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La relación entre el consumo de carne y la masculinidad: ¿hombres a la parrilla, mujeres a la cocina? BRAGA Crédito: Archivo

La relación entre el consumo de carne y la masculinidad: ¿hombres a la parrilla, mujeres a la cocina?

Para entender el motivo de la relación entre el consumo de carne y el patriarcado, la doctora en Filosofía, Valeria Campos, quien se dedica a analizar el rol que juegan las conductas alimentarias en las sociedades, explica que esta es una relación histórica que se ha mantenido gracias a estándares y significados simbólicos profundamente instaurados en nuestra sociedad.


A un día del 18 de septiembre, el aniversario de nuestra nación, miles de hogares de todo Chile se preparan para conmemorarlo a través de una práctica tan culturalmente instaurada, que para muchos vivir sin ella significaría un cambio totalmente drástico en su día a día. El consumo de carne. Y es que desde que el acto de juntarse en familia para un asado o comer hamburguesas en compañía de amigos, esta es una de las tradiciones más cotidianas del día a día.

Es más, mientras más se acercan estas fechas, una de las temáticas más populares en la televisión es la anticipación en torno al precio de la carne, incluso, es normal ver el típico comercial con un hombre frente a la parrilla cortando un pedazo de costillar o lomo preguntando “¿un asadito?”. Y no es casualidad que la publicidad ponga a una figura masculina como protagonista de dicho acto, ya que –tanto en nuestro país como en occidente– existe una inevitable relación entre el consumo de carne y el patriarcado.

Hoy en día, hay varios estudios científicos que comprueban que los hombres asocian el consumo de carne con la masculinidad. Por ejemplo, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Bellarmine en Kentucky, los hombres vinculan comer carne con «hombría, poder y virilidad». Otro estudio de un grupo de investigadores en la Universidad de California, Los Ángeles, descubrió que, cuanto más los hombres sienten que tienen que seguir las nociones tradicionales de masculinidad, más carne y pollo tienden a comer. Es más, una de sus conclusiones es que a los hombres les gusta comer más carne que las mujeres porque sienten que les ayuda a promulgar y afirmar su identidad masculina.

Para entender el motivo de esta relación, la periodista y doctora en Filosofía, Valeria Campos, quien desarrolla parte de su trabajo en torno a la reflexión sobre el rol que juegan las conductas alimentarias en las sociedades, explica que la relación entre el hombre y la carne se puede ver desde varias aristas. Sin embargo, esta relación parte desde un punto de vista histórico, ya que desde los orígenes de la civilización el rol del hombre era primordial al momento de consumir carne.

La división de roles

De acuerdo con la experta, desde el punto de vista histórico, la relación entre el hombre y la carne tenía un origen funcional con la división de los roles. Es decir, en ese entonces era el “macho” el encargado de salir a cazar porque tenía más fuerza física, por lo que era él a quien le correspondían esas labores mientras las mujeres se quedaban en la casa.

Bajo esa misma línea “era útil que el hombre saliera y la mujer se quedara, pero, a su vez, esto va generando estructuras simbólicas de sentido que después se desligan de estas utilidades. Es decir, que ahora ya no es necesario que salga el hombre a cazar, pero seguimos pensando que el hombre es más fuerte, es más inteligente, es a quien le corresponde el pedazo más grande, el que podría enfrentarse a un animal y matarlo en caso de que fuese necesario”, explica Campos.

Sin embargo, esta lógica que se utilizaba para la división de roles no se aplica a la actualidad, ya que la sociedad moderna no obliga a los hombres a salir a cazar para sobrevivir, pero la lógica masculinizada sobre la carne se fue replicando a través del tiempo.

Para la doctora en Filosofía, esto se debe que “la estructura de la herencia con la que nosotros trabajamos es patriarcal porque está pensada bajo el concepto de patrimonio, de una riqueza que se genera en una familia que, liderada por el padre, les hereda a sus hijos –sobre todo a sus hijos hombres– lo que produce como riqueza, no solo material sino también cultural. Por eso estos valores se han perpetuado cuando podríamos haberlos acabado al dejar de dividirnos los roles, cuando dejamos de salir a cazar y las mujeres se quedaban en la casa. Cuando ya las sociedades se industrializan esto debería haber cambiado”.

 

La industria de la carne y el sistema capitalista patriarcal

De acuerdo con la experta en conducta alimentaria, otra de las aristas en donde se puede entender la relación entre el consumo de carne y la masculinidad es a través de un análisis de dicha industria con respecto a su relación con el sistema patriarcal y su estructura de dominación.

Para ello, de acuerdo con la filósofa, hay que entender que el patriarcado es un concepto sistémico que alude a una estructura social de dominación, que en ese sentido está muy en relación con el capitalismo como sistema económico, el cual también está estructurado sobre relaciones de dominación de clases, de una clase sobre otra. Y dentro de esta serie sistémica está inmersa la gran industria de la carne, que es en el fondo una forma económica y política de dominación de parte del humano sobre el mundo natural.

Después de ver que el patriarcado funciona a nivel sistémico, veamos este en términos que lo masculino, que es un elemento simbólico que históricamente, en la lógica occidental y bajo la lógica patriarcal, se asocia con toda una serie de valores simbólicos tales como: la fuerza, la inteligencia, lo activo, el poder, la dominación, etcétera. Mientras que, por otra parte, las mujeres son vistas como débiles.

“Entonces, como lo masculino está asociado con lo activo, con la fuerza, y el consumo de carne está asociado con una forma de cocina más poderosa, donde la dominación sobre el otro es más evidente respecto de otras formas de alimentación, ya que implica una matanza, Podríamos decir una dominación en ese sentido, asociado con dar muerte a otro, de ahí esto se puede asociar a la noción de que los hombres son más masculinos por comer carne, un acto que desde sus orígenes involucra una lógica de dominación de la clase humana por sobre la animal”, analiza Valeria Campos.

Lo privado y lo público: hombres a la parrilla, mujeres a la cocina

A este asunto se le suma otra relación entre el patriarcado y la carne, la profesionalización de la cocina. Ya que histórica y culturalmente las mujeres han sido relegadas al espacio privado, es decir, parte de ello incluye el espacio de la cocina.

Para entender esto, la experta en conducta alimentaria explica que el acto de cocinar, histórica y simbólicamente se ha relegado a lo femenino, porque forma parte del espacio de lo doméstico. Hay una asociación del espacio doméstico con lo femenino, porque es un espacio interior y un espacio privado. Cuando, de acuerdo con la estructura patriarcal y simbología que se ha ido heredando desde que el hombre cazaba, lo público y lo exterior están todos asociados al lado de la masculinidad.

“Pero cuando la cocina se empieza a profesionalizar, los primeros indicios de la cocina de donde datan los primeros textos que sistematizan la cocina a través de la recetas y fórmulas, con un estudio de por medio, desde donde nace como un terreno masculino, la primera academia de cocina del mundo en Francia no aceptaba mujeres en sus primeras 10 generaciones, cuando en realidad siempre fue un espacio femenino, pero, en la medida que la cocina empieza a ser un espacio profesional, el espacio público se masculiniza también y las mujeres quedan inmediatamente fuera de ese espacio”, finaliza Valeria Campos.

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