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8M: Corazón de mujer BRAGA Créditos: foto de Ailen Díaz / Agencia Uno

8M: Corazón de mujer

Fuimos testigos del tránsito de las demandas desde la manifestación en las calles hacia la institucionalidad. Sabemos que el acelerado desarrollo de las tecnologías nos exige ser parte de la comunidad global y en este sentido, esperamos que el propósito de poner en la luz pública el trabajo femenino y sus demandas haya aportado en alguna medida a la transformación de los marcos culturales que nos proponen hoy como nuevas sujetas políticas y de la información, instaladas en paridad en el nuevo gobierno y en la Convención Constitucional. 


Han pasado apenas unos 110 años desde que un grupo de mujeres murió exigiendo mejores condiciones laborales, derecho a voto, fin al trabajo infantil, entre otras reivindicaciones. La tragedia ocurrió en 1908, en la fábrica Cotton Textile Factory de Nueva York. Allí 129 trabajadoras textiles perecieron en un incendio, mientras estaban encerradas para impedirles unirse a la protesta. El hecho habría ocurrido cerca del 8 de marzo. 

Desde entonces el 8M ha sido símbolo de las reivindicaciones femeninas. 

Las Naciones Unidas, recién en 1975, lo oficializó como un día por los derechos de las mujeres.

Desde entonces cada sociedad ha avanzado, unas más que otras, hacia mejoras. Pero la mayoría está al debe, porque se siguen lesionando los derechos de las mujeres, se silencian sus voces e impera la desigualdad de género. 

En Chile hemos vivido hitos importantes encarnados en mujeres potentes como Gabriela Mistral en poesía y educación, Elena Caffarena en derechos políticos como la incorporación del voto femenino en 1949, Matilde Throup abrió las puertas a las mujeres latinas que deseaban ser abogadas, Lenka Franulic en comunicación coronándose como la primera mujer chilena en desempeñarse como periodista y muchas más, pero aún hay brechas educacionales y en el mundo del trabajo, salariales.

Y aunque los dos últimos años han sido de saltos siderales, en donde el movimiento feminista siempre ha estado presente, las mujeres comenzamos a unirnos y volver a alzar la voz por nuestros derechos. Las reivindicaciones feministas dejaron de ser teorías y en mayo de 2018 se inundaron no solo las calles, sino también las redes sociales, los medios de comunicación y el debate público con la consigna “no más sexismo en la educación”.

Este era solo el comienzo. 2019 fue un año gobernado por la interseccionalidad, en donde la multitudinaria marcha de aquel 8 de marzo convocó a 800 mil personas, fue la antesala de un 18 de octubre donde Chile despertó y decidió unirse bajo el alero del “no son 30 pesos, son 30 años”.

“Nueva constitución” se leía en las murallas y suelos de la capital, cercanas a la rebautizada “plaza dignidad”, donde se vivieron un sinfín de viernes históricos, en ese momento era difícil imaginar una ciudadanía atenta y participativa de la política. 

¿Y las mujeres? Estaban en todas partes, haciendo encuentros sororos y dando la vuelta al mundo con el grito “El violador eres tú”, y es que la violencia de género tiene muchas formas, y la obra de Las Tesis hizo sentir identificadas a chilenas, latinas, europeas, asiáticas, a cada mujer independiente de su lugar de origen.

Y de repente, Constitución paritaria, la primera en Chile y el mundo, una carta magna escrita en democracia, con redactoras y redactores elegidos en votación popular y con la promesa de consagrar la equidad de género y el derecho a una vida libre de violencia.

Aun del dicho al hecho sigue habiendo mucho trecho, el registro de femicidios anuales no ha disminuido, las tasas de participación laboral femenina en Chile se encuentran peor que hace 10 años producto de la pandemia, y seguimos ganando menos por los mismos trabajos, un 27% según el INE. La violencia de género durante la pandemia mostró dos dolorosas caras, la primera, es que muchas no están seguras en sus propias casas, encerradas con sus agresores, quienes fueron protegidos por el pacto de silencio cultural de “la ropa sucia se lava en casa”. La segunda cara, la violencia sexual, la cual pudo incluso traspasar la barrera de lo físico para llegar al mundo digital, realidad cotidiana en una crisis donde además de la pandemia conocida, estaba esta que es silenciosa.

El 8M 2022 nos encuentra aún en pandemia, pero con las mujeres pasando de la calle a las instituciones. Un gabinete presidencial encabezado principalmente por ellas, la Cámara de Diputadas/os progresará de 23,5% a 35,5%. Esto ha ido de la mano de otros movimientos ‘compañeros’ del feminismo, como lo es la visibilización y apoyo de la comunidad LGBTIQ+ con sus demandas históricas, como lo fue la aprobación del matrimonio igualitario, la Ley de identidad de género, entre otras.

Estamos en el nacimiento —o más bien la visibilización— de un nuevo mundo, uno diferente, con distintas miradas. Los ojos de mujer son de colores diversos, miran lejos, pero también muy cerca. Las mujeres estamos pasando de la calle a las instituciones, para hacer frente no solo a la vulnerabilidad con que vive la mayoría del planeta, también del desarrollo sostenible, el cambio climático, el cuidado de los animales. Y el agua ha sido una de las principales aristas. Los proyectos culturales, musicales y artísticos confluyeron hacia una mirada que potencia el talento femenino. Las médicas, educadoras, políticas, científicas, niñas, jóvenes y adolescentes accionando desde sus diferentes áreas, porque el feminismo abarca una mirada y forma de ser en el mundo que incluye —no excluye— a miradas diversas, colaborativa, horizontales. El corazón feminista es amplio y diverso en todos los sentidos, no solo en el género.

Esta es una labor no solo de las mujeres, aunque parte por ahí, por el desafío —sobre todo de algunas— de sus propias metas y batallas interiores, criar o elegir no ser madre, reeducarnos para encontrar y criticar el machismo interiorizado, ser sororas, solidarias entre pares, repensar nuestros vínculos con los hombres grandes y chicos. No se trata de subyugar bajo el poder femenino. Se trata de avanzar juntos, iguales hacia una sociedad para todas, todos y todes…

El Mostrador Braga también ha cambiado junto con todas estos años donde la perspectiva de género fue tomando cada vez más protagonismo. Desde nuestra posición como medio de comunicación hicimos un compromiso con reunir y visibilizar el trabajo y las demandas de tantas mujeres y organizaciones desde todos los espacios de la sociedad para que sus mensajes lograran instalarse en el espacio mediático.

Y fuimos testigos del tránsito de las demandas desde la manifestación en las calles hacia la institucionalidad. Sabemos que el acelerado desarrollo de las tecnologías nos exige ser parte de la comunidad global y en este sentido, esperamos que el propósito de poner en la luz pública el trabajo femenino y sus demandas haya aportado en alguna medida a la transformación de los marcos culturales que nos proponen hoy como nuevas sujetas políticas y de la información, instaladas en paridad en el nuevo gobierno y en la Convención Constitucional. 

Finalmente, seguiremos presentes en la visibilización, el apoyo, la crítica y la fiscalización de la promesa de un gobierno feminista, que de una vez por todas, escuche y de voz al 51% de integrantes del país, que este ocho de marzo de 2022 se autoconvocan bajo el lema “Vamos por la vida que nos deben”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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