
Salud mental y neurodivergencia: el sesgo de género que la ciencia empieza a corregir
El sesgo de género en los diagnósticos de salud mental y neurodivergencia ha tenido diversas razones, tanto históricas como sociales y médicas. Frente a este panorama, nuevas prácticas clínicas e investigaciones emergen para corregir la falta de diagnóstico en las mujeres.
Durante décadas, los manuales de diagnóstico en salud mental y neurodivergencia parecieron escritos para un único tipo de paciente: masculino, blanco y cisgénero. Esta mirada sesgada ha tenido consecuencias profundas para las mujeres, quienes han sido sistemáticamente subdiagnosticadas, malinterpretadas o diagnosticadas erróneamente, especialmente en condiciones como el trastorno del espectro autista (TEA), el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), la ansiedad y la depresión.
La brecha en la investigación científica es evidente: históricamente, los estudios que definieron los criterios diagnósticos se realizaron principalmente en muestras de niños y hombres jóvenes. Esta falta de representatividad generó que las manifestaciones femeninas de las condiciones neurodivergentes —más internalizadas y camufladas— pasaran desapercibidas para profesionales de la salud.
“Durante mucho tiempo, se asumió que los trastornos del neurodesarrollo eran fundamentalmente masculinos”, señala la investigadora Ginny Russell en su libro The Rise of Autism in England (2021). “Esta suposición influyó en el diseño de los criterios de diagnóstico, dejando de lado cómo se manifiestan estas condiciones en las niñas y mujeres”.
De hecho, recién en 2013, con la publicación del DSM-5, se empezó a reconocer tímidamente que el autismo podía presentarse de forma diferente en niñas, aunque sin ofrecer criterios específicos para identificarlas mejor.
Camuflaje y supervivencia social
Una de las principales razones detrás del subdiagnóstico en mujeres es el fenómeno del “camuflaje social” o masking: muchas niñas aprenden desde pequeñas a observar y copiar conductas socialmente aceptadas para encajar, ocultando sus diferencias neurológicas.
La psicóloga británica Francesca Happé, una de las máximas autoridades en autismo femenino, explica: “Las niñas autistas tienden a ser socialmente más adaptativas en la superficie, porque imitan a sus compañeras. Pero esa sociabilidad aparente no refleja necesariamente una comprensión real de las dinámicas sociales” (Journal of Child Psychology and Psychiatry, 2016).
Este camuflaje, aunque permite sobrevivir en ambientes hostiles, tiene un altísimo costo emocional. Numerosos estudios, como el metaanálisis publicado en Clinical Psychology Review (2020) por Lai y colaboradores, muestran que el masking está asociado a mayores niveles de ansiedad, depresión, burnout y pensamientos suicidas en mujeres neurodivergentes.
La activista y escritora Devon Price también describe esta experiencia en su libro Unmasking Autism (2022): “Durante décadas, camuflar mis diferencias me permitió pasar desapercibido, pero también me alejó de mí misma. No era una solución: era una forma de autotraición constante”.
Errores de diagnóstico y patologización
La invisibilización de los perfiles femeninos ha llevado a errores de diagnóstico frecuentes. En lugar de ser identificadas como neurodivergentes, muchas mujeres reciben etiquetas como trastornos de la personalidad, trastornos alimentarios o ansiedad generalizada.
“Las mujeres autistas son más propensas a ser diagnosticadas erróneamente con trastornos límite de la personalidad o depresión antes de recibir un diagnóstico correcto”, señala el equipo de Simon Baron-Cohen en un estudio del Autism Research Centre de la Universidad de Cambridge (2018).
La psicóloga clínica Tania Marshall, en I Am AspienGirl (2014), advierte: “La falta de conocimiento sobre cómo se manifiesta el autismo en mujeres contribuye a que se patologice su comportamiento de formas que aumentan el estigma y la marginación”.
En el caso del TDAH, las diferencias también son notables. Las niñas tienden a presentar síntomas predominantemente de inatención —soñar despiertas, desorganización— más que los síntomas hiperactivos-impulsivos clásicos observados en niños. Esto hace que su condición pase inadvertida en el aula, como explica la psiquiatra Patricia Quinn en Understanding Girls with ADHD (2016): “Las niñas son ignoradas porque no son disruptivas. Pero su sufrimiento interno es igual de real”.
Impacto en la vida adulta
El subdiagnóstico en la infancia repercute a lo largo de toda la vida. Muchas mujeres reciben un diagnóstico correcto recién en la adultez, después de años de sentir que “algo no encajaba” y de acumular experiencias de fracaso escolar, laboral o relacional.
Siena Castellon, activista neurodivergente y autora de The Spectrum Girl’s Survival Guide (2020), relata: “Crecer sin saber que eras autista significa crecer creyendo que había algo inherentemente defectuoso en ti” (p. 15).
Estudios como el de Mandy et al. en Autism (2018) muestran que el retraso diagnóstico en mujeres está asociado a peores resultados en salud mental, menor autoestima y mayor riesgo de sufrir violencia interpersonal.
¿Estamos avanzando?
Si bien persisten enormes brechas, en los últimos años ha habido avances importantes. Investigaciones más inclusivas, mayor sensibilización en profesionales de la salud y movimientos de autodefensoras neurodivergentes han impulsado una transformación necesaria.
Organizaciones como la National Autistic Society del Reino Unido o Autism Spectrum Australia (Aspect) han comenzado a desarrollar guías específicas para la detección de autismo en mujeres.
Sin embargo, como advierte Francesca Happé, “falta todavía formación clínica específica y sensibilidad de género en la evaluación. No basta con cambiar los manuales: hay que cambiar la mirada” (Journal of Child Psychology and Psychiatry, 2021).
Por ahora cientos de mujeres que crecieron sintiéndose “demasiado” o “no lo suficiente” ahora descubren que no estaban diagnosticadas. La transformación, lenta pero persistente, demuestra que reconocer y valorar la diversidad neurológica no solo mejora diagnósticos: también amplía nuestra comprensión de lo que significa ser humano.