatos de malos tratos y discriminaciones en las consultas, a las cuales las personas asisten para poder mejorar su vida y luchar, en caso de aquellas/os con sobrepeso, contra la obesidad y sus consecuencias.

Es por ello que, para hablar de una nutrición no gordofóbica, en donde el objetivo sea ser saludable y no “ser delgado/a” es que conversó con El Mostrador Braga, la nutricionista con mención en enfermedades crónicas del adulto, e instructora de Yoga Integral, Belén Rosero.

Al ser consultada sobre si considera que en el rubro de los profesionales de la nutrición existe una gordofobia normalizada, Rosero considera que hay una dualidad de factores, por un lado, explica que siempre habrá una creciente preocupación del profesional respecto de abarcar a la obesidad como lo que es: una enfermedad, pero que no por ello se deben normalizar malos tratos.

Rosero considera que en este punto deben ser críticos como profesionales y replantearse el “cómo estamos abordando esto con nuestros pacientes, la manera en que nos relacionamos y cómo le estamos haciendo llegar el mensaje, teniendo en cuenta su condición de manera integral con respecto a su tratamiento”.

La experta considera que hay que entender que la obesidad, como enfermedad, tiene distintos componentes: emocionales y genéticos (antecedentes de enfermedades preexistentes) porque “es diferente tratar un proceso de obesidad si el paciente ha desarrollado esa condición por una enfermedad metabólica, a que si su condición ha sido desarrollada debido a alguna situación emocional o trastorno de conducta alimentaria”.

De hecho, favorecidos por la estigmatización social, los factores emocionales son muy potentes, entre los más comunes de la obesidad se destacan la baja autoestima, la falta de habilidades sociales, la visión distorsionada del cuerpo, la depresión, los pensamientos suicidas y el autocastigo, según un artículo publicado en la Revista de Psicología Universidad de Antioquia, por los psicólogos Diego Tamayo y Mauricio Restrepo.

Estos efectos también varían según el género, ya que muchos hombres no resienten las desventajas sociales del sobrepeso tanto como las mujeres, quienes son las más propensas a desarrollar trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia nerviosa, la cual pueden padecer desde la niñez (aproximadamente desde los ocho años).

Foto de Anna Shvets en Pexels

Dieta v/s plan de alimentación

Es por ello que, uno de los factores que la nutricionista Rosero considera más importantes de cambiar, es el concepto de “dieta”, por el de “plan de alimentación” y entender que esto implica varias sesiones en donde el paciente aprende lo que su cuerpo necesita, “se le entrega educación alimentaria, se realiza un seguimiento y acompañamiento para lograr la transformación y creación de hábitos y conductas alimentarias durante un periodo mínimo ideal de seis meses, que es lo que se demora en cambiar y crear un hábito de esta índole”, explica.

Y esto involucra no solamente a las personas con una “obesidad visible”, sino también se debe educar a aquellas/os que se ven “delgadas” pero que, de igual manera, su alimentación carece de nutrientes necesarios para su organismo, por lo tanto, pueden desarrollar enfermedades crónicas y cardiovasculares a largo plazo.

En este sentido, considera que la cultura de la dieta existe por la carencia de educación alimentaria adecuada. A su visión, es responsabilidad de las y los nutricionistas educar a la población en las estrategias saludables y consistentes que se pueden utilizar para disminuir la grasa corporal en exceso, en vez de “bajar de peso” de manera “rápida”.

Al respecto, comenta que investigaciones han demostrado que la pérdida de peso a corto plazo utilizando una variedad de enfoques puede ser exitosa, sin embargo, más del 80% de las personas exitosas experimentan una recuperación de peso después de 1 año, el 85% después de 2 años y más del 95% después de 3 años.

“El punto es cambiar el concepto, hay que educar que no es hacer dieta, la forma correcta es hacer un acompañamiento que apunte a transformar el cómo la persona con obesidad -o delgadez- se relaciona con la comida y cómo entiende sus requerimientos y necesidades y los maneja, el concepto a integrar es el de educación alimentaria, para que la persona pueda tomar mejores decisiones de cómo se alimenta”, comenta.

Finalmente, para la experta es relevante acercar la invitación a aceptar la condición presente de nuestros cuerpos a través del “body positive” y desde ahí empezar a sanar y mejorar los hábitos nutricionales, “empezar este proceso desde el respeto y el amor, fomentando una relación positiva con nuestro cuerpo y con uno mismo, incrementando nuestro bienestar psicológico, social y emocional, así creamos una base sólida para aumentar conductas que promueven la salud, como la alimentación saludable y la actividad física y desde ahí, iniciar nuestra reeducación para ser la mejor versión de ti mismo”, finaliza.

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