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El uso del feminismo como estrategia política: “Existe una cierta ‘obligación’ a referirse al hecho de ser mujer” BRAGA

El uso del feminismo como estrategia política: “Existe una cierta ‘obligación’ a referirse al hecho de ser mujer”

El uso del género o del feminismo es una práctica utilizada por líderes políticas en la construcción de sus discursos. Sin embargo, el funcionamiento de este recurso está anclado al contexto en el que se desarrolla. Ante esta realidad, la politóloga Beatriz Roque, destaca que el hecho que se discuta qué es el feminismo, “que se identifiquen a personas que pueden estar realizando apropiación o puedan estar sacando cálculos electorales, habla de un movimiento que está atento”. Por su parte, la investigadora del Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder, Mariana Valenzuela, explica que “si se mira hacia atrás y se analizan los liderazgos políticos femeninos, no sólo en América Latina, sino en general, se puede ver que hay una utilización del género (atributos, creencias, estereotipos) como una estrategia de representación política por parte de las mujeres”.


El viernes 21 de mayo la candidata presidencial Paula Narváez publicó una fotografía posando con un grafiti que decía “Todas”. En la misma publicación, la abanderada socialista agregó “vamos a abrir las grandes alamedas a todas las mujeres para lograr juntas un nuevo trato feminista”.

Tras la publicación de la exministra de Michelle Bachelet, la agrupación Graffitodas repudiaron la acción señalando que Narváez no las representa y que querían lavados de imagen a costa de su expresión callejera, la cual “nace como un profundo acto de protesta a la clase política a la que perteneces y defiendes».

Desde la red latinoamericana de mujeres y disidencias en el arte urbano agregaron que Narváez no es “parte de nuestra colectiva y repudiamos tu instrumentalización de un grito de la calle, de luchas que te son ajenas».

Ante esta situación es legítimo preguntarse: ¿Se puede considerar el uso del feminismo como una estrategia política? Y la respuesta es sí. “El feminismo, o incluso los feminismos, en cuanto a una ideología política, una forma también de movilización social o de generar movilizaciones en torno a politizar lo que implica el género en la sociedad, sin duda puede ser utilizado como un recurso político”, explica la integrante de la Red de Politólogas y académica de la Universidad Diego Portales, Beatriz Roque, a El Mostrador Braga.

La fuerza movilizadora del feminismo, como uno de los movimientos más potentes del siglo XX y también ahora entrando al siglo XXI, lo ha posicionado como un recurso político.

En ese sentido, profundiza la experta, a lo largo de la historia se ha visto cuán importante es para los movimientos tener ciertos grados de incidencia institucionales. Ante esta situación se han generado, por ejemplo, teorías con respecto a la extensión del sufragio, donde se evidencia que, tanto los partidos como los proyectos políticos, los cuales no necesariamente podían tener tanta congruencia ideológica con la participación política de las mujeres, por ejemplo, dentro del movimiento sufragista, han dado la posibilidad a las mujeres de votar y “no necesariamente con el propósito de que las mujeres sean más autónomas en términos políticos o que tengan mayor posibilidad de decidir, sino que siempre hay un cálculo detrás relacionado a si hay beneficios o no”.

“Esto también puede pasar de repente con los mecanismos de acción afirmativa como las cuotas o la paridad de género, donde los partidos, dentro de sus mismas estructuras, analizaron y tomaron la decisión si apoyar o no estas medidas de acción afirmativa, en tanto estas incorporaciones no signifiquen un riesgo tan alto”, señala.

Por su parte, la investigadora postdoctoral del Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), Mariana Valenzuela, explica que “si se mira hacia atrás y se analizan los liderazgos políticos femeninos, no sólo en América Latina, sino en general, se puede ver que hay una utilización del género (atributos, creencias, estereotipos) como una estrategia de representación política por parte de las mujeres. Esto parte, por supuesto, porque existe una cierta ‘obligación’ a referirse al hecho de ser mujer”.

Esta situación se evidencia con las tres presidentas latinoamericanas — Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff —, quienes utilizaban el género.

