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Karina, de presa chilena a Venecia: “Quiero representar a las reclusas. No somos salvajes” BRAGA

Karina, de presa chilena a Venecia: “Quiero representar a las reclusas. No somos salvajes”

Venecia (Italia), 7 sep (EFE).- Karina Sánchez pasó seis años en una cárcel chilena por narcotráfico, separada de sus dos hijos, pero su vida ha dado un giro inesperado al llegar al Festival de Venecia como protagonista de un documental sobre la maternidad entre rejas de título premonitorio, “Malqueridas”: “Quiero representar a las que siguen dentro. No somos salvajes”, sostiene en una charla con EFE.


“Siento orgullo y emoción. Quiero representar a todas las mujeres que están dentro. Muchas perdieron hijos en su etapa en la cárcel o no estuvieron para apoyarlos en momentos cruciales”, confiesa.

“Malqueridas”, de la realizadora Tana Gilbert y en competición en la Semana Internacional de la Crítica, es una historia de mujeres y madres presas en Chile rodada exclusivamente con fotos y vídeos que ellas mismas tomaron con sus teléfonos, en teoría prohibidos por las autoridades.

Imágenes de un alto valor documental y, por qué no, artístico, que sirven para mostrar la cotidianidad de estas mujeres, muchas separadas de sus hijos cuando cumplen 2 años.

Karina, 37 años, grande y con brazos pintados de tatuajes, nunca dio una entrevista antes, pero narra su drama con naturalidad, no sin antes recibir la aprobación de Gilbert sobre su aspecto ante la cámara. “Sales bien”, la tranquiliza la directora mientras le coloca el flequillo.

La protagonista de estas “Malqueridas” se “destetó” muy pronto de su familia y con 16 años ya vivía sola. Dos años antes había tenido a su primogénito, Fabián, y una década después llegó Benjamín: “Yo era una mamá presente”, jura.

Sin embargo, la necesidad de sacar adelante a sus hijos la llevó al narcotráfico y en 2015 a prisión, separándola de ellos. El primero tenía 13 años y el pequeño 3.

La primera condena fue de 8 años y acabó a la penitenciaría de San Joaquín para después pasar al Centro Femenino de Santiago y finalmente a un centro “semiabierto” por beneficios penitenciarios.

Karina no olvida cuando la separaron de aquellos dos niños con los que dormía cada noche: “Fue como si me los sacaran de las entrañas”, confiesa. Aunque su testimonio genera una pregunta inmediata: ¿No previste esto al entrar al narcotráfico?.

“Yo luché harto contra todo eso, traté de trabajar pero con 14 años era difícil. Trabajé en las colas de las ferias, vendí ropa casa por casa, hice aseos, lavé zapatillas, pero no me alcanzaba porque un hijo usa pañales, leche…”, lamenta.

Entonces, el centro de reclusión se convirtió en un hogar que ella y otras han retratado en este documental.

“Al principio sientes miedo (…) Llegas a un lugar lúgubre donde no hay luz, los colchones no tienen forro, no hay donde comer… Las mismas chiquillas que viven ahí te prestan una fuente donde comen 4 o 5 mujeres”, reconoce.

Pero como todo purgatorio tiene su fin, salió de prisión y la fecha de aquel día sale disparada de su boca: el 7 de octubre de 2021 volvía a ser una mujer libre.

Regresaba a la casilla de inicio con sus dos hijos pues, sostiene, “si alguna vez tuviste algo en la calle, todo eso se perdió los años que pasaste dentro”. Vuelta a empezar, aunque marcada por la mancha indeleble del estigma.

Ya en la calle, empezó a trabajar haciendo inventarios de noche en un negocio -“soy buena con los números”- pero fue despedida cuando sus jefes descubrieron sus antecedentes.

En cualquier caso ahora está “contenta” y tiene pareja. El trabajo le preocupa menos porque es resolutiva: “No he encontrado trabajo pero voy a inventármelo. Estoy vendiendo afuera de mi casa anticuchos y choripán”. ¿Están ricos? “Súper”, suelta, riéndose.

Karina ya había volado antes para visitar al “salvaje” padre de Benjamín, preso en Brasil, pero ahora ha tomado nuevamente el avión para plantarse en uno de los festivales más importantes del planeta: la Mostra.

Lo hace porque se sumará a “todo lo que pueda mostrar” la realidad de las cárceles chilenas y por eso espera representar a las miles de reclusas del país andino. (El 92 % son madres y más de la mitad condenadas por droga, interviene la cineasta).

Desde Venecia, Karina reclama el fomento de la educación en las zonas pobres: “No te dan las herramientas para desenvolverte a la sociedad normal”, dice.

Así como empatía con los errores de esas mujeres. “Hay programas en Chile que se meten en la cárcel y nos muestran como salvajes, maleducadas y groseras y no es así”, defiende.

“Hay muchas que se educan, que terminan sus estudios, que optan a un estudio más profesional, que siguen apoyando a sus hijos desde dentro. No somos salvajes, somos personas”, insiste. EFE

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