En el caso particular de Bachelet, “ella utilizaba el género para construir una imagen política de empatía, cercanía y también una diferenciación con liderazgos políticos tradicionales que eran masculinos. Entonces, no era sólo la figura de la madre, la cual Bachelet utilizó bastante, sino que también la idea de género, de superioridad moral. Por ejemplo, ‘palabra de mujer’, ‘tiempo de mujer’, ‘yo te escucho’”.

La feminista y filósofa política Nancy Fraser, destacaba la experta, señala que “hay una especie de masificación de la utilización del feminismo como un producto de consumo, por ejemplo, lo puedes encontrar en poleras donde dice ‘Yo soy feminista”.

En la actualidad, “estamos hablando de una constitución feminista, de más mujeres, de paridad. Eso permite construir una nueva imagen de la representación política en torno a este feminismo masificado. La construcción que se hace sobre el feminismo se está transformando en un recurso político”.

Esta situación, comenta la experta, “tiene que ver con cómo las feministas entran de la mano de las sufragistas. En la primera ola, lo que tú ves es que las feministas decían ‘somos iguales a los hombres’ y a la vez se encontraban obligadas a encontrarle un sentido a la diferencia sexual para construir su legitimidad en un espacio del hombre”.

Sobre lo que pasa hoy en día, la investigadora de NUMAAP, destaca que ya no sólo se habla de mujer, sino que “hablamos directamente de feminismo como una idea de construir este espacio que se moviliza y que corresponde a ese principio normativo que tiene que ver con la igualdad”.

Paula Narváez y la construcción del discurso

Para la politóloga Beatriz Roque, existe un problema de la sociedad chilena con respecto a la representación y participación política de las mujeres. Por tanto, “no podríamos decir que la baja presencia de las mujeres en el escenario presidencial es casualidad. Sin duda, responde a estructuras de poder masculinizadas y que como sociedad nos queda mucho por avanzar en esta materia, asimismo responde a que los partidos políticos también tienen que fomentar y pensar de manera más sólida en liderazgos de mujeres en todas sus estructuras”.

En el caso específico de lo que ocurrió con candidata presidencial del Partido Socialista y el emplazamiento desde Graffitodas, la experta señala que “no podemos dudar de cuán feminista es o no”, pues eso significaría sacar el ‘termómetro del feminismo’ para poder decir ‘eres o no eres feminista’. Por tanto, precisa Roque, para determinar la cercanía con materia de género, esto debe realizarse “en base a cuál va a ser su programa o cuál es su posicionamiento frente a las temáticas que el movimiento feminista demanda. Eso nos podría permitir saber cuánto estas candidaturas se posicionan a favor o en contra o candidaturas aliadas de las movilizaciones”.

En el análisis de Mariana Valenzuela, lo ocurrido responde a una estrategia torpe, pero también la evidencia de que se está leyendo la fuerza movilizadora que tiene el feminismo para construirse como un sujeto. “Cuando tú tomas el discurso del feminismo y te presentas como feminista estás construyendo la idea de un personaje político”.

Por ejemplo, Michelle Bachelet sostuvo un discurso muy ligado a la maternidad, donde se hacía el juego de jefa de Estado-jefa de hogar. Sin embargo, esa estrategia se le vino en contra tras el escándalo de su hijo Sebastián Dávalos y el Caso Caval. Ante esta situación, mucha gente lo ha visto como una discriminación de género hacia ella, señalando que, si el hijo de Piñera hiciera lo mismo, por ejemplo, nadie dudaría de las capacidades parentales de él. “Lo cual es cierto, pero a la vez ella se construyó a través de la imagen de la madre que pone orden en la casa. Entonces, sucede esto y tú puedes ver cómo en sus discursos deja de construirse a sí misma en torno a la figura de la madre, que es una imagen muy importante en América Latina”, explica Valenzuela.

“Es muy interesante de ver cómo Paula Narváez está construyendo su campaña si se compara con Bachelet”, pues se aleja de la imagen de madre y se posiciona desde el feminismo. Y esto, depende del contexto. “Se puede ver cómo van cambiando los sentidos aludidos al ‘ser mujer’ y el accionar de la mujer. En el fondo, lo que se puede ver ahora es que se utilizan conceptos como feminismo, mujer, subordinación, los cuales se salen del típico marco de la madre”.

Pero ¿es un recurso que funciona? Valenzuela señala que es una práctica diversa, donde te puede ir bien o te puede ir mal. El funcionamiento está anclado al contexto en donde se desarrolla el discurso. “Depende del contexto, de cómo yo lo estoy utilizando y a lo que estoy respondiendo”.

La experta ofrece otro caso; Evelyn Matthei ha señalado que sus puestos nunca los ha conseguido por ser mujer, no tiene nada que ver el género, pero ahora el discurso sufrió un revés. “En el marco de las primarias en la UDI, dijo que por ser mujer no la estaban dejando competir al mismo nivel que Lavín y también señaló que una mujer sería más aporte a la política, a la presidencia que un hombre. ¿Por qué se da el cambio de discurso? Porque funciona, apela hacia algo”.

Pablo Maltés y la lucha LGTBIQ+

El debate sobre la apropiación de discursos no sólo es una situación que afecta a las feministas, sino también se traslada a otros espacios sociales como, por ejemplo, la lucha de las personas LGTBIQ+.

“La izquierda y el movimiento queer”, se tituló la columna de opinión del excandidato a gobernador Pablo Maltés en el diario El Desconcierto, donde se refería a la yuta del género. La fecha de publicación fue el 12 de mayo, tres días antes del inicio de las mega votaciones.

Ante este caso en particular, la académica de la UDP, Beatriz Roque, señala que dicha columna y otras publicaciones anteriores de Maltés, “demuestra el grado de desconexión que pueden tener ciertas candidaturas en relación a cuáles han sido las discusiones que han tenido en la interna estos movimientos, es decir, si estas candidaturas o estas personas estuvieran mucho más presentes en estas discusiones sabrían lo complejo que es para el movimiento LGTBIQ+ que venga una persona de la élite política y sobre todo un hombre heterosexual, que no representa a población trans, dado que es un hombre cisgénero, a sacar la voz o hablar en nombre de población altamente oprimida y altamente excluida de la sociedad”.

La experta destaca la diferencia de este episodio versus a lo ocurrido con Paula Narváez, pues “ella sí ha estado dentro de las estructuras de gobierno. No podríamos decir que el gobierno de Bachelet no trató de avanzar en temáticas que las feministas también han venido pidiendo hace tiempo. A diferencia de Maltés, Paula Narváez sí es mujer y sí se define como feminista”.

Arma de doble filo

La integrante de la Red de Politóloga recuerda y analiza lo que ocurrió la semana pasada cuando personas de la Nueva Mayoría o ex Nueva Concertación salieron reclamando por formas de política menos patriarcales. “Ahí claramente podríamos preguntar cuándo surge este interés y me parece que ahí está el punto; este interés, ¿nace por la legítima reclamación de la sociedad para cambiar la forma de hacer política o surge como una respuesta del accionar político que se dio durante la semana?”.

Tomarse de los discursos feministas y/o de la comunidad LGTBIQ+ es un arma de doble filo, pues en ocasiones puede funcionar, pero también pueden significar un retroceso para las y los candidatos.

“Con las redes sociales vemos que las comunidades están cada día más activas, más atentas a lo que está pasando en términos políticos porque también se han mostrado, sobre todo con la Convención Constitucional, la importancia de que los movimientos sociales estén presentes en el debate público”, explica Roque.

Asimismo, agrega que “el movimiento feminista y LGTBIQ+ está cada vez más activo con respecto a los discursos que se dan, las políticas que se proponen y las candidaturas que se están llevando”.

La experta enfatiza sobre un punto; el hecho que “el término feminista esté sobre la mesa, a mí me parece una ganada histórica del movimiento. De que se discuta cuál es el feminismo, que se identifiquen a personas que pueden estar realizando apropiación o puedan estar sacando cálculos electorales habla de un movimiento que está atento”.

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